Nos gustan los cerdos, pero no los sentamos en la mesa

Diego Ibañez Langlois | Sección: Sociedad

Si desaparecen los buenos modales no se puede construir una sociedad decente, en la que la dignidad de la persona humana, sea quien sea, jamás debe olvidarse. Recuerdo la anécdota del caballero que a la salida de misa daba siempre una moneda de diez pesos al pobre que tenía su puesto fijo en ese lugar. Un día éste le hizo ver a su benefactor que urgía un aumento de la limosna, ya que con esa moneda era bien poco lo que se podía hacer. El señor se indignó y lo llamó desagradecido. El mendigo, ofendido en su dignidad, sólo le dijo: “Entonces, búsquese otro pobre…

También recuerdo que en un restorán de la Costa Brava, llegó un gringo que puso los pies sobre la mesa. El mozo le pidió educadamente que los bajara. En lugar de hacerlo, le espetó en su medio castellano: “A ustedes los españoles gustarle mucho los dólares…”. “Sí, le respondió el camarero. También nos gustan mucho los cerdos, pero no los sentamos a la mesa…”.

El mendigo y el camarero dieron una lección de dignidad, la que se olvida con demasiada frecuencia. Hoy se ha perdido esa armonía entre la confianza y el respeto. “Hay confianzas que dan asco”, reza un refrán. Entre padres e hijos se ha ganado en confianza, pero se ha perdido la noción del respeto. C.S. Lewis asegura que “existen reglas de buenos modales”. Y añade: “Mientras más íntima la ocasión, menor es la formalidad, pero no por eso ha de ser menor la necesidad de la cortesía”. Necesitamos vivir una vida humana de los buenos modales para no convertirnos en bestias, como los árboles piden agua.

Si se educara a los niños en el sentido profundo que tiene pedir las cosas por favor, si les enseñamos a saber recibir con agradecimiento lo que se les da y no como un derecho adquirido, valer decir a saber dar las gracias, y si desde muy chicos aprenden a reconocer sus errores, especialmente con las personas, y pedir perdón, estamos en el camino acertado para que se comporten como seres humanos, ya que el respeto y el agradecimiento son señales de la dignidad de la persona, y no, como parece creerse hoy, convencionalismos vacíos de profundo significado.




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Hacer Familia, www.hacerfamilia.cl.