Una sombra muy oscura del último medio siglo

Pedro Beteta | Sección: Sociedad, Vida

Si miramos un poco hacia atrás para ver el trecho recorrido en este último medio siglo, nos encontramos con una gran diversidad de paisajes que van desde los bucólicos que recuerdan los relajantes fondos de escritorio de un ordenador hasta los lúgubres torreones del Castillo de Harry Potter.

Los adelantos de la técnica, de la medicina, de la solidaridad internacional ante catástrofes naturales, etc., sugieren los policromados y positivos paisajes que consuelan y agradan a cualquiera. Pero junto con estas abundantes luces hay demasiadas oscuridades, sombrías tinieblas, noches sin luna de un egoísmo atroz.

Una mancha grasienta que se ha extendido con más rapidez que el reciente escape de petróleo en el golfo de México y que está provocando una catástrofe ecológica de proporciones gigantescas actuales y futuras es el hedonismo que mostró su cara a finales de los sesenta. Un cáncer que fue diagnosticado por Pablo VI y que el mundo enfermo no quería oír ni mencionar pero que el Papa dijo y firmó. Desde ese veredicto, el prestigio del Papa, hasta entonces progresista, se acabó para el mundo. Querían escuchar otra cosa. Pero no. La Encíclica Humanae vitae dijo lo que nadie refutará jamás aunque se llamen teólogos o pastores. El Pastor de Roma con la autoridad que se le otorga “de lo alto” sentenció y lo hizo además para siempre.

Recientes elucubraciones fantasmagóricas sobre el inacabado profético tercer secreto de Fátima, con conexiones de terremotos y volcanes circulan por la red y por otros medios de comunicación. Pero, ¿han visto reaccionar con lo del petróleo de BP a los ecologistas? Como los Sindicatos en tantos países les habrán tapado la boca con dólares o euros.

El egoísmo de los hombres extinguirá la raza humana y prácticamente sólo la Iglesia, ante las protestas de los estériles, de los burgueses que prefieren tener animales a hijos, así como muchas otras especies de este jaez, defiende la verdad sobre el hombre capaz de amar, capaz de dar y de darse. Decía Chesterton en Ortodoxia: “Si alguien dice que la extinción es mejor que la existencia, o que la existencia vacía es mejor que la variedad y la aventura, entonces no es una de esas personas comunes con quienes estoy hablando aquí. Si alguien prefiere la nada, nada le puedo dar”.

En esta décadas se han ido cubriendo metas muy tristes: el divorcio que viene a ser como cambiar de tumbona en la cubierta del Titanic, cegar con mil excusas las fuentes de la vida que ha supuesto un envejecimiento de la población occidental abocados a ser fagocitados por las culturas “de la cabra y la escalera” en las que las mujeres paren gozosamente, o por el afán de maternidad que lleva “ganar la mano al Creador” si se retrasa mediante la fecundación “in vitro” yendo contra nuestra natural amorosa manera de venir al mundo, el de un clima generoso y humilde de paternidad responsable que se conforma al querer de Dios. Ya no habla casi nadie de ella pero sigue vigente la Humanae vitae, en cambio sí se ha dado un triste gran paso al aborto libre, a la eutanasia, etc.

La ciencia ha experimentado avances increíbles. Es un progreso inexorable que sólo una catástrofe nuclear podría reducir a pavesas. Nunca, ni los más poderosos de la antigüedad, posiblemente, hayan tenido la calidad de vida que tiene el hombre de hoy, incluso los de una mediana economía más bien baja. Se puede afirmar que esta orden divina de dominar la tierra va teniendo lugar. No obstante, si no se tiene en cuenta la realidad antropológica, si se olvida quién es el hombre, de dónde viene y a dónde va, el avance científico se revuelve contra el hombre hasta utilizarlo como producto de consumo, esclavitud, etc.

La primera acción ecológica hoy es ¡salvar la especie humana! La muerte del Prof. Lejeune supuso la pérdida de un grandísimo científico que tuvo un especial “carisma” para utilizar sus profundos conocimientos de la vida y de sus secretos en favor del verdadero bien del hombre y de la humanidad. “La vida tiene una historia muy larga –solía decir–, pero cada individuo tiene un comienzo muy preciso: el momento de la concepción”. Explicaba que el embrión es, sin lugar a dudas, uno de los nuestros, ¡un hombre!, aunque el más chico. “El increíble Pulgarcito, el hombre que era más pequeño que el dedo pulgar existe realmente; y no en la imaginación de un cuento, sino el que cada uno de nosotros hemos sido”.

Lo que ha sucedido en este medio siglo lo resumen las palabras esta conocida escritora. “El amor es sacrificio, y el ser humano lo vuelve egoísta. El amor es pureza y el ser humano lo ensucia. El amor es esperanza y el ser humano lo desespera. Confundimos el amor con el sexo, la posesión con la felicidad, la inquietud con la ilusión… No sabemos manejar el amor. Por eso lo destruimos” (Mercedes Salisachs, en Adagio Confidencial).



Nota: Esta columna fue publicada originalmente en Análsis Digital, www.analisisdigital.com