En Chile lo provisorio se transforma en definitivo

P. Gabriel Guarda | Sección: Arte y Cultura, Sociedad

Los muros blancos, el silencio y la luminosidad del monasterio benedictino de Las Condes infunden paz en estos tiempos agitados. Con voz pausada, pero marcada por la preocupación, el padre Gabriel Guarda (O.S.B.) –arquitecto, Premio Nacional de Historia y autor de una extensa obra historiográfica– recuerda la multitud de cataclismos en la vida del país. “Una vez más vivimos una experiencia que se ha repetido tantas veces en los más de 400 años de historia de Chile. Terremotos acompañados de maremotos. Ya en 1575, Mariño de Lobera describe un terremoto y maremoto sucedido en Valdivia, calcado al ocurrido en 1960. Y tenemos el traslado de Penco a Concepción, tras una serie de terremotos y entradas del mar. Nada nuevo, pero pareciera que esa memoria se pierde cuando se mueren las personas que lo vivieron”.

Guarda tiene la esperanza de que “se reconstruyan todos los edificios que constituyen testimonios únicos de nuestra historia”. Implora, como lo han hecho otras autoridades, “para que el pánico y el desconcierto no lleven a decisiones apresuradas. El descorazonamiento es natural y primero hay que dar consuelo al dolor de tantas personas y satisfacer las necesidades básicas de la población. Pero espero que luego triunfe la cordura sobre el pánico y la irreflexión. Yo tengo la esperanza de que sea así. Desde el año 85 hasta hoy ha habido un aumento de la conciencia patrimonial. A nadie ya se le ocurre pensar en botar la Biblioteca Nacional u otro edificio porque está dañado o tiene grietas. Antes eso ocurría”.

Las penas más grandes

-De todo el patrimonio que está en el suelo, ¿qué le duele especialmente?

“Me duelen mucho las capillas rurales. Es una especialidad cultural de la zona central y se trata de patrimonios únicos: una expresión artística de influencia jesuita, pero digerida por el pueblo. Ahí se bautizaron, se casaron, se les hicieron los funerales a tantos chilenos de otros siglos. Son el punto de referencia de muchos pueblos rurales y han sido el escenario de los hitos en la vida de las personas de la zona. Eso conlleva un valor que hay que salvar como sea”.

“Se trata de capillas que tienen una modulación, una estructura simple de una o tres naves, una arquitectura cuya grandeza reside en su humildad y sencillez. La nobleza que tuvieron tantos chilenos y todos esos viejos párrocos rurales para cuidarlas y preservarlas, a pesar de todos los embates, merece respeto”.

-¿En este universo, lamenta la caída de algún templo en especial?

“Muchos, sería una lista larga de enumerar. Ahora, si tuviese que mencionar uno, citaría el templo de la Compañía de Graneros, la iglesia de la hacienda de la Compañía de Jesús. Una iglesia de gran importancia histórica, que tenía un retablo valiosísimo. A pesar de la destrucción, todo se puede recrear, partiendo de una punta que se rescate entre las ruinas. La mayoría de estas iglesias, además, están documentadas. También me preocupa el conjunto de Quinta de Tilcoco, que era una especie de ‘Escorial’ de la arquitectura chilena”.

La mentalidad del galpón

-Dado nuestro carácter de país tan sísmico, cuyos temblores se empinan a los 9 grados, ¿no es más sano asumir que nuestro patrimonio histórico-arquitectónico es casi inexistente?

“Cada uno tiene lo que tiene. No podemos compararnos con Perú y Perú no puede compararse con España. Pero es lo nuestro, lo propio. Estados Unidos tiene poco patrimonio histórico, pero ¡cómo lo cuida! Saben que es valioso. El Huique, por ejemplo, es un testimonio único de toda una forma de vida. Restaurarlo es una máxima exigencia desde el plano museológico”.

-¿Y cómo proceder ahora? Muchos sienten que ya no tienen fuerzas para reconstruir lo que ya se ha caído otras veces.

“En mi opinión, hay que tratarde reconstruirlo todo. Los obispos deben rendir cuentas sobre la memoria de la fe. La Santa Sede tiene una ‘inquiridium’ que reúne una serie de documentos sobre la conservación del patrimonio, algunos tratan específicamente el caso de América Latina. Fue una gran preocupación de Juan Pablo II”.

-¿Cree que a veces este patrimonio religioso no ha recibido la atención que requería?

“Como en todas partes, a veces falta cultura en nuestro mundo eclesiástico. Pero también hay casos notables. El obispo Donoso, de La Serena, ha ido, con mucha calma, recuperando todos los templos dañados por el terremoto que hubo en su zona hace algunos años. Para eso, ha gestionado el apoyo de Centro Nacional de Conservación y Restauración de la Dibam. También los obispos de Copiapó, Rancagua, Valdivia y Chiloé, por nombrar sólo algunos, han tenido gran preocupación por el tema”.

“Tras este terremoto no puede pasar, como ha ocurrido en Chile, que lo provisorio se transforme en permanente y que los galpones terminen convertidos en iglesias definitivas. Y ojalá que nunca más ocurran casos como los de las catedrales de Ancud y Concepción. Se decidió botarlas con premura y luego tuvieron que dinamitarlas durante días, porque no cedían”.

Los controvertidos materiales

-¿Cómo reconstruir, entonces? ¿A qué materiales recurrir?

“La receta es hacer las cosas bien hechas, en los materiales propios y que correspondan, utilizando los conocimientos de hoy. Hoy tenemos construcciones nuevas, de concreto, que están hechas pedazos. En cuanto a materiales, en mi opinión, el adobe sirve. El monasterio de las monjas benedictinas de Rengo o ‘casas de Mendoza’ soportó el terremoto de muy buena forma. Su torreón es de 1682 y su iglesia es de 1770. Eso sí, contó con una restauración cuidadosa. Porque toda construcción necesita un cuidado. El que se hayan caído construcciones totalmente abandonadas no puede extrañar a nadie”.

“El adobe no puede tener filtraciones, porque lo humedecen y socavan. Es usual que le agregan un baño nuevo al lado de la muralla de adobe y eso es fatal. Algunas estructuras de madera, como las escalerillas, ayudan y trabajan bien con el adobe. Pero el trabajo de calidad con el adobe en Chile ha estado muy abandonado, incluso sé de personas que han debido recurrir a adoberos peruanos”.

-Pero a veces, incluso con restauraciones, el adobe cayó.

“Es cierto, pero a veces las restauraciones comprenden pinturas y ornamentación, pero no se revisa el esqueleto general”.

“Construcciones históricas de ladrillo bien mantenidas –ojalá bien amarradas con cemento– también resistieron en buenas condiciones. La Catedral, el Palacio Arzobispal, el actual Museo Histórico, la Municipalidad de Santiago”. Algunas tienen daños, pero son menores y esperables en un terremoto de tal intensidad.

-La iglesia de la Divina Providencia también sufrió.

“Tiene algunos daños en la torre, pero su nuevo párroco, Patricio Sagredo, es amante del patrimonio y de seguro va a hacer una gran labor. Es increíble pensar que el 1985 algunos pensaron en demoler esta iglesia, un hito geográfico de Providencia y la memoria de una gran obra social. Merece ser respetada, está en el imaginario colectivo, como tantos otros lugares dañados. Yo soy muy optimista, la voluntad va a aparecer de entre los escombros”.

¿Cómo abordar los daños patrimoniales?

“Guardar con prontitud todos los objetos con riesgo de ser robados. También albergar en cajas, debidamente identificadas, las imágenes religiosas que se encuentren en las construcciones derruidas, aunque estén partidas en mil pedazos”, es uno de los consejos del padre Guarda. El equipo de la Comisión Nacional para los Bienes Culturales de la Iglesia, formula otras sugerencias para el rescate de iglesias y edificios patrimoniales.

• Para evitar mayores daños por las lluvias, cubrir los sectores dañados con materiales aislantes provisorios como láminas de plástico grueso sobre techos. Para apuntalar muros en peligro, utilizar contrafuertes de madera.

• Recopilar todos los antecedentes del edificio, como planos, dibujos y otros documentos. Fotografiar cada detalle y objetos dañados.

• Contactar maestros y profesionales que manejen el tema del patrimonio o que tengan experiencia en edificios antiguos.

Nota: Esta entrevista fue realizada por Elena Iarrázabal S. Y publicada originalmente por El Mercurio.