Tolerancia

Dennis McInerny | Sección: Sociedad

El espíritu esencial de cualquier era o sociedad dada se revela muy a menudo por aquello que en ella se estima como las principales virtudes y los más odiosos vicios. Si permitiéramos que los medios de comunicación fueran nuestra quía en esta materia, llegaríamos fácilmente a la conclusión de que nuestra era considera la tolerancia como una de las virtudes más altas. Ciertamente, hoy día se pone mucho énfasis en la tolerancia. Constantemente se nos está recordando lo importante que es tolerarnos unos a otros. Y, por el lado negativo, regularmente se nos advierte contra los males de la intolerancia.

¿De qué manera podemos entender el énfasis que actualmente se pone en el tema de la tolerancia? ¿Debería ser considerado sólo un signo más de la vigorosa salud moral de la sociedad en la que vivimos? ¿O se presta para otra interpretación considerablemente menos favorable?

Al intentar contestar estas preguntas es bueno que empecemos por el principio. Parecería, a primera vista, que la tolerancia podría ser considerada como una virtud moral. Considerada como tal, si la pregunta fuera “¿deberíamos esforzarnos por ser tolerantes y por evitar ser intolerantes?” la respuesta debería ser, sin vacilar, “.” Después de todo, ¿quién no querría ser virtuoso, o evitar un vicio? Si la tolerancia fuera, por sí misma, una virtud moral, entonces la tolerancia sería, tal como es, una cosa buena. Pero, ¿estamos justificados en aceptar sin más que la tolerancia es una virtud moral? Pienso que no.

Debemos clarificar nuestras ideas con respecto a este importante tema. ¿Qué es la tolerancia? La palabra “tolerancia” se deriva del verbo latino tolerare, que significa sobrellevar, soportar, aguantar. El objeto de la tolerancia, aquello que se soporta, que se sobrelleva o se aguanta, es invariablemente algo negativo. Hablamos por ejemplo, de gente que tiene baja tolerancia a las distracciones, es decir, que se distrae con facilidad. O, para citar otro ejemplo, los fisiólogos nos dicen que las mujeres, en promedio, tienen mayor tolerancia al dolor físico que los hombres, es decir, que pueden aguantar el dolor mejor que los hombres.

Ahora, la cosa que hay que observar acerca de la tolerancia es que, sólo como tal,  no tiene una dimensión moral inmediata. La incapacidad para tolerar distracciones puede ser simplemente un asunto de temperamento natural y la capacidad para tolerar el dolor se puede explicar en términos de la forma en que estamos hechos, cosas sobre las que una persona no tiene un control directo. El que la tolerancia asuma o no un carácter virtuoso dependerá en gran medida de que sea una actitud asumida deliberadamente.

Hasta donde yo sé, santo Tomás nunca considera la tolerancia, en sí misma, como una virtud moral. Parecería que la virtud moral real a la que más se acercaría la tolerancia sería la paciencia. La virtud de la paciencia, a diferencia de la tolerancia, no es solamente soportar algo difícil o doloroso, sino hacerlo por un fin más alto. Santo Tomás enseña que la paciencia representa un esfuerzo consciente y voluntario para conservar un bien racional frente al sufrimiento.  La persona paciente, aguanta las dificultades en aras de un bien que trasciende esas dificultades. Así, observamos que los santos son siempre pacientes, porque soportan todas las cruces que se les envían por el supremo bien que es el amor a Dios.

¿Puede permitirse tolerar cosas que no sólo son negativas sino positivamente malas? No sólo se puede permitir, algunas veces es inevitable. Hay ciertas circunstancias en que sobrellevar males particulares a causa de que un intento para librarse de ellos sólo da lugar a males mayores, y la situación que seguiría sería peor que la primera. Pero esas circunstancias deben ser consideradas excepcionales, y el punto en que hay que insistir aquí es que tolerar el mal en esas circunstancias no significa aprobarlo. El mal es simplemente “aguantado”, sobrellevado, como una presencia penosa que, si fuera posible hacerlo, nos llevaría a realizar urgentemente las acciones necesarias para librarnos de él.

Aquí hay que hacer una distinción crítica, entre tolerancia como simplemente aguantar un mal del que en el momento no podemos librarnos, y tolerancia que, más allá de tomar una actitud permisiva con respecto al mal, en realidad lo aprueba. Es esta segunda forma de comprender la tolerancia, tolerancia que implica permitir y aprobar el mal, la que está siendo enérgicamente patrocinada por nuestra sociedad hoy día. Y debe ser resistida con la misma energía. Llamaremos a esta forma de comprender la tolerancia —lo que representa una incomprensión grave— tolerancia indiscriminada.

La tolerancia indiscriminada, que es indiferente a la calidad moral del sujeto al que se dirige, es muy irracional y radicalmente destructiva en sus efectos sobre la sociedad.

Los fervientes abogados de la tolerancia indiscriminada querrían hacernos creer que son completamente “abiertos” y “libres de prejuicios” en sus actitudes y que están dispuestos a tolerar casi cualquier cosa. Pero el hecho es que son muy selectivos en su tolerancia, que lo que no toleran en absoluto es que se permita participar libremente en el juego a las opiniones que contradicen las suyas propias. Y, lo que es mucho peor, muchos de los abogados de la tolerancia indiscriminada están promoviendo una actitud que implica permitir y aprobar conductas que son intrínsicamente malas. En otras palabras, están defendiendo una tolerancia subjetiva para lo que es objetivamente intolerable.

Es imperativo, en tiempos tan difíciles como los actuales, que luchemos incansablemente en favor del estatus objetivo de la ley moral, y que de ese modo preservemos nuestra integridad moral. No debemos permitir que se nos amedrente o intimide por parte de quienes sustentan una comprensión distorsionada de la tolerancia y del papel que debería desempeñar en la sociedad. Debemos conservar nuestros cinco sentidos alerta. Pensemos con claridad y hablemos sin evasión ni ambigüedad con respecto a la ley moral. La tolerancia es buena sólo si no implica avalar algún mal. Si hay algo en este mundo que es enfática e incuestionablemente intolerable es el mal.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Fraternitas Sacerdotalis Sanct Petri, www.fssp.com.