Cornelio Fabro, testigo de todo un siglo

Joaquín Reyes Barros | Sección: Religión

El día sábado 23 de Octubre tuvo lugar el VIIº Curso de Cultura Católica, organizado por el Instituto del Verbo Encarnado. En esta ocasión, el tema del curso fue la figura y el pensamiento del sacerdote católico y filósofo Cornelio Fabro (1911-1995), expuesto por el padre Elvio Fontana (I.V.E., Roma).

En la primera parte del curso, el padre Fontana abordó la trayectoria filosófica y cultural de Cornelio Fabro, aportando interesantes datos biográficos sobre su vida, su vocación al sacerdocio y su especial vocación a la filosofía, a la cual dedicó su vida.

Cabe destacar su temprana vocación religiosa –teniendo apenas 8 años comunicó a su párroco y a su madre su determinación de ser sacerdote– y su constante dedicación al estudio y a la filosofía. Aunque tenía talentos de sobra para otras tareas –estudió biología y psicología, además de tener aptitudes musicales–, se consagró casi con exclusividad al estudio de “Dios, el alma y el mundo”, los temas centrales de la filosofía.

Además, en esta primera charla se abordó su siempre cercana relación con los Pontífices, desde Pío XI hasta Juan Pablo II, de quienes fue muy apreciado por su labor filosófica.

En la segunda charla del curso –que tuvo por título Aportes a la filosofía y a la cultura– el padre Fontana destacó los inmensos aportes realizados por Cornelio Fabro en el campo de la investigación filosófica, redescubriendo la noción de “participación” y su importancia en la filosofía tomista –especialmente relevantes son sus obras La nozione metafisica di partecipazione secondo s. Tommaso (1939) y Partecipazione e Causalità (1961); la primera de ellas escrita cuando Fabro tenía apenas 25 años–, así como denunciando un cierto olvido de la doctrina del actus essendi –el acto de ser– por los comentadores posteriores. Según Fabro, reducir el acto de ser al sólo acto de existir deja la puerta abierta para caer en los errores de los filósofos modernos, que terminan reduciendo el ser a la subjetividad del individuo. Como se explicó en la charla, que el acto de ser sea entendido meramente como lo que hace pasar a una esencia de la posibilidad de ser a ser en acto implica darle primacía a la esencia por sobre el ser, lo que contradice la enseñanza del Doctor Angélico y deja abierta la puerta para sustituir a Dios como dador del ser y poner en su lugar a un “yo trascendental” o cualquier otro sucedáneo.

Pero además de sus aportes en el desarrollo de la filosofía de santo Tomás de Aquino, Fabro se destacó por estudiar a fondo el fenómeno del ateísmo y a varios filósofos modernos, como Kierkegaard (a quien tradujo completamente al italiano), Hegel, Marx, Heidegger o Sartre, “no sólo para someterlos a una crítica severa, sino también para recoger aportaciones que pudieran enriquecer o estimular el pensamiento clásico”, según observa un comentario publicado tras su muerte en L’Osservatore Romano. Tan bien los conocía, que en una ocasión, luego de ser acusado en un programa radial de refugiarse en el tomismo por tenerle miedo al mundo moderno, desafió a su contendor y a quien quisiera a un debate sobre filosofía moderna. Obviamente, nadie se atrevió a discutir con el padre Fabro.

Por último, se hizo mención a la violenta crítica que hizo el padre Cornelio Fabro a teólogos como Karl Rahner, que intentaron compatibilizar los dogmas de fe con la filosofía moderna. Famosas son sus obras L’avvventura della teologia progressista (1974) y La svolta antropológica di Karl Rahner (1974). En ellas argumenta contra la nueva teología, y muestra cómo lo que ocurre en estos teólogos es, en definitiva, un giro de Dios al hombre, que termina adorándose a sí mismo por sobre Dios. Estas ásperas discusiones con los teólogos de moda –a los cuales no dudó en llamar “pornoteólogos”–, y especialmente su crítica devastadora de la teología de Karl Rahner –que por esos momentos era, y sigue siendo, el teólogo de mayor renombre en muchos seminarios y escuelas católicas– le hizo merecedor del desprecio de sus compañeros y del deliberado olvido de su figura y de sus libros. Y es que con Fabro, como con muchos otros, se recurrió a la “conspiración del silencio”,  por resultar incómodo a los oídos de muchos.

Si bien la discusión con Rahner es casi lo único que se conoce de Fabro fuera de los ambientes especializados, resulta de suma importancia conocer y difundir el resto de su pensamiento, especialmente en estos tiempos donde el ateísmo y el pensar ideológico tienen campo libre en la sociedad, y donde muchos católicos se sienten con cierto complejo de inferioridad respecto a la cultura y a la filosofía moderna. El ejemplo del padre Cornelio Fabro es una muestra más de la profunda compatibilidad entre fe y razón y de la absoluta razonabilidad de la fe católica. Y es que, como dice brillantemente G. K. Chesterton, “la Iglesia nos pide que al entrar en ella nos quitemos el sombrero, no la cabeza”.