Libros

P. Raúl Hasbún | Sección: Educación, Sociedad

“Cuando tengo un poco de dinero, me compro libros. Si sobra algo, me compro ropa y comida”. He aquí el autorretrato hablado y escrito de Erasmo de Rotterdam (1466-1536), humanista, filósofo, filólogo y teólogo holandés, ícono de la inteligencia crítica y fustigador de la peor de las anorexias: no querer saber.

Aristóteles iniciaba su Metafísica reconociendo que el primer apetito de todo hombre es conocer la verdad. Quien deja permanente insatisfecho ese apetito primordial contrae una enfermedad y discapacidad adictiva y no pocas veces contagiosa. Saber es poder, conocer la verdad nos hace libres, el que pudiendo no quiere saber se condena a la impotencia y a la esclavitud.

La protesta de Erasmo contra la anorexia intelectual conserva vigencia.

Disponemos hoy de abundantes fuentes y canales de trasmisión de datos, pero cuesta encontrar personas que piensen y enseñen a pensar, o santuarios protectores de esa reserva ecológica indispensable para la vida humana: la inteligencia que contempla, inquiere, discierne y argumenta.

No es común dar con un Sócrates capaz de extraer verdades de cada pregunta, y convertir cada respuesta en cabeza argumental de una nueva pregunta. Ese “dolor de parto” socrático es trabajo por excelencia, fatigoso en su ejecución, deleitoso en su resultado: como el trabajo de parto de una persona humana.

Quisiéramos ver en cada mujer la sabiduría de María, joven virgen nazaretana que, interpelada por Dios, guarda silencio, escucha, pregunta lo que no sabe o no comprende, verifica las credenciales de quien le propone la aventura y parto más trascendente de la historia, ser Madre de Dios. Y reconocer en cada niño o adolescente la imagen actual de Jesús, que a sus doce años se sienta en el Templo de Jerusalén, en medio de los doctores de la Ley, “escuchándoles y preguntándoles”. Cuando sus padres le representan su angustia por no haberles avisado dónde iba a estar y qué iba a hacer, el niño responde : “tengo que estar en las cosas de mi Padre”.

Ese adolescente ya sabe que estar en las cosas de Dios Padre equivale a estar en la Verdad. Más tarde, ante Pilato, llegará a decir: “para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad”.

11-foto-22El menosprecio, más aún la franca indolencia respecto de la verdad es signo y causa de descomposición cultural.

Un pueblo que no piensa es un rebaño de esclavos. Un pueblo que no lee ¿cómo alimentará su potencia intelectual? La similitud entre “libro” y “libre”, entre leer y elegir es más que fonética, tiene raigambre ética y ascética.

Aun el más pobre, y precisamente por serlo, debería invertir en libros. Un ser humano puede privarse largo tiempo de comer y subsistir desnudo. Pero si no sabe quién es y para qué existe y cómo llegar a ser el que es, ni la mejor comida y vestido lo salvarán de la anorexia y esclavitud espiritual.




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.