Matrimonio

P. Raúl Hasbún | Sección: Familia, Política

Cuando le pidieron a Chesterton escribir sobre “el matrimonio y el pensamiento moderno”, respondió : “sería más apropiado escribir sobre el matrimonio y la ausencia moderna de pensamiento”.

Su genial clarividencia para leer el alma de su tiempo (eso es inteligencia, intus legere) admite sucesivas, complementarias interpretaciones.

La primera, y más evidente: a mayor deterioro del matrimonio, mayor menoscabo de la capacidad de pensar. El matrimonio entre varón y mujer, protegido por un vínculo estable y exclusivo y abierto a una responsable fecundidad es la primera y mejor institución educativa. En esa comunidad de lazos familiares se enseña y aprende a amar, que es el requisito para aprender a pensar.

Cuando la inteligencia desconoce la existencia y experiencia del amor, su visión queda ofuscada y su fotografía de la realidad distorsionada. Ningún sistema o ente educativo puede reemplazar con ventaja a los esposos y padres que aman a sus hijos. Esa certeza-verdad: “soy amado incondicionalmente”, libera a la inteligencia de prejuicios y trabas que le impiden realizar su función propia: conocer la razón de ser de la persona y de los acontecimientos.

Una cultura “moderna” que pone el acento en la provisoriedad del vínculo conyugal y en la consiguiente reluctancia a engendrar y educar hijos genera, por dinámica intrínseca, una paralización y atrofia progresiva de la capacidad de pensar.

La segunda interpretación es el efecto-boomerang de la primera: si la sistemática demolición del matrimonio y familia en alas de la autonomía personal socava la inteligencia pensante, el fruto primero de estas razones enajenadas y desnutridas será concebir el matrimonio y familia sobre supuestos totalmente erróneos.

Los que nacieron y crecieron en esta cultura de la libertad por sobre la verdad y responsabilidad del amor carecen de espejo y espacio interior para siquiera imaginar lo que el matrimonio es, a la luz de la sana razón. Su culto por la libertad creativa los impulsa a imaginar nuevas formas y definiciones de convivencia: varón y mujer sin vínculo firme, varón y mujer sin hijos; varón y varón, mujer y mujer ¿ por cuánto tiempo, con qué grado de compromiso vinculante, con qué derecho de adoptar y educar hijos; por qué sólo uno con uno, una con una, por qué no varios a la vez, por qué no legalizar el incesto y la pedofilia?

La tercera, fatal interpretación: si las personas, desprovistas de raigambre familiar, ya no son capaces de pensar, alguien tiene que pensar por ellas. Ese alguien es el Estado: los pocos iluminados que sí conocen la verdad y se la imponen al resto. De ahí el clamor colectivista : “¡más Estado!”. La sana razón replica: “¡Más Familia, más y mejor matrimonio!”.

La política familiar es el eje y motor de todas las políticas sociales. La clave del desarrollo integral. Sin matrimonio y familia no hay Estado, sólo un Tirano mal disfrazado de benefactor.




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.