De vacaciones

Augusto Merino M. | Sección: Sociedad

Nos ha tocado últimamente estar en la vecindad de algunos adolescentes que se han tumbado a vacacionar. Y lo hacen hasta el punto de que rehusan efectuar el más mínimo esfuerzo mental.

Incluso les resulta un trabajo insoportable el mero imaginar en qué pueden entretenerse para vencer el tedio que, inevitablemente, se siente después de un mes y medio de no hacer nada.

Y así, sus traslaciones consisten en ir a echarse a un sillón a mirar la “tele”, para luego levantarse e ir a echarse en la cama, a mirar la otra “tele”.

Lo patético del espectáculo nos ha movido a sugerir –nada más que a sugerir– que por qué no leen algo interesante, alguna novela liviana.

Tan inocente iniciativa en pro de su salud psíquica nos ha traído, como respuesta, un diluvio de alegatos, de reproches, y de rechazos: “que ya leerán en Marzo, y todo el año”.

Con la cola entre las piernas, hemos tomado nuestra novela y nos hemos ido tan lejos como posible de la malhumorada caterva adolescente. Y hemos ponderado cuánto leímos en nuestras vacaciones de verano, hemos recordado cómo nos perdíamos días enteros viajando en imaginación con Julio Verne, o cómo nos íbamos a las antípodas con Salgari…

Pero la cuestión que nos interesa destacar aquí no es tanto el nivel espantablemente bajo de lecturas de los jóvenes actuales, sino algo que es, quizá, mucho peor.

Nos referimos a la idea, tan generalizada, de que las vacaciones consisten en no hacer nada, absolutamente nada, en suspender, si se puede, toda actividad. Se salvan los movimientos peristálticos, que hacen pasar el bolo alimenticio por las tripas, porque no son voluntarios. Si lo fueran, hasta ésos cesarían.

O sea, para tanta gente tomar vacaciones es abandonar los modos propios de la especie, y convertirse en vacas por dos meses o más.

Quisiéramos salir al paso de tamaña estupidez. Estar de vacaciones no lo exime a uno de ser Homo sapiens. Irse de vacaciones no supone que uno detiene toda actividad propiamente humana.

Por el contrario, estar de vacaciones consiste en cambiar de actividad. Es el cambio lo que descansa. ¿No dice acaso la sabiduría popular que “en la variedad está el gusto”?

02-foto-21Pues bien, descansar, para el ser humano, consiste en interrumpir las tareas cotidianas, trasladarse en lo posible incluso a otro lugar que cambie el paisaje habitual, y dedicarse a cosas que exigen menos esfuerzo. Pero que sean útiles: el hombre nació para trabajar, para dejar huella.

Por otra parte, la mente necesita de alimentación, como se sabe. Y de algo sólido, no de papilla televisiva.

Quizá el mensaje llega un poco tarde, a medio camino del último mes de vacaciones. Pero más vale tarde que nunca: sugiera lecturas –y dé el ejemplo–, proponga excursiones, algo que no sea simplemente depositar la propia humanidad, cruda, a tostarse al sol, sin más esfuerzo que el darse vuelta para que las masas cárneas de atrás queden parejas con las de adelante.