Catequesis
P. Raúl Hasbún | Sección: Religión, Sociedad
Es el arte de instruir en materias religiosas, de un modo sistemático y profundizado. Regularmente la catequesis se realiza por vía de comunicación oral o mediante el estudio de un documento (catecismo) que articula ordenadamente las verdades de la fe y sus fundamentos. En ambas vías predomina la abstracción conceptual: la fe debe ser razonada.
Pero nada hay en la inteligencia que no pase primero por los sentidos. La catequesis no puede prescindir del elemento sensorial, la representación gráfica e intuitiva de lo que se propone mediante la abstracción racional. Los niños aprenden el catecismo en imágenes. Una película bien hecha sobre episodios bíblicos y, en particular, sobre la pasión de Cristo puede ser un formidable momento de evangelización y catequesis. Cristo mismo es el perfecto ejemplo de la necesidad de trasparentar en signos visibles las realidades invisibles: se encarnó e hizo hombre para que en su humanidad aprendiésemos su divinidad.
La catequesis habla mucho de la fe como una luz. Sin fe, el hombre anda extraviado, sin saber adónde va y cuál sea el camino. Para caminar, necesita esperanza: es la virtud del caminante, que le alienta a proseguir sin pausa ni fatiga hasta lograr la meta. Y el caminante emprende la marcha y no se detiene a mitad de camino ni se rinde ante la extenuación, porque sabe que al final de su andar le espera un gran amor. Por eso, para eso se camina: para encontrar al amado. Un desesperado es uno que no quiere caminar porque cree que nadie lo espera al final del camino. Quien ama y se siente amado es todopoderoso: el amor todo lo puede, el amor vence siempre.
La fortaleza irreductible del amor necesita la contención de la prudencia. Ella le marca el territorio, diseña la estrategia y elige los medios idóneos para alcanzar lo proyectado. La prudencia es el amor inteligente.
Una vez que las virtudes reseñadas han emitido su veredicto, puede y debe el hombre emprender su trabajo sin fijarse en costos ni sacrificios. Literalmente, vale la pena: porque al final del día y del camino está el amor. Y las cosas valen en la medida en que sirven al amor.
Es típico del amor ser y fortalecer un vínculo de unidad. El amor es ajeno y contrario a la dispersión. Sus operaciones características son sumar y multiplicar: jamás restar o dividir. Porque viene de Dios, y el amor de Dios es siempre creativo, siempre unificador.
Lo acontecido en la mina San José y en la operación San Lorenzo es un catecismo ilustrado de las grandes verdades de la fe. Sin necesidad de libros, hemos visto y admirado en imágenes lo que el hombre puede y debe hacer cuando se deja iluminar por la fe, alentar por la esperanza, animar por el amor, conducir por la prudencia, multiplicar por la unidad. Todo es posible para el que cree en Dios y por eso en el hombre. Sólo nos resta asimilar, en fase preventiva, el capítulo de las vírgenes prudentes.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.revistahumanitas.cl




