Ecología, ecopanteísmo y calentamiento mental

Luis Fernández Cuervo | Sección: Política, Sociedad

Algo hay en el mundo (no sólo en Dinamarca) que huele a podrido”. Si todo es relativo, si no hay verdades firmes, cualquier hallazgo científico pronto se pudre de intereses espúreos. Si se destierra la verdad, aparece la fuerza del poder económico, político, mediático o los tres mezclados.

La sensibilidad ecológica y el cuidado de la naturaleza es uno de esos casos. Durante los siglos XVIII y XIX, el hombre se dedicó a explotar con éxito la Naturaleza. En el Siglo XX se descubrió que esa explotación, o se sometía a criterios más racionales y conservadores, o se tornaba en destrucción irreparable. Así nació el criterio ecologista de amor, respeto y cuidado del medio ambiente. Era algo positivo pero pronto se desbarrancó en el ecologismo ideológico.

Tras el fracaso rotundo del comunismo en Europa, los antiguos “rojos” buscaron otra causa o pretexto para sus actividades y mudaron su agresivo color por el verde de los bosques y las praderas. El nuevo color era más suave a la vista pero no la actitud de los nuevos creyentes. La ONU debería haber sido un freno para este delirio de indigenistas, neomarxistas, ex-frailes ecologistas y demás ralea, pero cual si ella misma fuera Pachamama –¿o majamama?– los acogió maternalmente y parió una Carta de la Tierra que para uno de sus inspiradores, Mikhail Gorbachev, es “el manifiesto de una nueva ética para el nuevo mundo”, un verdadero “Decálogo de la Nueva Era”, base para un código de conducta universal que debería haber regido el mundo desde el año 2000.

Estos nuevos conceptos –dijo el ex premier soviético y antiguo jefe de la KGB–, se deberán aplicar a todo el sistema de ideas, a la moral y a la ética, y constituirán un nuevo modo de vida. El mecanismo que usaremos, será el reemplazo de los Diez Mandamientos, por los principios contenidos en esta Carta o Constitución de la Tierra”.

Bueno, pues, ya fue la magna reunión en Cochabamba y debido a los dislates que allí dijeron, entre otros, Evo Morales y Hugo Chávez, ha sido una reunión tan fracasada como la pasada en Copenhague contra el calentamiento global. Casi ni nos hemos enterados de lo que allí se gastó en palabras vacías.

¿Y del calentamiento global? Todavía hay periodistas y políticos despístados que siguen creyendo en él. Es un globo mediático que sigue deshinchándose. Terminará como el histerismo sobre el “agujero del ozono” –¿se acuerdan?–. El hemisferio norte del planeta, en vez de hacer caso al profeta Al Gore y su creciente freírnos en calores extremos, sufrió uno de los inviernos más crudos y unas nevadas enormes como no se conocían desde hace cien años atrás y que se extendieron a sitios hasta entonces increíbles, como el norte de Texas o al congelamiento de las palmeras de Florida. ¿Qué dijeron los “calentólogos”, cómo lo explicaron? Que yo sepa todos ellos guardaron silencio –espero que silencio avergonzado– y el señor Al Gore debe andar por ahí, bien calladito, disfrazado de pupusera o de indio siux.

¿Van a seguir dándonos la paliza mediática con la nueva diosa de la madre tierra (la Pachamama para los quechuas) y su adoración globalizante? No sé, ignoro si en la pasada reunión de Cochabamba se llegó a leer el engendro ecologista-panteísta redactado por Leonardo Boff, ex-fraile franciscano, y su Declaración universal del bien común de la madre tierra y de la humanidad.

Ignoro si este buen señor ha evolucionado o sigue pensando lo mismo que dijo hace tiempo en Buenos Aires: “Lo mismo un gusano que un chimpancé que nosotros. Todos hermanos o primos hermanos. Talvez el chimpancé tiene escondidos los dos genes que lo diferencian del ser humano, talvez es el futuro del humano” (…) “La especie humana, está condenada a hacer lo que hace porque es un parásito de la tierra” (…) ”Es mucho mejor para la Tierra que desaparezca ese cáncer… –¿él se incluye entre esos parásitos?–. La Tierra puede seguir tranquila desarrollando otra forma de vida, infraestructura biológica candidata a sucedernos. Portadora de espiritualidad”.

Dejando el calentamiento mental de esos “pachamámicos” para otra ocasión, señalaré que en Francia causa revuelo entre los científicos y la opinión publica, el libro de Claude Allègre: “La impostura climática”, donde acusa al Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de ser un sistema al estilo de la mafia, que promueve un mito sin bases científicas. Allègre es uno de los científicos franceses más notables, ex-ministro de Ciencias en el gobierno socialista y él y otro científico ilustre, Vincent Courtillot, llevan varios meses de agitados debates en radio y TV, contra los “calentólogos”, tanto que a sugerencia de la actual ministra de Ciencias, Valérie Pécresse, la Academia Nacional de Ciencias de Francia organizará en octubre un debate oficial sobre el cambio climático. A ver qué sale de ahí.