Fe

P. Raúl Hasbún | Sección: Religión, Sociedad

La semana de inquietud, esperanza y regocijo que Chile vivió y el mundo admiró ante la mina San José merece caratularse como “Nuestra Fe en Vivo”. El nombre de Dios, y el de su Madre virginal fueron invocados en forma pública y reiterada, por el pueblo sencillo y afligido, y por las máximas autoridades políticas. Nadie pretendió que esa sola invocación fuera por sí suficiente para rescatar con vida a los mineros. Todos constataron que la eficiencia tecnológica optimizó su eficacia gracias a la fe de los peritos, la fe de los orantes y la fe de los atrapados en la oscuridad de la tierra.

La fe es amiga y aliada de la razón, de la ciencia y de la experiencia. La oración no sustituye a la acción, como tampoco la acción se sostiene y fructifica sin la oración. La divina Providencia no excluye, sino que normalmente se sirve de la humana virtud cardinal de la prudencia. No hay para qué contraponer, como adversativas, aquellas verdades y operaciones que por su propia naturaleza han de conjuntarse como copulativas.

Sin la razón, la fe degenera en penosa credulidad o impenitente fanatismo. Sin la fe, la razón se corrompe en su lucidez inteligente y termina fatalmente sucumbiendo ante el escollo o enigma insalvable de la muerte. Cuando nuestro amigo está enfermo, oramos para que su médico acierte con el diagnóstico y la consiguiente terapia, y para que en su humano desvalimiento encuentre, el enfermo, su mejor título para implorar misericordia y sanación. La oración por el enfermo no hace necesariamente milagros, pero sí nos consta que pone un nuevo aliento en su corazón y una atmósfera de activa esperanza entre quienes lo rodean. A Dios le interesa todo lo que afecte a su hijo, el hombre. Ni el menor detalle escapa a su divina Providencia. El nombre griego de Dios, “Théos” (Zeus) alude al Teatro, el lugar en que todo es visible y se protagoniza una escena cuyo Autor principal coactúa con los protagonistas desde un libreto y en una dirección que El ha preordenado hacia el amor. La divina Providencia es siempre bilateral: cada actor aporta lo suyo. Aunque mínimo, el aporte del hombre es indispensable. Dios no quiere marionetas ni esclavos, sino excavadores y constructores libres. Santa Teresa decía: “Teresa sola, nada; Teresa con Dios, mucho; Dios con Teresa, todo”. Sintetizó así la enseñanza de Cristo: “Sin Mí, nada podéis hacer”, y la experiencia de Pablo: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”.

La oración de la fe nos hace partícipes de la omnipotencia de Dios. La ciencia y la prudencia nos permiten y obligan a actuar como instrumentos de la divina providencia. La fe y la razón unidas, jamás serán vencidas.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.