Liderazgo escolar
Germán Gómez Veas | Sección: Educación
En nuestro país mejorar la calidad educacional pública se ha establecido como un objetivo prioritario desde todos los sectores. Y para lograr este propósito se ha avanzado en torno a unos escasos acuerdos. Uno de los reducidos acuerdos entre los diversos agentes educacionales (Ministerio, académicos, Centros de Estudios, etc.) consiste en atribuir una destacada importancia a los directores de los establecimientos en la mejora de la calidad educativa.
No cabe duda que sobre la cabeza de cada colegio recae no sólo una enorme responsabilidad sino también una alta expectativa en orden a lograr en los alumnos un desempeño de excelencia. Pero ¿cuál es la principal misión o función de estas autoridades? En nuestro país hay diversas posturas pero está cobrando cada vez más fuerza la visión que consigna a los directores un rol preeminentemente administrativo. De hecho, esta perspectiva ha relegado a un segundo lugar aquella que posiciona la función de la máxima autoridad escolar en un rol centrado en los aprendizajes de los alumnos y en el progreso de los profesionales que están a su cargo.
¿Qué perspectiva nos permitirá recomponer la calidad educacional?
Un estudio reciente, que Michael Barber y Mona Mourshed publicaron bajo el patrocinio de McKinsey & Company, nos proporciona interesantes pistas apoyadas en una extensa indagación que considera numerosos países, teniendo a la vista especialmente aquellos que conforman la OCDE. En el estudio, titulado How the World’s Best-Performing School Systems Come Out On Top, se valida la tesis de que los directores son un factor muy relevante para que las comunidades educativas alcancen un desempeño excelente. Sin embargo, respecto de las características y funciones de los directores escolares el estudio establece un extraordinario acento a la dimensión propiamente educativa.
Interesante perspectiva que bien vale la pena considerar y saber encauzar a la realidad de nuestros establecimientos municipales. La investigación da cuenta que los directores deben poner su máximo esfuerzo en un liderazgo instruccional antes que entregarse a un liderazgo administrativo, es decir, la intención y relevancia de los directores debe estar en el binomio enseñanza-aprendizaje antes que en la administración del establecimiento.
Lo señalado significa que los directores excelentes son aquellos que están presentes en todas las esferas del aprendizaje; son aquellos que dedican su mayor tiempo a formar y a hacer crecer profesionalmente a sus equipos directivos y docentes, son los que entusiasman a sus profesionales con metas altas y descubren los medios para ello, son aquellos capaces de indagar –con conocimiento– sobre diversas áreas y niveles del curriculum; en palabras de un director exitoso que reproduce el estudio al que hemos hecho referencia: “ser docente es ayudar a los niños a aprender. Ser director es ayudar a los adultos a aprender. Por eso es difícil (…). Yo recorro los pasillos, recorro los pasillos y recorro los pasillos. (…). Solo reviso mi correo cuando todos los demás ya se fueron”.
Este perfil directivo supone a mi parecer, tres características imprescindibles que debiesen constituir parte del plan de formación a los directores de centros educativos. Por una parte, las máximas autoridades escolares deben contar con una buena preparación en las materias y técnicas pedagógicas; en segundo lugar, debieran distinguirse por ser personas que sepan descubrir y promover el capital humano que lideran; y en tercer lugar, tienen que ser dueños de una alta habilidad, para por una parte saber incluir creativamente a su equipo de gobierno en la definición del camino adecuado que permitirá cumplir las metas, y por otra parte para dotarlos de un espíritu lo suficientemente flexible en la resolución de los diversos conflictos que regularmente ocurren en los centros educativos.




