El concierto de La Habana

Javier Alonso Sandoica | Sección: Política, Sociedad

11-foto-1El concierto de los amigos de Juanes en La Habana ofrece reflexiones como águilas bicéfalas: una mira a un lado y otra al contrario.

En lo estrictamente político, la mejor manera de llevar la contraria a un régimen dictatorial, en el caso de que proponga un plebiscito, es no participar. Si uno vota No, se llevará el chasco de estar haciéndole el caldo gordo al régimen, ya que éste necesita una oposición visible, una minoría a la que vestir de culpable de todas las desgracias.

Los No al régimen son más eficaces en otros sitios, no en las papeletas electorales. Por ejemplo, o en una pancarta sobre un puente, en el margen de un libro en una biblioteca pública. Es una manera de escaparse de los rudimentos creados por el tirano para llegar a la población y ser eficaz.

¿Fue el concierto algo así?, ¿una posibilidad heterodoxa, fuera de los quicios oficiales, de llevar una posibilidad democrática al país? A pesar de que Miguel Bosé se puso farruco y estuvo a punto de anularlo, porque los organizadores querían poner en lugares preferentes a los jóvenes revolucionarios, el concierto ha llevado un patrocinio implícito del régimen cubano. Le ha servido de propaganda, ha sido la mostración de una apertura de Cuba al mundo y de una normalidad que en absoluto es tal.

Primero, debería haberse aplazado hasta lograr un levantamiento del veto a muchos de los artistas a los que no se les permitió actuar. Y, segundo, era una oportunidad única para manifestar una urgencia de democracia, no el brindis por una paz gaseosa. Hay muchos disidentes que se pudren en las cárceles del Gobierno raulcastrista.

11-foto-0-portadaCuando Juan Pablo II fue a Cuba, todo el mundo pensó que la isla daría un giro de 180 grados en cuanto a libertades, y no ocurrió, ya que la consigna de Castro, inmediatamente después de la salida del Pontífice, fue: «Hay que despapizar la isla». Desde entonces, dio cobertura a las sectas protestantes. Los protestantes son socialmente inofensivos, ya que agrupan a los fieles en sus parroquias y se dedican exclusivamente a la alabanza. En cambio, el católico es peligroso, todo lo que hace indoor tiene una repercusión en la vida pública.

Es lo malo del totalitarismo, que es habilidosísimo para reciclar los buenos propósitos, las visitas de Estado, etc. Mientras tengan cogidos del pescuezo a los ciudadanos, les dan de comer lo que quieren.




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Alfa y Omega, www.alfayomega.es.