Refugiados en el siglo XXI: ¿Somos capaces de aportar soluciones?

Francisco Cáceres S. | Sección: Sociedad
“La vida de una refugiada no es fácil. Lo que querría decir a la gente que trabaja con refugiados es que deberían ser lo suficientemente pacientes y escuchar con mucha atención todas las cosas que les dicen. Muchos refugiados sienten que sus necesidades y opiniones no importan. Y las mujeres, de manera especial, están llenas de temores y frustraciones. Aparte de ser sobreexplotadas, están discriminadas”

Cristhine, refugiada sudanesa

11-foto-14Esta mujer es sólo una de los millones de personas que han dejado sus lugares de origen y que, hoy, viven en otro país o región. Según estimaciones recientes de la ONU, hay cerca de 200 millones de personas en movimiento, de las cuales, 120 millones son emigrantes laborales y sus familias. Esto quiere decir que uno de cada 37 habitantes del planeta no vive en el lugar en el que nacieron, es decir, ha emigrado.

Las causas de estos desplazamientos son variadas. Algunas personas huyen porque sus vidas están amenazadas y/o tratan de escapar de la pobreza y de la injusticia social. Otros han sido desplazados por la fuerza o por propia decisión. La gente se traslada de un lugar a otro en pos de una vida mejor o buscando seguridad frente a un medio hostil. Sin embargo, los conflictos siguen siendo la principal causa de desplazamiento. En la raíz de la mayoría de los conflictos, está la lucha por el control ya sea del gobierno o del territorio, aunque existen causas comunes para la mayoría de ellos, como por ejemplo, la inestabilidad política y el fracaso del estado (se derrumba y debilita la seguridad nacional, la corrupción se generaliza y no desarrolla la legalidad, provocando el resentimiento contra el estado. Es lo que pasa actualmente en Haití); las aspiraciones históricas de un grupo étnico (cuando un grupo tiene una identidad nacional distinta, puede sentirse molesto de formar parte de un estado más amplio); la motivación económica (la presencia de recursos minerales, como petróleo, diamante u otros, son un estímulo para que grupos traten de tomar el control, especialmente si se tiene en cuenta que los beneficios económicos se distribuirán con injusticia e inequidad); conflictos postcoloniales (la retirada, principalmente en África, de los poderes coloniales, se hizo de forma precipitada originando luchas por el poder entre grupos étnicos); la facilidad de adquirir armas ligeras, conflictos medioambientales y religiosos. No obstante, se nos dirá que

“es un derecho primario del hombre vivir en su propia patria. Sin embargo, este derecho es efectivo sólo si se tienen constantemente bajo control los factores que impulsan a la emigración. Éstos son, entre otros, los conflictos internos, las guerras, el sistema de gobierno, la desigual distribución de los recursos económicos, la política agrícola incoherente, la industrialización irracional y la corrupción difundida. Para corregir estas situaciones, es indispensable promover un desarrollo económico equilibrado, la progresiva superación de las desigualdades sociales, el respeto escrupuloso a la persona humana y el buen funcionamiento de las estructuras democráticas. También es indispensable llevar a cabo intervenciones oportunas para corregir el actual sistema económico y financiero, dominado y manipulado por los países industrializados en detrimento de los países en vías de desarrollo”.(1)

11-foto-23En este sentido, las enseñanzas sociales católicas identifican al refugiado como “toda persona perseguida a causa de su etnia, religión, pertenencia a grupos sociales o políticos; toda víctima de los conflictos armados, de las políticas económicas erróneas o a desastres naturales, y, por razones humanitarias, todo desplazado interno, es decir, cualquier civil desarraigado por la fuerza de su hogar por el mismo tipo de violencia que genera refugiados, pero que no ha cruzado las fronteras nacionales”. Son muchos los desplazados y refugiados, los que sufren por falta de amor y esperanza; los que han sucumbido al mal y se cierran a toda luz espiritual; los que tienen el corazón lleno de amargura, víctimas de la injusticia y del poder de los más fuertes; así lo expresan estas líneas:

“Por favor, no me preguntes –¿por qué no vuelves?–. Lo haría si pudiera. Comunidad humanitaria mundial: entiende que no es simple, ni fácil, evitar los recuerdos del pasado. No puedo sacar de mi mente mi cultura tradicional, mi tortura sentimental, los cuentos de mi infancia, nunca viejos, nunca muertos, estampados en mi memoria”.

Yilma Tafere, Etiopía. (¿Por qué no vuelves?, fragmento)

Las vidas de los refugiados es una larga espera para el retorno. Pero hay nuevas generaciones, nacidas en los campamentos, que sólo han experimentado el desarraigo y el sufrimiento injusto; nos preguntamos: ¿Cómo pueden rehacer sus vidas? ¿Qué traumas deberán superar? ¿Qué significan para ellos los derechos humanos o la dignidad humana?

“Sólo podíamos llevar lo que cabía dentro de una pequeña bolsa. Nos avisaron, además, de que no cargáramos demasiado. Durante unos cuantos días fui quemando documentos, papeles, escritos, sin pensar en nada más que deshacerme de todo lo que me pudiera comprometer. Mientras las cenizas volaban con el viento, yo sentía que había quemado mi vida”

Tran Thi Nga, Vietnam del Sur

11-foto-32Creo que estamos llamados a pensar más allá del problema de los refugiados en su conjunto. Debemos pensar en el drama vivido por cada uno de ellos, en la desgracia de cada familia; después de todo, lo que está en juego es la dignidad de la persona humana. Por eso, resultaría muy importante estudiar objetivamente las causas que crean estas situaciones, pues es necesario que acaben cuanto antes. Hieren gravemente y, a veces, de muerte, a adultos y jóvenes en su dignidad, obligándolos a un desarraigo cultural y familiar, forzándolos a la miseria física, al ocio (en el sentido de inactividad) y privándolos del ejercicio de sus derechos sociales. Nuestra misma dignidad humana de seres creados por Dios como hermanos sufriría un grave atentado si no tomáramos en consideración estas miserias. Finalmente, podemos decir que sólo cuando los seres humanos de buena voluntad se hacen solidarios de los que sufren, cuando coordinan sus esfuerzos para ser más eficaces, nuestra humanidad se hace más fraterna.




Notas:
Aquí tomamos a Magriñà sj., Lluís en “Refugiados en el siglo XXI, ¿somos capaces de aportar soluciones?”, Barcelona, CRISTIANISME I JUSTÍCIA 2006.
(1) Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el IV Congreso Mundial sobre la pastoral de los emigrantes y refugiados, 9 de octubre, 1998.