El plasma de Bielsa

Michael Mayne-Nicholls Klenner | Sección: Sociedad

La semana pasada, el seleccionador nacional de fútbol, Sr. Marcelo Bielsa, realizó una conferencia sobre liderazgo en el Casino de Viña del Mar. Los que no asistimos, pudimos leer algunas de las opiniones que dio ante cientos de oyentes, reproducidas el viernes 16 de abril en el diario El Mercurio. Lo que más llamó la atención es que éstas no fueron acerca de fútbol –de hecho, ese fue el tema del que menos habló–, sino de moral, y respecto al delicado tema de los saqueos post terremoto.

¿Qué fue lo que Marcelo Bielsa dijo en esa ocasión? Citemos textualmente al entrenador para poder entender con claridad el tenor de sus comentarios:

Te dicen que sos un tarado por no tener un plasma y más cuando se va a jugar un Mundial. Cuando el televisor te lo venden en cien cuotas, no saben tampoco si tú lo vas a poder pagar (…) Pero cuando alguien dice mirá, en vez de pagarlo en 100 cuotas, que es un robo, róbalo. Porque otro hizo el trabajo sucio, quebró la vidriera y sacó el candado. La gente entra y lo saca, no porque sean malos, sino porque han sido empujados a esa cuestión.

¿Empujados? ¿Por quién? ¿Por qué? Permítaseme por un momento escribir en primera persona: yo no tengo un plasma ni un LCD, mucho menos un LED; tampoco un Blue-Ray, un MP-4, ni manejo en un Audi A4 al trabajo. Y como pasa con todos mis conciudadanos, día a día recibo una pesada artillería publicitaria que majaderamente deleita mis sentidos con información de esos relucientes productos, mientras subrepticiamente trata de hacerme pensar que mi mundo y mi vida serían mejores sólo por tener uno de ellos: tendría mayor aceptación social, mejor suerte con el género opuesto, y sería un poco más bello… ¿No es esa, precisamente, la labor de la publicidad, es decir, “empujar” a los potenciales consumidores a adquirir esos productos? Sin embargo, no por carecer de estos bienes me levanto, tomo algunas piedras, quiebro las vitrinas y los hurto. La mayoría desea fervientemente esos nuevos “chiches” tecnológicos, pero solamente un ínfimo porcentaje de esa mayoría los adquiere con malas artes.

¿Por qué no todos reaccionan igual ante el “empujón” que describe Bielsa? No podemos olvidarnos que los saqueos fueron resultado de acciones libres por parte de algunos. Fue por el mal uso de su voluntad deliberada que cometieron esa falta, y por eso sí se les puede evaluar negativamente desde un punto de vista moral. Culpar a otros del “empujón” es una excusa tanto añeja como típica. Nos recuerda a la secta maniquea, aquella que planteaba que el hombre se encontraba esclavizado por un mal sumo o principio maléfico que actuaba en él con poderes absolutos, forzando su espíritu y su voluntad. O a cierta enfermedad ideológica del pasado, que, culpando a los ricos de la pobreza de los pobres, se sentía “empujada” a una revolución por las armas en pos de robar a los que más tienen para dar a los que no.

Por otro lado, ¿no es malo el robo, independiente de las circunstancias? Aclaremos que ni siquiera estamos hablando del robo de artículos de primera necesidad para enfrentar el desabastecimiento post terremoto, ¡sino de televisores y lavadoras!

Mas adelante, Bielsa continúa:

No podemos situarnos en una posición en que yo soy el bueno y todos los demás son los malos, sin que la crítica y el resentimiento nos ganen, porque yo soy el único que batalla, porque soy el único perfecto.

¿No existe la superioridad moral de unos sobre otros? ¿Es que los padres no tienen superioridad moral sobre sus hijos? Si es que la respuesta fuese negativa, difícilmente podrían educarlos (además de hacerlo por la fuerza, claro está). La potestad paterna se basa, precisamente, en las capacidades –fundadas en la experiencia– de los padres para ser autoridad moral en el correcto desarrollo conductual de sus retoños. ¿Y los profesores, sobre sus alumnos? Siguiendo esta idea del sr. Bielsa, sería prácticamente imposible que un profesor lograra el respeto de sus estudiantes, ni que estos le escucharan en temas tan importantes como evitar la copia o enfrentar con responsabilidad el cumplimiento de sus deberes. ¿No tiene superioridad moral, el mismo sr. Bielsa, sobre sus jugadores? Tanto padres, como profesores y entrenadores, no sólo entregan conocimientos técnicos o científicos, sino que con su labor constituyen la piedra angular desde la que se construye la verdadera educación, así como la entendían las antiguas humanidades, es decir, como una formación integral de personas, tomando en cuenta los múltiples aspectos que en ella tienen lugar. Cuando Marcelo Bielsa le exige a sus jugadores entrega y esfuerzo en la cancha, cuando los castiga si llegan tarde a las concentraciones, o los reprende si no cumplen con sus indicaciones en el entrenamiento, ¿no está, en cada una de esas acciones, educando moralmente a sus pupilos? Es evidente que sin una superioridad moral que organice las voluntades de los jugadores, ningún equipo estaría en condiciones de alcanzar su fin propio, que es ganar el juego. Pareciera que a Bielsa se le olvida que diariamente en su trabajo hace uso de esta potestad.

Estas ideas nos recuerdan la típica urticaria que en algunos produce el hecho de que se intenten definir parámetros universales de comportamiento moral. Pareciera que es una arbitrariedad o, más aún, una tiranía que alguien pretenda regular o siquiera opinar sobre el comportamiento de otros. ¿Es que no vale de nada saber más? O quizás debiéramos preguntar, ¿no puede saber más una persona que otra, respecto a temas morales? Hoy en día, en pos de no parecer dictadores morales, se tiene que aceptar que da lo mismo la opinión de alguien a quien jamás le ha importado cultivar su conciencia moral, que la de aquel que sí ha leído, por ejemplo, la Ética a Nicómaco del Filósofo, las Confesiones del divino de Hipona, o la Suma de Teología del aquinate. Pero no sólo quienes estudian ética tienen un mejor conocimiento del bien: ¿qué pasa con la experiencia moral que entregan los años? Por supuesto que las opiniones de quienes la poseen tienen mayor validez a la hora de ser escuchadas.

Además, si Bielsa elige, entre los distintos jugadores nacionales, a los mejores desde un punto de vista futbolístico, es decir, desde la técnica, ¿no se puede hacer también una distinción desde el análisis moral? Si hay futbolistas técnicamente mejores que otros –y por consiguiente seleccionables–, ¿no puede haber personas moralmente mejores que otras? Bielsa sí considera que puede hacerse distingos en materias técnicas, pero no así de acuerdo a su comportamiento moral. ¿Es que el primer criterio –el técnico– es menos subjetivo que el segundo? No parece ésta una muy buena explicación. Pensemos solamente en las discusiones del café, en las oficinas o asados, donde chocan disímiles posiciones respecto a un mismo tema futbolístico, como, por ejemplo, qué jugador debe ser seleccionado y cuál no, o que esquema de juego debería utilizarse: ¿Valdivia o Fernández el enganche?, ¿debe ser convocado Pinilla?, etc. Si por algo es que en Chile, frente a la selección de fútbol, somos 16 millones de entrenadores…

Finalmente, nos queda referirnos a la confesión más insólita que Bielsa realizó ese día:

“Si hubiera podido, me robaba el plasma. ¿Saben por qué yo me lo robaba? Porque yo estaba en Pinto Durán, había un televisor Sony, que yo no lo había pagado. Era de la federación, un regalo, y yo estaba preocupado por si se caía. Y no era ni mío. ¿Qué quiere decir eso? Que, haciendo la proyección, hubiera robado porque con todo lo que tengo materialmente, estaba preocupado por un televisor que no pagué. ¿Cómo un tipo medio, de a pie, como se dice aquí, no hubiera robado?”

¡Pero que mal hecha la proyección del sr. Bielsa! ¿Es que todo aquel que se preocupó por sus bienes es un potencial ladrón? Es evidente que al entrenador se le olvidó que eran muchos los chilenos que sí estaban preocupados por sus cosas, intentando salvar lo que fuera entre los escombros, pero no por ello lo hacían mirando las pertenencias del vecino, ni mucho menos robándolas, aprovechándose cobardemente de las difíciles circunstancias. Hay que recordarle al sr. Bielsa que nuestro país está lleno de “tipos medios, de a pie” que nunca robaron, que ni siquiera tuvieron la intención de hacerlo. Esos “tipos medios”, gracias a Dios, fueron mayoría.

Es preocupante que un personaje con tanta influencia en nuestro país reconozca abiertamente que si él hubiese estado ahí, sin duda habría robado. Pero más preocupante aún es que, refiriéndose a su posible reacción personal, trate de dar una justificación a los robos que efectivamente fueron realizados por otros. ¡Y eso que la charla se llamaba “Cómo formar líderes positivos”!… ¡Genial manera de hacerlo! Esperemos que en el futuro el sr. Bielsa no nos ayude tanto en la formación de nuestros líderes, más allá de los límites de una cancha de fútbol.




Nota:

(1) Este poder desconocido y malvado era, para los maniqueos, el principio de todo mal posterior; es decir, afirmaban con esto que todo mal provenía de otro mal. El plantear que todo pecado llevado a cabo por la voluntad humana debe su génesis a este principio tiránico del mal termina, finalmente, destruyendo toda potestad del libre albedrío sobre sus actos.