Héroes
P. Raúl Hasbún | Sección: Religión
El heroísmo designa un esfuerzo eminente de la voluntad, hecho con abnegación, que lleva al hombre a realizar actos extraordinarios en servicio de Dios, del prójimo o de la patria.
Racionalmente, el P. Maximiliano Kolbe no tenía obligación de ofrecerse como rehén-sustituto del padre de familia que lloraba con desconsuelo su segura muerte en el bunker de Ausschwitz. La misma fría razón parecía sugerir, más bien, que la propia vida pudiera ser más útil, para la causa de la Iglesia, que la de ese atribulado polaco elegido a dedo para expiar por la fuga de un recluso. Y bien sabía, el P. Kolbe, el género de vida y el modo de muerte que aguardaba a todos los encerrados en el habitáculo sin luz ni ventana ni alimento ni agua, prolongando su agonía hasta una semana.
Su voluntad primó sobre la razón y venció los sentimientos, autoimponiéndose un esfuerzo eminente, es decir, que sobresale en altura, en mérito, en precio, en extensión con respecto a los estándares comunes.
Para ello necesitó abnegarse, es decir, sacrificar voluntariamente los propios intereses, en especial su esperanza de libertad y derechamente su vida.
Así consumó un acto extraordinario, el acto supremo del amor: dar la vida por Dios, por la patria, por el amigo o hermano. El P.Kolbe es santo porque vivió y murió heroicamente.
Para la Iglesia, es santo canonizable quien haya practicado heroicamente las virtudes teologales y cardinales.
Muchos, tal vez la mayoría, lo hicieron mediante actos excepcionales, demandantes de la máxima rendición que un hombre pueda hacer de sí mismo a la voluntad e intereses de Otro que es más que él.
Juan el Bautista, Esteban diácono, Pablo de Tarso –todos ellos mártires– ilustran con su sangre este heroísmo extraordinario.
Hay, sin embargo, varones y mujeres que la Iglesia reconoce y venera oficialmente como santos, sin que en sus biografías aparezcan relatos de proezas descomunales ni intervenga ese factor verificador que es el martirio.
Sor Blandine, Religiosa Ursulina, y nuestra Teresita de los Andes se inscriben en esa categoría de héroes que no hicieron nada extraordinario.
“Amar, sufrir, orar, servir”, resumió Juan Pablo II la espiritualidad heroica de nuestra primera Santa. Cuatro pilares de vida evangélica que son accesibles a todo bautizado.
¿Y la Beata Blandine? Si tenía que servir en la cocina, servía en la cocina. Si le ordenaban hacer clases, hacía clases. Si le tocaba estar enferma o cuidar a los enfermos, asumía cabalmente dónde debía estar y qué es lo que debía hacer.
Estar donde uno está, hacer lo que uno hace, ser el que uno es: prestar ininterrumpida atención a los mil pequeños detalles y alfilerazos de la vida ordinaria, sólo que en grado extraordinario de obediencia, de humildad y de caridad, es el heroísmo necesario y suficiente para ser incluido en el catálogo de los Santos.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.




