Ágora: tópicos y prejuicios

Juan Orellana | Sección: Arte y Cultura, Historia

10-foto-1La última película de Amenábar, Ágora, parte de unas bases históricas reales; luego las maquilla hasta la caricatura y, finalmente, llega a unas conclusiones completamente equivocadas. Ágora es presentada por Amenábar como un film contra la intolerancia. Pero esa declaración de intenciones no parece sincera a la vista de los resultados, ni explica suficientemente la película.

El contexto histórico son unos hechos luctuosos perpetrados por cristianos y paganos exaltados entre los siglos IV y V en Alejandría. El clímax de aquellos disturbios fue la muerte de la filósofa pagana Hipatia, que en 415 fue atrozmente asesinada, tras haber sufrido graves injurias. Aquellos hechos reprobables se sitúan, por tanto, en el contexto de la confrontación de dos cosmovisiones, la pagana y la cristiana, y es ahí precisamente donde Amenábar quiere aprovechar para proponer su propia filosofía de la Historia: si el paganismo fue luz, el cristianismo es oscuridad; si el paganismo fue progreso, el cristianismo fue retroceso.

Amenábar viene a decir que la difusión de la fe cristiana supuso una marcha atrás en la cultura, en la civilización, en la filosofía y en la ciencia. Lo cual es en realidad un juicio sobre la Iglesia actual, la del siglo XXI. Desmentir esa afirmación precisaría de una biblioteca como la de Alejandría, para documentar someramente lo que el cristianismo ha aportado al progreso de la cultura, del arte, de la ciencia, del Derecho, de la filosofía, de la política, de las relaciones internacionales…

10-foto-0-portadaMás importante en Ágora es el conflicto soterrado –¿incompatibilidad?– que plantea entre razón y fe. No es éste el lugar para desarrollar por qué la fe es la amiga más fiel de la razón y le da cumplimiento; pero lo que Amenábar llama fe no es más que una superstición visionaria que nada tiene que ver con el cristianismo. En este sentido, el magnífico homenaje que el film brinda a la ciencia antigua es un homenaje a la razón que cualquier espectador cristiano disfrutará como propio.

Ágora es solemne, con una dirección artística minuciosa, y con mucho cine dentro. Por ello es muy fastidioso ver cómo el guión, muy lastrado por tópicos, prejuicios y esquemas ideológicos, va estropeando la película a medida que avanza. Un excelente envoltorio para un producto que salió de fábrica caducado. La película más elegante del laicismo imperante.