El ataque contra la Sagrada Familia

Josep Miró i Ardèvol | Sección: Religión

Hace ya un montón de años que el crecimiento de la Sagrada Familia, el único templo expiatorio que se construye en el mundo, provoca disgusto en sectores caracterizados por su sectarismo antirreligioso. El ver como en Barcelona se alza una obra religiosa que constituye un centro de interés mundial –el lugar más visitado de la ciudad por encima de todos los restantes monumentos y museos, incluido el segundo con mayor afluencia, el del FCB– ha hecho que periódicamente se levanten voces que pretenden que el templo no se culmine, bajo el argumento falaz de que Gaudí no lo hubiera realizado de la misma manera. De seguir este criterio, la mayoría de las grandes catedrales góticas no se habrían finalizado, porque casi nunca el maestro de obra que la iniciaba era el continuador. El hecho de que el arquitecto Gaudí fuera un católico, ahora en proceso de beatificación, acentúa aquella actitud.

Todo esto no me lleva a afirmar que el trazado del túnel del AVE a escasos centímetros de la Sagrada Familia sea un hecho morboso y deliberado. No lo creo, aunque al mismo tiempo y como técnico que conoce los datos, me resulta incomprensible entender por qué tanto empecinamiento en escoger la opción constructiva más cara, lenta y arriesgada, o sea el paso por el centro de la ciudad, que, además, va a condicionar la velocidad de paso del Ferrocarril convirtiendo el AVE en una especie de tranvía.

Ahora, el ministro de Fomento, José Blanco, que en demasiadas ocasiones confunde la práctica política con la insidia, ha dicho en un lugar teóricamente tan serio como es el Congreso de los Diputados que la amenaza para el templo no radica en el túnel ni en las vibraciones del paso del tren, sino en la propia construcción, que por su peso origina grietas. Nunca nadie se ha atrevido a decir tal barbaridad. Y esta no debe dejarse pasar por alto, porque detrás de ella ya se han empezado a lanzar otra vez aquellos que quieren evitar que la obra se culmine.

La venida del Papa para consagrar el templo, que es una parroquia de Barcelona, todavía acentúa más la búsqueda de causas que desvirtúen la obra. Baste recordar que en los años 70 un arquitecto insigne proponía detener las obras y convertir lo construido en una estación de metro. Sí, una estación de metro en lo que después ha sido catalogado por la UNESCO como patrimonio de la humanidad. Pero, es que la verdad, la realidad, los hechos, lo que es justo, la belleza, no les importa nunca para nada a los sectarios. Lo que les interesa es simplemente destruir aquello que les estorba y el templo estorba.

El argumento del Sr. Blanco intenta además curarse en salud. Persigue cubrirse del escándalo que puede producirse si la continuidad del templo se ve amenazada ahora o dentro de dos años como fruto del movimiento del subsuelo o de las vibraciones ocasionadas por el paso del ferrocarril.

Barcelona tiene una mala historia en túneles dotados de todas las garantías. Aún está fresca la memoria de la desgracia del Putxet, un barrio de la ciudad, que como consecuencia de una obra de este tipo, dedicada al metro, literalmente engulló todo un edificio. Lo que debe hacer el ministro si es que tiene un mínimo interés en la verdad de las cosas es explicar cómo es posible que: 1) Presente un informe provisional de la UNESCO como definitivo. 2) El informe provisional diga una cosa y el de los técnicos, también de la UNESCO que presentaron sus resultados días antes, afirmen lo contrario. 3) Cómo se explica que argumente en nombre de la UNESCO cuando a día de hoy todavía hay expertos de aquella organización estudiando la Sagrada Familia.

Blanco es un seguidor fiel de Rodríguez Zapatero. Lo es sobre todo en aquello en lo que destacan: en la utilización del engaño a gran escala como arma política.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Forum Libertas www.forumlibertas.com.