La familia y el rosario
Leonardo Bruna Rodríguez | Sección: Familia, Religión
En la carta apostólica “Rosarium Virginis Mariae”, Juan Pablo II enseña el valor y la necesidad de la oración del rosario, tan agradable a María nuestra Madre como necesaria en nuestros tiempos, particularmente en orden al cuidado y fortalecimiento de la familia cristiana.
Después de recordar que el papa León XIII, en la encíclica “Supremi apostolatus officio”, indicó el rezo del Rosario “como instrumento espiritual eficaz ante los males de la sociedad”, Juan Pablo II dice que las circunstancias históricas exigen dar un nuevo impulso a la propagación del rosario. Se requiere rezarlo, especialmente, en familia y por la familia.
Respecto de la situación actual de la familia, señala: “Otro ámbito crucial de nuestro tiempo, que requiere una urgente atención y oración, es el de la familia, célula de la sociedad, amenazada cada vez más por fuerzas disgregadoras, tanto de índole ideológica como práctica, que hacen temer por el futuro de esta fundamental e irrenunciable institución y, con ella, por el destino de toda la sociedad (…) Las dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del nuevo milenio nos inducen a pensar que sólo una intervención de lo alto, capaz de orientar los corazones de quienes viven situaciones conflictivas y de quienes dirigen los destinos de las naciones, puede hacer esperar en un futuro menos obscuro”. Por ello, “fomentar el rosario en las familias cristianas es una ayuda eficaz para contrastar los efectos desoladores de esta crisis actual”.
Sobre la conveniencia de la oración del rosario en familia, especialmente por los hijos, dice lo siguiente: “El rosario es también, desde siempre, una oración de la familia y por la familia. Antes, esta oración era apreciada particularmente por las familias cristianas, y ciertamente favorecía su comunión. Conviene no descuidar esta preciosa herencia. Se ha de volver a rezar, en familia, y a rogar por las familias, utilizando todavía esta forma de plegaria”.
“La familia que reza unida, permanece unida. El santo rosario, por antigua tradición, es una oración que se presenta particularmente para reunir a la familia. Contemplando a Jesús, cada uno de sus miembros recupera también la capacidad de volverse a mirar a los ojos, para comunicarse, solidarizarse, perdonarse recíprocamente y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios”.
“Muchos problemas de las familias contemporáneas, especialmente en las sociedades económicamente más desarrolladas, derivan de una creciente dificultad de comunicarse. No se consigue estar juntos y, a veces, los raros momentos de reunión quedan absorbidos por las imágenes de un televisor. Volver a rezar el rosario en familia significa introducir en la vida cotidiana otras imágenes muy distintas, las del misterio que salva: la imagen del Redentor, la imagen de su Madre santísima. La familia que reza unida el rosario reproduce un poco el clima de la casa de Nazaret: Jesús está en el centro, se comparten con El alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de El la esperanza y la fuerza para el camino”.
“Es hermoso y fructuoso confiar también a esta oración el proceso de crecimiento de los hijos. ¿No es acaso, el rosario, el itinerario de la vida de Cristo, desde su concepción a la muerte, hasta la resurrección y la gloria? Hoy resulta cada vez más difícil para los padres seguir a los hijos en las diversas etapas de su vida. En la sociedad de la tecnología avanzada, de los medios de comunicación social y de la globalización, todo se ha acelerado, y cada día es mayor la distancia cultural entre las generaciones. Los mensajes de todo tipo y las experiencias más imprevisibles hacen mella pronto en la vida de los chicos y los adolescentes, y a veces es angustioso para los padres afrontar los peligros que corren los hijos. Con frecuencia se encuentran ante desilusiones fuertes, al constatar los fracasos de los hijos ante la seducción de la droga, los atractivos de un hedonismo desenfrenado, las tentaciones de la violencia o las formas tan diferentes del sinsentido y la desesperación”.
“Rezar con el rosario por los hijos y, mejor aún, con los hijos, educándolos desde su tierna edad para este momento cotidiano de “intervalo de oración” de la familia, no es ciertamente la solución de todos los problemas, pero es una ayuda espiritual que no se debe minimizar. Se puede objetar que el rosario parece una oración poco adecuada para los gustos de los chicos y los jóvenes de hoy. Pero quizás esta objeción se basa en un modo poco esmerado de rezarlo. Por otra parte, salvando su estructura fundamental, nada impide que, para ellos, el rezo del rosario – tanto en familia como en los grupos – se enriquezca con oportunas aportaciones simbólicas y prácticas, que favorezcan su comprensión y valorización (…) Si el rosario se presenta bien, estoy seguro de que los jóvenes mismos serán capaces de sorprender una vez más a los adultos, haciendo propia esta oración y recitándola con el entusiasmo típico de su edad”.
Y concluye con estas bellas palabras dirigidas a María, Reina del Rosario, que expresan su gran amor y confianza en ella y explican, ciertamente, la santidad y fecundidad de su portentoso ministerio petrino: “Oh rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los ángeles, torre de salvación contra los asaltos del Infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo”.




