Saqueos

Enrique Van Rysselberghe Herrera | Sección: Política, Sociedad

En las situaciones extremas se conoce realmente al ser humano.

El terrible terremoto que nos acaba de azotar fue sin duda alguna un tiempo de dolor, como a su vez, de descubrimiento de las características de una nueva generación de chilenos con una deformación moral francamente preocupante.

En los años 60 nuestro país sufrió un terremoto tanto o más fuerte que el actual; sin embargo el compartamiento de la población, siendo que hubo indicios de conductas antisociales, distó mucho del caos y anarquía generalizada que en el marco de los terribles saqueos se pudo percibir.

La pregunta central es, ¿Por qué hemos llegado a esto? ¿Qué está detrás de una reacción tan inhumana como aquélla?

La respuesta está, sin duda, en la formación, o mejor dicho, la deformación que está detrás de quienes así han actuado.

Han sido veinte años de un sistema educacional y cultural en donde los valores de la izquierda han predominado. En donde se nos ha sistemáticamente atacado el sentido común. En donde al bien se le llama mal, y al mal se le llama bien. En donde se ha hecho acento sustantivo sobre nuestros derechos, y se han dejado de lado la importancia de nuestros deberes. En donde sistemáticamente se ha tratado de arrinconar a Dios, y con ello toda su Verdad. Esta generación estaba callada, silenciada, pero con el terremoto despertó y mostró sus vicios en toda su dramática magnitud.

Gracias a Dios la “(de)generación del saqueo” no está sola; hay un grupo importante de personas que, bajo el alero de la Iglesia, y de familias bien constituidas en donde los padres han cumplido su rol de manera ejemplar, que pueden hacer contrapeso y dar una luz de esperanza para el Chile del Bicentenario.

Es esa generación la que debe tomar las riendas de nuestra Patria para llevarla al desarrollo, y con el ejemplo vivo de sus conductas virtuosas, rectificar el estilo de vida y hacer que las virtudes se impongan por sobre los vicios.

Como dejó plasmado un destacado senador asesinado a inicio de los 90:

“Al mismo ser humano se lo puede atraer, indistintamente, explotando las más bajas pasiones o apelando a sus más nobles sentimientos, dualidad que siempre coexiste como alternativa para la conducta de cada persona. En cada uno de nosotros siempre se jugará la disyuntiva entre dejarnos arrastrar a las mayores bajezas o de empinarnos hacia las más elevadas manifestaciones que es capaz el espíritu humano. Todo dependerá de cuales sean los estímulos más fuertes que nos rodeen y, en definitivamente, de qué actitud asumamos frente al opuesto llamado de ambos” (Escritos Personales, Jaime Guzmán Errázuriz).