¿El totalitarismo que viene?

Max Silva Abbott | Sección: Política, Religión, Sociedad

La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, con sede en Estrasburgo, rechazó recientemente –si bien por un estrecho margen– el llamado “Informe McCafferty” (en alusión a la diputada laborista autora del mismo), una propuesta que al más puro estilo orwelliano, pretendía negar el derecho a la objeción de conciencia por razones religiosas, morales o filosóficas, para el personal médico y sanitario, además de las instituciones de salud, en caso de ser requeridos para realizar abortos provocados o colaborar con los mismos. Por supuesto, dicha iniciativa contaba con la bendición de varios organismos internacionales ‘pro derechos humanos’.

No sólo eso: de acuerdo a esta iniciativa, se pretendía también que los objetores fueran prácticamente linchados, integrándolos a ‘listas negras’ públicas y excluyéndolos de sus trabajos; en suma, provocar una persecución y muerte profesional por defender sus convicciones, consideradas por el referido informe como ‘caprichosas’.

Afortunadamente, primó la cordura –al menos por ahora–, y el aludido organismo aprobó la Resolución 1763, titulada “Derecho a la objeción de conciencia en la atención médica”, que defiende “el derecho a la objeción de consciencia en el ámbito de los cuidados médicos legítimos”, agregando también que “Ninguna persona, hospital o institución será coaccionada, considerada civilmente responsable o discriminada debido a su rechazo a realizar, autorizar, participar o asistir en la práctica de un aborto, eutanasia o cualquier otro acto que cause la muerte de un feto humano o un embrión, por cualquier razón”.

En suma, lo que se pretendía era imponer un pensamiento único, incluso por la fuerza, elevado a la categoría de verdad oficial o dogma, atentando contra una de las libertades más fundamentales del ser humano: su conciencia. Y eso que la libertad de conciencia ha sido precisamente una de las banderas de lucha que tradicionalmente han invocado los sectores autodenominados ‘progresistas’, a fin de hacerse un espacio en una sociedad que estimaban ‘opresora’.

Sin embargo, parece que una vez alcanzado cierto nivel de influencia, estos sectores pretenden imponer por cualquier medio su forma de pensar y actuar, olvidando esa misma tolerancia que reclamaban en su momento. Con lo que pareciera que la tolerancia y la objeción de conciencia eran aceptables sólo para lo ‘políticamente correcto’ y la excusa para imponer un pensamiento único.

Por eso, y parafraseando nuevamente a Orwell, parece que quienes antes se autoconsideraban víctimas, apenas llegados al poder, no dudan en emplear mecanismos de opresión peores que sus supuestos verdugos.

Es por eso que no podemos dejarnos atropellar por un nuevo totalitarismo que pretende imponerse a nivel global de forma despiadada. De nosotros depende.