Pasivo de la familia

Jaime Antúnez Aldunate | Sección: Política, Sociedad

01-foto-1-autor2Hay que felicitar a “El Mercurio” por la buena cobertura de la reciente elección. De las muchas cosas a destacar, me detengo en la página C 16 del día lunes 18, donde se hace un interesante y valioso cotejo del país que entrega la Concertación dos décadas después de asumir el mando. Se enumeran allí algunos activos impresionantes en el plano de la comunicación que estarían indicando un giro copernicano respecto de la insularidad que caracterizó, sea por temperamento o carencia de recursos, a los habitantes de esta “región desértica famosa”. En efecto, en veinte años hemos pasado de tener cuatro mil celulares en funcionamiento a tener hoy 16 millones 700 mil, vale decir, cien por ciento de la población cubierta; de un millón 700 mil pasajeros anuales en el Aeropuerto Arturo Merino Benítez a diez millones; de no haber suscrito ningún TLC a tener hoy 24 de estos beneficiosos tratados internacionales; de 27 kilómetros de líneas de Metro a 94 kilómetros; suma y sigue. Se diría que, a no dudarlo –como lo ha expresado algún comentarista en estos mismos días–, la Concertación “lega un país impecable”, en el cual la comunicación entre las personas, a la luz de las cifras numéricas señaladas, habría materialmente anulado aquel rasgo insular y desértico de esta “provincia señalada y famosa”, ahora incluso más fértil de lo que la vio el poeta.

El mismo e impactante listado nos sumerge, sin embargo, en gran perplejidad. Pues cuando llegamos a la mitad de su recorrido, nos informamos de lo siguiente: en 1989 hubo 99.759 matrimonios, contra 52.834 en el 2009 (con una población hoy superior en cuatro millones). Paralelamente, mientras en 1989 hubo 6.781 nulidades, en el año que pasó hubo 50.666, es decir, casi tantas como matrimonios.

01-foto-21No anduvo errado el constituyente cuando quiso poner bien a resguardo a la familia nacida del contrato matrimonial de un hombre con una mujer como célula fundamental de la sociedad. Sintonizaba con lo que nos recordaría Juan Pablo II en Rodelillo: en la familia se fragua el futuro de la humanidad. La avalancha contra la familia ha sido no obstante más fuerte que la ley y esa rotunda cifra pone hoy al desnudo una dura realidad de aislamiento espiritual e incomunicación entre las personas, inversamente proporcional a esa impecable infraestructura material desarrollada. No en vano se han sextuplicado los delitos contra personas, ni qué decir las patologías psiquiátricas.

Ningún PIB per cápita como ningún aumento en matrículas de educación superior puede cubrir un pasivo de esa naturaleza y magnitud. Si el ethos familiar no se refuerza y, acerca del particular, las preocupaciones de los hombres públicos se desvanecen discutiendo sobre lo que pase o no entre personas del mismo sexo, sea cual fuere el color del gobierno que tengamos, podemos ya ir pensando en un epitafio para aquello que pudo llamarse la “cultura del Bicentenario”.




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio