¡Apartad, niños, que vienen los sabios!

José-Fernando Rey Ballesteros | Sección: Religión

En algún portal que se dice dedicado a la información religiosa, y en el que la información aún anda a la espera de que el griterío opinador le haga un hueco para abrirse paso, se ha armado un buen revuelo a costa de la Primera Comunión de los niños. Estos opinadores de sus propios complejos parecen asustados, y ya han ocupado posiciones de combate ante el “rumor de un aviso de posible amenaza de hipotética toma de postura” de la Iglesia en favor del adelanto de la Primera Comunión a la edad de los siete años, tal y como aconsejó el Papa S. Pío X. ¡Ah! ¡Oh! ¡Eh! ¡Cuidado! ¡Que vuelven los carcas! ¡A sus puestos! ¡Peligro! ¡Involución!

Todo empieza con un artículo de Mons. Cañizares, en el que estimaba oportuno retomar los consejos de aquel Santo Pontífice y adelantar la edad en que los niños reciben por vez primera a Jesús Sacramentado. Posteriormente, Benedicto XVI, en la audiencia pública del pasado miércoles, ha recordado a San Pío X (¡Oh, casualidad!), y ha enunciado, entre sus aciertos, el del adelanto de la edad de la Primera Comunión: “Por esto recomendó acercarse a menudo a los Sacramentos (…) anticipando oportunamente la Primera Comunión de los niños hacia los siete años de edad, ‘cuando el niño comienza a razonar’ ”.

Está claro que tanto el Papa como Mons. Cañizares advierten un peligro en la Iglesia, y ese peligro es el de la pretendida “fe adulta”, que supone la negación de las palabras de Jesús, según las cuales “el Reino de Dios es de los que son como niños” (Mt 19, 14). Es esa “fe adulta” la que ha inculcado en muchos bloggeros y bloggeras cristianos un “complejo de sabios” que les lleva a levantar la manita y a decirle a la Santa Madre Iglesia lo que es mejor para Ella. Aquí cualquiera que tenga una “fe adulta” y un blog a mano o un espacio para escribir debajo se siente con el derecho y la obligación de aconsejar a papas, a obispos, a teólogos y a jerarcas, aunque toda su cultura religiosa se reduzca a dos o tres libros mal leídos y un atracón de confidenciales pseudoreligiosos. ¡Así nos luce el pelo! Es lógico que, con tanto “sabio” suelto, acaben algunos pidiendo que no se imparta la Primera Comunión a los niños hasta que no hayan escrito dos o tres comentarios en algún blog.

Yo, que no soy sabio, pero tengo un blog, como, además, soy párroco, me limito a hacer lo que mi obispo me dice. Aquí, en Madrid, la edad de la Primera Comunión es la de nueve años, y, mientras el Card. Rouco no diga otra cosa, a esa edad harán los niños la Primera Comunión en mi parroquia. Si mañana me dice que la hagan a los siete, a los siete la harán, y si me pide que se la administre con el biberón o después del primer afeitado, también lo haré, que para eso está el Obispo y para eso estamos los párrocos. Pero como, además, creo haber estudiado algo más de teología que la media de bloggeros y comentaristas que circulan por la Red, me voy a permitir explicar algún concepto, por si a alguien le pudiera interesar:

La eficacia de un sacramento depende de dos factores, a los que llamamos Opus Operatum y Opus Operantes. No son dos factores iguales en peso e importancia. El Opus Operatum es la fuerza que el Sacramento tiene de por sí, nada menos que la del Espíritu Santo, el Paráclito, que hace su entrada en el alma y la transforma por su propio Poder. Y el Opus Operantes es la cooperación mínima que debe prestar quien recibe el sacramento para que Dios pueda actuar en él. Permítanme explicarlo con un ejemplo: si el Papa viene a bendecir mi casa, su presencia es todo un acontecimiento que basta para atraer sobre mi hogar una copiosa cantidad de gracias. Pero, si yo no le abro la puerta, de nada me aprovechará la visita. Pues bien: el Papa que viene a mi casa, sería, en el ejemplo, el Opus Operatum, y mi humilde puerta de madera que rechina al abrirse sería el Opus Operantes. El protagonismo del acontecimiento, lógicamente, es del Papa, no de mi puerta ni de los pasos que yo doy para hacerla girar sobre sus goznes. Del mismo modo, el protagonismo, en el Sacramento, es del Espíritu Santo, no del pobre hombre que recibe a Dios en su alma. A éste le basta la mínima disposición que le permita abrir la puerta, lo cual, en el caso del sacramento, es saber lo que recibe y a quién recibe. Y, descendiendo al terreno de la cuestión en “litigio”, habrá que responder a la pregunta: “¿puede un niño de siete años saber a Quién recibe en la Primera Comunión?”. Desde luego, si me lo preguntan a mí, no tengo la más mínima duda: en mi parroquia tengo a un buen puñado de niños que pueden. No sólo pueden, sino que lo saben mejor que muchos adultos. No sólo lo saben mejor que muchos adultos, sino que lo saben, incluso, mejor que yo. No sólo lo saben, incluso, mejor que yo, sino que yo, de buen grado, me arrodillaría ante ellos y le pediría al Señor la fe que ellos tienen, todavía no contaminada por la soberbia, por la sensualidad que oscurece el entendimiento, y por la codicia de bienes terrenos que ensucia el espíritu. A cualquiera de esos niños, si el Obispo me lo pidiera, le daría la Primera Comunión hoy mismo.

Pero, como no me lo ha pedido, no se la doy. Porque lo que me importa no es discutir lo que parece que podría anunciar que dispondrá en un futuro no muy lejano la Santa Sede, sino obedecer a mi pastor para santificarme yo y santificar a los míos, en lugar de perder tiempo con mi “fe adulta” diciéndole a la Iglesia lo que tiene que hacer. Al final, no me extrañaría nada que nos dijeran que, para recibir la Primera Comunión, lo que es preciso es tener “menos de siete años”… de infancia espiritual.

Sabios abstenerse”.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Análisis Digital, www.analisisdigital.com