Yo derroté al odio

Teresa Ekobo | Sección: Religión, Sociedad

10-foto-1Fue abandonado a los tres años por su madre, que lo ató a un poste eléctrico. Su vida estuvo después marcada por los malos tratos paternos, y las idas y venidas de una casa de acogida a otra. Ya joven, vivió según la ley de la calle. Pagó un alto precio: fue violado. Sus tres sueños eran lograr salir del correccional, convertirse en jefe de banda y matar a su padre. Se convirtió en un ser insensible al dolor, y en un exitoso boxeador. Pero el mayor de sus triunfos fue descubrir al Big Boss (Gran Jefe), como él llama a Dios

En su más que recomendable biografía, Más fuerte que el odio (Gedisa Editorial), Tim Guénard advierte al lector que lo que va a leer es de una vida magullada, tanto como su cara. «Sólo en la nariz, tengo 27 fracturas. De ellas, 23 provienen del boxeo y cuatro de mi padre», escribe. Cuenta además: «Soñaba que habían metido a mi papá en una lavadora y que llegaba todo nuevo. ¡Tenía tantas ganas de un beso!, o de una mirada, un gesto; pero tristemente nunca llegó… Un día ya no tuve ganas de eso, tuve ganas de vivir para matarlo; y el odio me dio fuerza».

Durante años, la llama de la venganza fue lo que le hizo vivir, pero después de una conversión, hoy en día Tim Guénard es un hombre que vive en el sudeste de Francia, cerca de Lourdes, ejerciendo de apicultor; está casado, tiene cuatro hijos y se dedica a ayudar a los que le necesitan. Acoge en su propia casa a personas sufrientes que necesiten amor. A cualquiera que haya perdido la esperanza. Además, acude a los centros escolares de zonas marginales de Francia para hablarles a los adolescentes de la resiliencia. Se trata de testimonios personales donde, a través de su relato, denuncia las carencias del amor y la violencia que padecen hoy los jóvenes. Y por encima de eso, de las posibilidades de «desmentir a la genética» con la ayuda del Espíritu Santo, esa genética que les dice a las personas que han sufrido que sólo están hechas para la ira y el sufrimiento. Él mismo había escuchado en más de una ocasión que «los niños apaleados –es algo genético– apalearán a sus hijos»; «los hijos de los alcohólicos –es algo genético– beberán»; «los niños abandonados –es cosa genética– abandonarán a sus hijos»; «los hijos de padres separados –es genético– se separarán…»

Ante la pregunta: ¿qué puede cambiar esa dinámica?, Guénard afirma: «Cuando ves a personas que quieren y son queridas, eso te ayuda a no reproducir malas conductas. Para los que no tienen cariño, ver a gente con amor es como mirar ese escaparate donde no se puede comprar. Sin embargo, puedes decir: Pues yo algún día viviré de otro modo. Yo no he reproducido la violencia, simplemente porque encontré a gente que me hizo desear cosas más positivas… La mejor manera de ir en contra del destino es ir al encuentro de los demás, porque te dan ilusiones y te enseñan que la vida tiene otro paisaje».

Recaídas de campeón

10-foto-2Muchos encuentros marcarán a partir de ese momento su vida. A los veintiún años, deja a la pandilla de compañeros de infierno y se abandona a una banda de camaradas cristianos. Pero no es un cambio fácil, como él mismo admite ante un sacerdote: «Hoy me siento en forma, y dedico a Dios grandes declaraciones de amor, tomo buenas resoluciones, me embalo… Y mañana ¡me olvido de todo y vuelvo a caer!»

En sus caídas, el orgullo insumiso, el campeón muy macho, el ombligo del mundo (como él mismo se describe), será sostenido por el abrazo y el amor de muchas personas, aprenderá a ponerse al servicio de los demás, a dejarse amar… Descubrirá la belleza de la amistad, comprobará la eficacia de la oración y acabará casándose con su amada, Martine, teniendo como testigos a Dios y la Virgen María.

Para conocer los detalles de su biografía, la productora española INFINITO + 1 está produciendo un largometraje sobre su vida. Pero su testimonio puede ya encontrarse en el libro Más fuerte que el odio, donde afirma: «Quienquiera que seas, cualesquiera que sean tus heridas y tu doloroso pasado, nunca olvides, en tu memoria magullada, que te espera una eternidad de amor». Un amor que llega gracias al encuentro con personas: «Para mí, son caricias del ‘Big Boss’; la vida no sólo te trata mal, eso únicamente pasa en las malas películas. En la vida real, cuando se escucha a la gente que se ha levantado después de vivir situaciones difíciles, uno se da cuenta de que nadie se levanta solo. Yo mismo he tenido personas en mi camino: el indigente que me enseñó a leer, papá Gaby (su padre adoptivo de los servicios sociales del Estado), la buena jueza y el padre Thomas. Todos son como regalos. El regalo más bonito en la vida son las personas que uno ha querido y quiere; y se necesita la vida entera para conocerlas».




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Alfa y Omega, www.alfayomega.es.