Gonzalo Vial. Homenaje a un hombre niño

José Luis Widow Lira | Sección: Educación, Historia

Aunque son muchos los que han escrito, desde luego con más conocimiento de causa que yo, sobre Gonzalo Vial, que acaba de presentarse ante el Señor de la Historia, no quiero, por eso, dejar de escribir mi pequeño homenaje a su persona.

Lo conocí muy poco de manera directa. Tuve la oportunidad de estar en tres o cuatro reuniones con él en las que se habló de educación. Un par de veces sobre la situación de la educación en Chile en las que don Gonzalo accedió gentil y sacrificadamente a venir a Viña del Mar para conversar de este asunto con grupos de universitarios. La otra, sobre cómo hacer para poder fundar y sacar adelante un colegio que le diera, por supuesto, buena educación a los niños. Ésta fue hace ya bastantes años, por petición mía, para que nos diera consejos a otras personas y a mí, a propósito de que teníamos en mente, precisamente, un proyecto educacional. Aparte de eso habré estado una vez más con él en alguna presentación de libro y pare de contar.

Indirectamente lo conocí algo más a través de sus columnas imperdibles de La Segunda y de algunos de sus textos de historia que leí. Creo que para hacerse una idea de él son más importantes las primeras que los segundos.

No obstante la escasez de trato que tuve con él, me atrevo a escribir, porque aun así hay un par de cosas que llegué a admirarle especialmente –habiendo otras, por supuesto– y que quiero contarlas simplemente como homenaje.

02-foto-2La primera es la relación que siempre mantuvo con la verdad. Su relación, me parece, fue la de un niño. No en el sentido, por supuesto, de que se relacionara con ella ingenuamente, sino en el sentido de que siempre asumió que la verdad es la verdad y la falsedad la falsedad y desde esa distinción casi perogrullesca ordenó su vida, sus escritos, su maestría. Pareciera que nunca se contentó con sacar provecho del modo confuso y mezclado con que tantas veces se presenta lo verdadero con lo falso. El primer paso era siempre saber y distinguir lo uno de lo otro. Y si la verdad, así distinguida, podía parecer poco conveniente por la razón que fuera, era la verdad y se decía y respetaba. Recuerdo en una de esas reuniones algo sin importancia, pero que revela lo que trato de explicar. Estábamos con gente que prefería una “educación laica” en vez de cristiana. Ellos no sabían que don Gonzalo y, como siempre recordaba él, principalmente su señora, doña Luisa Vial –la Luchita, como le decía– educaban cristianamente en sus colegios de la Fundación Barnechea. Uno de los contertulios, que conocía bien los colegios de dicha Fundación, para “acercar posiciones” y mejorar la receptividad que pudieran tener las palabras que diría don Gonzalo, habló de esos colegios como de colegios laicos. En realidad y en cierto sentido del término, lo eran, pues no pertenecían directamente a la Iglesia, sino a laicos. Pero en otro sentido, el relevante en la conversación, no lo eran, pues en ellos se impartía educación cristiana. Don Gonzalo intervino inmediatamente y dirigiéndose a quien intentaba ayudarlo escondiendo el carácter cristiano de la educación que él daba, le dijo más o menos lo siguiente: “No nos saquemos la suerte entre gitanos, los dos sabemos que en los colegios de la Fundación la educación es cristiana”. Sólo cuando la verdad estaba arriba de la mesa se podía conversar. Por supuesto, a continuación, y teniendo como base la verdad ya aclarada, don Gonzalo les habló a los oyentes que se inclinaban por la educación laica de lo que podían hacer en educación y de lo que no por los problemas que traía el hecho de no tener el sustento de la fe.

02-foto-3“Sólo desde la verdad se puede obrar bien y crecer” podría haber sido el lema que movió la vida de Gonzalo Vial. Testimonio de esto son sus columnas de La Segunda. Su “sentido común”, tan justamente destacado, es el efecto del amor a la verdad: las cosas como son y si el rey está desnudo, entonces está desnudo y así hay que decirlo. Y sólo si partimos de allí podremos avanzar. Lamentablemente en materias de educación Chile es un país que gusta decir que el rey viste lujosas prendas y, por si eso fuera poco, le inventa otras nuevas en cada vuelta de esquina, por supuesto siempre imaginarias… porque el rey sigue desnudo. Quien dijo hasta el cansancio… que el rey seguía desnudo fue don Gonzalo Vial. Es que si no es desde la verdad no se pueden hacer las cosas bien ni crecer.

La otra característica que, me parece, acompañó siempre su vida, fue la humildad. Se reconocía a sí mismo, me imagino, según lo que era –según la verdad. Como un hombre inteligente, culto y buen historiador. Como alguien preocupado en los hechos de ofrecer una buena educación no sólo a sus hijos, sino también a miles de niños pobres. Buen marido y padre. Pero creo que en él primaba no ese reconocimiento de sí mismo, sino otra cosa muy distinta: la conciencia de que todo podía ser y hacerse mejor. Por eso nunca se le vio dándose aires de nada ni tomando poses de intelectual privilegiado. Era, no obstante sus méritos, un hombre de una sencillez cabal. Como son los niños.