El rescate de los 33 mineros. Los distintos niveles de su mensaje
Luis Fernández Cuervo | Sección: Sociedad
Todavía siguen saliendo análisis y comentarios de ese rescate de los 33 mineros chilenos que conmovió al mundo. ¿Por qué tanta conmoción? ¿Por qué el tono de tantos  de los que cubrieron o comentaron esa noticia tiene acentos de alegría y afecto tan poco frecuentes en la prosa informativa? Pienso que su mensaje es de una riqueza muy grande y envuelve niveles muy profundos de todos los seres humanos.
El primer nivel es obviamente periodístico. Han quedado sepultados bajo toneladas de rocas, 33 mineros. Emoción. Suspense. Incertidumbre. ¿Están muertos o vivos? Después estalla la primera alegría: ¡están vivos! Nueva incertidumbre. ¿Es posible el rescate? Y llega el desafío y la aventura del gobierno: los vamos a sacar vivos, a cualquier costo: “una vida humana no tiene precio”.
Pero muy importante: los Medios informativos, tantas veces denostados, hicieron posible que millones de gente no solo vieran sino que vivieran –por dentro y por fuera de la mina- lo que pasaba, hicieron posible que se identificaran con los que allí lucharon por transformar la tragedia en triunfo.
El escritor chileno Hernán Rivera Letelier, escribió: “Aquí sangre, sudor y lágrimas no es una frase vulgar. Yo, que viví cuarenta y cinco años en este desierto, que trabajé en las minas a rajo abierto -sólo dos veces y por muy corto tiempo lo hice en minas subterráneas-, lo puedo decir fehacientemente: el desierto de Atacama está regado de sangre, sudor y lágrimas”. Por eso pudo sentenciar: “El rescate de los 33 mineros de Copiapó, además de un triunfo de la tecnología, se alza desde este desierto como una lección de vida para la humanidad entera. Una prueba de que cuando los hombres se unen a favor de la vida, cuando ofrecen conocimiento y esfuerzo al servicio de la vida, la vida responde con más vida”.
Fue el triunfo de la vida, pero vida humana compartida, solidaria y concreta, sin abstracciones. José Luis Widow, columnista de la página de Internet VivaChile, señalará: “Cuando se entiende que el bien común pasa por personas de carne y hueso y en orden a cuidar, proteger y acrecentar esos bienes, las cosas siempre se hacen mejor, más eficientemente, y no obstante las ansiedades o contratiempos que puedan sobrevenir, con más alegría”. Peggy Noonan, del Wall Street Journal, apuntó mas allá cuando escribió: “Dicen en TV: Chile necesitaba esto. Pero el mundo lo necesitaba. Y el mundo lo sabía: por ello observaban, mil millones de ellos, como los mineros salían de la mina (…) Significa que no estás solo, Ud. es parte de de algo.  Sus hermanos están con Ud. aquí, están conmigo. Chile al no dejar a nadie atrás, al insistir que la mina San José era un área de desastre y no una tumba, demostró ser un inmenso ejemplo de aquella pequeña cosa que esta en el núcleo de cada sociedad: una familia que realmente funciona”.  La aldea global por esta vez fue una familia global.
Aún hay un tercer nivel que muchos quisieran silenciar pero quedó patente a todos. Los chilenos, como todo ser humano, tienen como una característica esencial de su naturaleza el sentido de Dios. Sentido de Dios que, hoy día, permanece dormido en lo más profundo de la conciencia de muchos, pero que en esta ocasión salió tan vivo y entusiasta como salían los mineros de su cápsula y que no escapó a la visión de muchos de los informadores.
Nieves San Martín, de Zenit apuntará: “Durante el rescate de los 33, a boca de mina, no hubo una palabra más pronunciada que esta: Dios. (…) Cuando los rescatados salen, como en un “parto” de la tierra, sus camisetas dicen Gracias Señor y, cuando se dan la vuelta para abrazar a sus familiares, podemos leer las palabras del salmista En sus manos están las simas de la tierra, y suyas son las crestas de los montes” (Salmo 95,4)”.
Gonzalo Rojas, en su columna de El Mercurio lo confirmó: “los chilenos no han perdido de vista que detrás de esos dolores y trabajos, sólo Uno podía terminar bien la faena. Los mineros han invocado a Dios, sus familias han pedido a Dios, los rescatistas se han encomendado a Dios, las autoridades han confiado en Dios, los simples espectadores vamos dando gracias a Dios”.
Y yo añado: los que dijeron que en el triunfo científico y técnico no hay que meter a Dios, no se dan cuenta de que, sin Dios, la empresa humana más perfecta puede hundirse en segundos, como le pasó al Titanic. Y que en todo trabajo bien hecho, por amor al prójimo, como se hizo en Chile, está Dios tan presente o más que en muchos templos.




