Tareas para el gobierno

José Luis Widow Lira | Sección: Política, Sociedad

Mucho se ha hablado y con razón de la reconstrucción de Chile luego del terremoto. Se ha insistido también bastante en el hecho de que ella no sólo debiera ser de índole material, sino también espiritual y moral. En efecto, inmediatamente después del terremoto apareció una cara muy fea de Chile que, aunque luego fuera compensada con la cara bella, fue signo de que algo malo acontece no sólo en el orden de los bienes exteriores, sino también en el de los interiores.

Quiero referirme en este artículo a un par de tareas que se me ocurre podrían ser útiles en la reconstrucción integral de Chile. Son tareas para, primero, para el gobierno, pero también para todos los chilenos. Son tareas concretas y que se pueden abordar en el corto plazo, aunque los beneficios no lo sean tanto. En otras palabras, son tareas que se pueden abordar “aquí y ahora”.

La primera tiene que ver con la reconstrucción física de Chile, pero en una materia que definitivamente enaltece el espíritu: el arte. ¿Por qué no aprovechar el impulso reconstructivo de manera de que no sólo se reconstruyan las casas y negocios, sino que también se pueble el espacio público de obras de arte?  Sé que mi sugerencia podría parecer un despropósito, pues la urgencia está por el lado de que las personas más gravemente damnificadas cuenten con un techo o recuperen su fuente de ingresos. Pero me parece que aprovechar la ocasión para ayudar a “reconstruir el alma” –en el fondo, para educar– a través del arte no es excluyente con esas tareas  urgentes. No debiera ser caro. Se pueden seleccionar, por ejemplo –y sólo a modo de ejemplo–, cincuenta ciudades en Chile, entre grandes, medianas y pequeñas, y luego llamar a un concurso internacional en el que con buenos premios se atraiga a grandes artistas. Una buena escultura que contemplar, de la que además cada ciudad pueda sentirse orgullosa, sería, me parece, un buen modo de evitar quedarnos en una reconstrucción en base a mediaguas y ayudar, así, a que aprendamos a apreciar la belleza que nos arranca de nuestras urgencias y angustias.

La segunda tiene que ver con la reconstrucción humana de Chile, entendiendo por “humana” el sentido más literal en que puede tomarse el término. Me refiero a la población: es urgente que el gobierno aborde el problema gravísimo en el que está empantanado Chile relativo a la baja tasa de natalidad. Como es sabido, estamos bajo la tasa de reposición de la población. Cada vez hay menos niños. No voy a hablar de las consecuencias nefastas que esto puede tener en el largo plazo para la economía, la educación (por ejemplo, cierre inevitable de centros educacionales que no serán necesariamente los peores), la ciencia, etc. Pues soy un convencido de que más vidas humanas es positivo en sí mismo y no por sus consecuencias. Pero si alguien no compartiera esto, creo que le pueden bastar las consecuencias para entender que es preocupante y que es un problema que hay que abordar.

Evidentemente no se trata de que sea el gobierno –las personas concretas que ocupan cargos de gobierno, desde el Presidente para abajo– que se ponga a “hacer niños”. Tal cosa sería engorrosa y vergonzante. Se trata más bien de estimular de los modos más variados posibles la natalidad. Se puede partir con una buena campaña pública y seguir con una buena batería de leyes que ofrezca beneficios sociales, tributarios y de toda índole a los matrimonios que cooperen con el desarrollo de Chile simplemente trayendo generosamente nuevos niños a la vida. Todo matrimonio que aporte con más de dos niños, de manera de que no sólo reponga la población existente, sino que la aumente, debiera recibir beneficios, los que irán progresivamente creciendo mientras más numerosa sea la familia. De esta manera Chile crecerá no sólo materialmente, sino también porque será mayor el número de chilenos que pueda gozar de la que, aun terremoteada,  sigue siendo una copia feliz del Edén.