La sociedad del hiperconsumo, el sexo, las drogas y el alcohol
Josep Miró i Ardèvol | Sección: Sociedad
Días atrás (lunes, 13 de septiembre) el escritor Félix de Azúa publicó un muy buen artículo en El País, El crepúsculo de una casta. En él relata sus impresiones después de leer los diarios de un comentarista famoso en el Reino Unido, James Lees-Milne. Concretamente, se refiere a los escritos entre 1953 y 1974. Tiene la sinceridad de no recomendar la lectura de los mismos y al tiempo señalar que aquellos textos están cualificados para “mostrarnos la decadencia y desaparición de una clase social que había dominado el mundo desde el siglo XVII”. Añade: “He escrito clase social pero sería mejor hablar de casta”. Pero, el núcleo del artículo al que quiero hacer referencia es otro, dice así: “lo que los franceses lograron en un solo año con la ayuda de la guillotina hubo de hacerlo mucho más lentamente el Reino Unido con la ayuda del alcohol, el sexo, la ruina económica, las drogas, la desesperación, los Gobiernos socialistas, la debilidad mental y la esterilidad”
La tesis es clara: clase, casta, grupo social, lo que los destruye es el alcohol, el sexo –se sobreentiende que desmadrados–, la incapacidad o mala gestión de su economía, las drogas, unos estados de ánimo determinados, la debilidad mental, seguramente afectada por todos los desastres anteriores, y la esterilidad, sin detallar a que categoría humana aplica este concepto, aunque sin duda el hundimiento de un grupo social implica necesariamente la incapacidad de generar una descendencia suficiente.
Pues bien, hay que decir que estos mismos parámetros son aplicables a una buena parte de nuestra sociedad. No se trata de ninguna casta dominante porque el daño es interclasista, pero sí afecta a grupos enteros que poseen un gran predicamento a través de la gran ceremonia de la confusión que orquestan los medios de comunicación hoy, empezando por la televisión. Unos dominan por su dinero, otros lo hacen simplemente por su imagen, porque pertenecen a esa categoría nueva y extraña llamada ‘famosos‘.
Más allá de ellos, empresarios, profesiones liberales, asalariados y sobre todo jóvenes, muchos jóvenes, viven atrapados en un esquema donde impera el alcohol, el sexo, las drogas, la mala gestión económica, porque la crisis también tiene su clave explicativa en un consumo ligado al endeudamiento desaforado. Y si no la desesperación, si al menos el miedo y la frustración ante el futuro, una exagerada incapacidad intelectual para entender la realidad y el haber abominado de los hijos.
La tasa de fecundidad de las mujeres españolas que no corresponden al grupo de católicas, especialmente las practicantes, o inmigrantes, no llega al 1. Está en el cero noventa y tantos. Hay que recordar que la tasa global es de 1,4 y que ésta a su vez es muy inferior a la necesaria para mantener el equilibrio de la población que se sitúa en el 2,1 hijos por mujer en edad de tenerlos. Creo que se podría escribir una historia formada por retazos de multitudes de hombres y mujeres, de familias de nuestro país, que si los tratáramos con la misma mirada que Azúa examina a aquella semi extinguida casta social británica obtendríamos resultados sociales tanto o más desoladores.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Forum Libertas, www.forumlibertas.com




