La soledad
Claudio Martínez Möckel | Sección: Religión, Sociedad
Hace ahora un año, murió el hijo de un vecino de la playa, al que llamaré Pepe. Era un chaval guapo, deportista, que tenía una íntima relación con su padre. Tenía 13 años. Murió de forma absurda. Sus padres cenaban con unos amigos en un restaurante de playa. El chico se fue enfrente al Club Náutico a intentar meterse en una especie de fiesta con baile que había en la zona del Bar del Club, pero el encargado le decía que no podía ser, que era menor, y tal. Estuvo dando la matraca, hasta que al final lo consiguió. De la alegría que le invadió, se dió la vuelta para decírselo a sus amigos, chocó con un cristal. Uno de los cristales se le clavó en la femoral. Se llamó a Emergencias, pero no pudieron hacer nada. Se desangró en pocos minutos.
Me acordé de aquella terrible frase de Blaise Pascal: “Me aterra el silencio de los espacios infinitos”. Hay muchas cosas grandes, infinitas, preciosas. Dice Javier Cercas y muchos otros intelectuales, que la verdadera droga dura es el Conocimiento, con mayúsculas. Si te engancha el estudio, el leer, el conocer, puedes abandonarlo todo, para intentar descifrar si ese Silencio Aterrador tiene otra cara de la moneda, o es que simplemente somos una simple cerilla que brilla intensamente un segundo, y se vuelve a apagar al instante en el inmenso mar de la nada. Eso creía Ingmar Bergman, el gran drogadicto sueco de esa sed por conocer. Eso creía, hasta que una vez, asistió en su agonía a una de las mujeres con las que había convivido (una de tantas). Después de muerta, sentía de forma tremenda y seguía sintiendo muchos años más tarde, la presencia de esa persona. Y eso le hizo cambiar de opinión. No era verdad que después de la muerte sucediera la Nada. No podía ser. Tenía que haber algo al otro lado. La entrevista se puede ver aquí.
Todo eso es muy bonito, pero ¿que puedo hacer yo por Pepe? Todos somos niños pequeños, todos somos esa cerilla frágil que tiembla ante la inmensidad de los espacios infinitos vacíos. Además la muerte del hijo de Pepe, con todos los respetos, es mucho más terrible que la muerte de una de las amantes de Bergman. Tuvo cientos, que sirvieron, con todos los respetos, para buscar sensaciones e inspiración para sus pelis hiperprofundas… El hijo de Pepe, era un gran amor. Grande porque era el amor de un padre, a su hijo pequeño, al que yo ví crecer. El hijo de Pepe, cuando era pequeño, y se despertaba con pesadillas de monstruos, de soledad, de vacío, iba a la cama de su padre, se acurrucaba allí. El Padre, siempre sostiene al hijo mientras cruza con él el puente que nos sostiene sobre el abismo de la Nada, y nos lleva desde el amor de los padres hacia el gran Amor de Dios. Porque el Padre, daría Todo por su hijo. El padre se apaga si hace falta, se quitaría de en medio, sin dudarlo, para que el hijo viviera, fuera feliz. Darlo Todo, sin red, es lo que enciende la luz en nuestra corta existencia.
Sí… pero en este caso, ¿existe Dios? ¿o existe más bien el Absurdo, el Silencio? El cristal que segó la vida de Jorge, cayó sobre él porque existe una maldita ley de la gravedad, porque no era un cristal de seguridad, porque… No hay un porqué. Es Absurdo. Dios permitió aquello, porque Él lo podía haber evitado. Silencio. Durísimo grito en el túnel negro de la existencia. ¡Ay! Si supiera Pepe lo que me hace sufrir eso… Porque NO es así.
Dios se hizo hombre. Más bien se hizo Hijo, se hizo “bebé”. Se escondió en una cueva. La gente más sabia lo encontró, aunque no todos los sabios: eran unos tipos que venían de lejos, y unos pastores analfabetos. Toma ya sabiduría. Y también, al momento, la persona más poderosa de Israel lo buscaba para matarle. Los que tenían los medios para realmente hacer algo en la sociedad: las leyes, el dinero, el ejército, las influencias, el conocimiento. En una palabra: el Poder. Esos, los que tenían el Poder, lo buscaban para matarle. Y Dios se escapa y hace sufrir a su Madre, y hace pasar hambre a su Padre San José, y se van a una tierra extranjera, sin derecho de asilo, sin paro, sin seguridad social, sin ahorros, sin nada. Después, se tira el 90 por ciento de su vida (30 de 33 años) escondido en una miserable aldea de la parte miserable de Israel (Galilea era la zona donde vivían los agricultores, pastores, pescadores: la zona con pedigrí era Judea). La aldea nunca había salido en las profecías del Antiguo Testamento. Dios jugando al escondite con el Conocimiento, con el Poder, con la Astucia. Dios en Silencio. ¿En Silencio de verdad? Pero que queríamos… un Dios ultrapoderoso, que nos aterrorizara, que nos dejara ver que somos un montón de polvo, unos gusanos. ¿Una Voz terrible al final del túnel? Esperábamos… el Poder Absoluto… Queríamos, tener, como Dios tiene, el Poder Absoluto para ejercerlo… ¿contra quién? ¿Queríamos el Poder como Herodes, la Sabiduría como Herodes…?
Dios crea unas reglas en el Mundo. Un orden perfecto. Un equilibrio. Amor y Belleza. Todo está relacionado de manera sublime con Él. Y luego va y se muere el hijo de Pepe. Sí. Pero antes se murió el Hijo de Dios, y muerte de Cruz: la peor de las muertes. Todos estamos crucificados en el Calvario con Él. Todos sufrimos en esta vida el Calvario, del dolor, de la angustia, del Fin. Todos tenemos pecados, y somos ladrones: somos indigentes que se han levantado contra el Dios del Universo muchas veces. Queremos el Poder, supuestamente su Poder. Pero su Poder no es ese. Y Él se deja crucificar junto a nosotros. En medio está Él. Y hay uno de ellos, que le pide ayuda. Y es el primer cristiano de la Historia. El primer cristiano de la historia es un ladrón y asesino. Y el otro ladrón, queda fuera. Esa es la terrible disyuntiva. Hablar con Dios, pedirle, o exigirle que nos dé El Poder, las Reglas. Y eso no es posible. El Hacedor del Universo, es sólo uno. Y nos llama a compartir su gloria y su poder. Pero su poder NO ES la fuerza. Es el Amor. La Razón, el Poder, el Logos, el verdadero quid de todo es el Amor. El Amor es el puente que nos hace cruzar el abismo de la Nada. El conocimiento, la Razón es Amor. El Amor, es el verdadero Conocimiento.
Sí, pero ¿y Pepe?… ¿Sabe Pepe eso? Y ¿qué queremos? ¿Qué se quiebre el Cielo, y baje Dios en forma de rayo? Teresa, Yo quise, pero los hombres no han querido, le responde Jesucristo a Teresa de Ávila. Pepe, intuye, pero no ha conocido el Amor de Dios todavía. No sabe como entrar en la intimidad con Dios. Hizo la primera comunión, tiene nociones de catecismo, etc. Sus padres le apuntaron en un colegio de religiosos con el propósito de apartarle de males morales mayores, pero… que no te coman el coco. Ni se te ocurra plantearte con radicalidad el Evangelio, hacerte cura, o algo semejante. Tomártelo en serio, vamos. Y luego la crisis del Posconcilio hizo el resto.
Insisto. Y ¿Pepe qué? No tuvo culpa de eso. Permítaseme, por una vez una onomatopeya desagradable… Pues, ¡coño! Pepe depende de mí. Así de claro, así de fuerte. Si yo no le muestro que Dios le quiere, muchísimo, nadie se lo mostrará. A eso, se le llama Apostolado, Amistad, Cariño. El mayor cariño. Mostrarle a Pepe, que no sólo Jesucristo se hizo Niño. Que aún hay más. Mucho más que eso. Hay locura. Se abaja hasta el pan, y se queda ahí. Donde vive Pepe, hay varios sitios donde está el Santísimo expuesto, escondiendo todo su poder de forma absolutamente inerme, dependiendo de las manos de sacerdotes, de insultos y blasfemias sin fin, de sacrilegios, de desprecio. Está al lado nuestra. Ahí. Pegado a nosotros. Sólo hace falta poner la radio en sintonía. Y para entrar en sintonía, en diálogo con Nuestro Señor, hace falta, una cosa: una buena confesión y un estudio de la doctrina cristiana adaptado a las circunstancias personales. Y luego, a hablar con Él. A quejarse a Él. A enfadarse con Él. A gritarle a Él. A llorar con Él. Y vendrá el Río, el Fuego, la Paz, la Tormenta, la Calma. Vendrá mi Dios a él. Y todo ese Dolor salvaje, brutal, inhumano, que no se cura con pastillas de ningún tipo (adiós psiquiatras, adiós), se transformará en cariño y ternura de un Dios que sufre por nosotros, que tiene las manos atadas, porque Él no es Poder. Él es Amor. Porque el Amor, es el único Poder. Y Pepe será otra vez como ese hijo pequeño, que va a buscar a su Papi en la noche oscura, va a acurrucarse en los brazos de su Padre Dios, que sabe más, que es más fuerte, que sostiene el Mundo, que no dejará que nada ni nadie nos aparte de su Amor.
Recemos por Pepe, a la Madre de Jesús. Ella sabe más. Beata Mater ora pro nobis at filium tuum Domine Nostre Iesu Christe!
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Análisis Digital, www.analisisdigital.com




