Reformas laborales y monseñor Goic

Gastón Escudero Poblete | Sección: Política, Sociedad

03-foto-1-autor1Hace pocos días el presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, monseñor Alejandro Goic, ha declarado públicamente la necesidad de aprobar reformas laborales sin demora. “¿Por qué no es el tiempo de reformas laborales?”, ha dicho, en alusión a la decisión del gobierno de suspender la discusión del tema hasta después de las elecciones.

Los gobiernos de la Concertación han sido prolíficos en la materia. La primera reforma laboral tuvo lugar en los inicios del gobierno del presidente Aylwin y, entre otras cosas, elevó de 5 a 11 meses de sueldo el tope de indemnización por despido en caso de necesidad de la empresa. Esto es, ¡120% de aumento del costo de despido!; y además con efecto retroactivo, lo cual implicó un cambio en las reglas del juego en perjuicio de los empleadores.

Otra reforma laboral fue aprobada al final del gobierno del presidente Frei, cuando la Concertación corría el riesgo de la elección presidencial. Entonces, con más intención de obtener dividendos electorales que de favorecer el bien del país, el gobierno presentó en el Congreso un proyecto de ley que, entre otras cosas, dificultó aún más los despidos. Como en ese momento el país aún sufría los efectos de una recesión producto de la crisis asiática de 1997 y del pésimo manejo de la política fiscal y monetaria de las autoridades de la época, la derecha se negó a aprobar el proyecto a pesar del costo político que implicaba (en esa época la derecha era capaz de actuar pensando en el bien del país y no en los votos). La maniobra logró su objetivo: perjudicar la opción del candidato Lavín y así ayudar a salvar a la Concertación que, por pocos votos, logró ganar la elección. El efecto sobre la creación de empleo fue lamentable; el economista Harald Beyer calculó entre 70 y 120 mil la pérdida de empleos producto de la reforma.

En marzo de 2008 fue promulgada otra reforma laboral. Uno de sus elementos es que reemplaza el procedimiento laboral escrito por uno de carácter oral y más expedito. Entre sus objetivos está el de facilitar el acceso de los trabajadores al sistema judicial otorgándoles defensa legal gratuita y acelerando los procesos. Desde la perspectiva de los empleadores se espera que, dado que en primera instancia los jueces laborales suelen fallar a favor de los trabajadores sí o sí, la reforma ayude a asegurar que los trabajadores ganen sus reclamaciones más allá de que sean justas o no.

03-foto-21Y cuando todavía estamos a la espera de los efectos de la reforma procesal laboral, y nuevamente en un período electoral en que la Concertación está en problemas, aparece en escena la posibilidad de una nueva reforma laboral, esta vez con énfasis en la sindicalización. Monseñor Goic quiere que al menos su discusión comience ahora. Por su parte el candidato presidencial de la Concertación ha dicho enfáticamente que en su gobierno “habrá reforma laboral de verdad” (¿las anteriores habrán sido de mentira?).

Entiendo la motivación de Monseñor Goic: quiere que la parte más débil, los trabajadores, tenga más instrumentos para defender sus derechos. Pero la cuestión no es así de fácil, por varias razones:

  • La fuerza laboral chilena es, en general, de nivel mediocre, tanto en el ámbito técnico como en el ámbito ético. De aquí que demasiada protección se preste para abusos por parte de los trabajadores.
  • Los empresarios chilenos no lo hacen mejor en el ámbito ético. La gran mayoría adhiere al modelo de empresa llamado “de accionistas”, que pone el énfasis en la prioridad de sus intereses sobre los intereses de los demás involucrados en la empresa.
  • Un elemento de la realidad: la curva de demanda tiene pendiente negativa. Hablando claro esto significa que mientras mayor sea el costo de contratar y despedir trabajadores menos contratación habrá.
  • En general las reformas laborales que propone la izquierda suelen estar inspiradas por la noción ideológica de “lucha de clases”. Supone, no sin cierto fundamento, que los empresarios son por naturaleza egoístas y que para lograr el fin de aumentar su riqueza explotan a los trabajadores. Pero la realidad es mucho más amplia y compleja: no todos los empresarios son egoístas y también hay trabajadores que hacen trampa. El problema es que cuando se procura moldear la realidad con leyes ideológicas los resultados son invariablemente nefastos (para la realidad).

03-foto-3Por estas y otras razones las reformas laborales mencionadas no han sido eficaces para generar relaciones laborales más justas y sí lo hayan sido para perjudicar la creación de empleo. Así es como a fines del gobierno militar la tasa nacional de desempleo era de entre 4,5% y 5% –es decir, cercana al nivel mínimo de empleo que toda economía tiene– y hoy esa tasa sea de 10,8%, mientras que antes de la crisis actual bordeaba el 7,5%, es decir, un 50% mayor que a fines de los ´80.

Dada la complejidad del tema la solución no es tan simple como “más reformas laborales ahora”. En mi opinión ni siquiera pasa por seguir introduciendo modificaciones en la legislación. Como sea, antes de regular la prudencia obliga a tener en cuenta, al menos, lo siguiente:

  • Las relaciones laborales son muchas veces injustas, pero no sólo por culpa de algunos empresarios sino también de algunos trabajadores.
  • Las normas legales pueden ayudar a mejorar esas relaciones, pero con la condición de que respeten la realidad y no respondan a una inspiración ideológica.
  • La realidad en esta materia no es homogénea; varía según el sector económico e incluso entre empresas, por lo tanto una medida puede ser conveniente en algunos casos e inconvenientes en otros.
  • La causa última del problema no está en la legislación, sino en la naturaleza humana y en el apego a nociones ideológicas firmemente arraigadas en nuestra práctica empresarial, como el modelo de accionistas y la lucha de clases.

En conclusión, la conveniencia o inconveniencia de una determinada regulación laboral es un tema complejo y técnico que debe ser abordado con realismo, sin prejuicios ideológicos y con una serenidad y rectitud de intención que no se dan en un período preelectoral. Es por esto que la actuación de monseñor Goic resulta desconcertante y se parece más a la del candidato presidencial de la Concertación que a la de un obispo prudente. Como católico y empresario prefiero quedarme con las palabras de san Pablo a los Efesios que, en un contexto mucho más difícil –de esclavitud y servidumbre–, pedía cambios no de las instituciones sino de los corazones: “Siervos, obedeced a vuestros amos según la carne… con buena voluntad, como quien sirve al Señor y no a hombre… Y vosotros, amos, haced lo mismo con ellos… considerando que en los cielos está su Señor y el vuestro y que no hay en Él acepción de personas”.