¿Tropezando con la misma piedra?

Gonzalo Vial Correa | Sección: Educación

04-foto-1-autor3El Ministerio de Educación, que no descansa un minuto, acaba de modificar los Objetivos Fundamentales, los Contenidos Mínimos Obligatorios (CMO) y los programas de la enseñaza básica y media.

Los primeros son simple tralalá o chacharacha educativa, de mil interpretaciones posibles –lleve Ud. la que quiera– y por tanto aptos para cualquier lectura, la que a Ud. le convenga. No tienen, pues, la menor importancia.

Los programas los fija el ministerio y los aprueba el Consejo Superior de Educación. Sin embargo, esta aprobación es sólo un trámite… el Consejo, perfecto timbre de goma, hace lo que le dice el ministerio.

Pero los programas deben ajustarse a los Contenidos Mínimos Obligatorios (CMO) del ramo y año respectivos. Y los CMO son ya algo definitivamente distinto.

Constituyen una de las causas fundamentales del atraso de la educación gratuita, básica y media, en Chile, que es la única que recibe el 90% de la población.

04-foto-23Ese retardo, a su vez, es la cadena de presidiario al pie de la enseñanza superior, y que impide su mayor progreso. Debe postergarlo, para llenar antes los vacíos educativos de pregrado de los muchachos que recibe. Y aun así, un 40% de éstos no completa la carrera elegida en el plazo reglamentario. ¿Cuántos –sobre todo entre los más pobres– no la completarán nunca?

Al fondo de tan gravísimas limitaciones a nuestro presente y futuro como país están los planes y programas oficiales de enseñanza básica y media, y los CMO que les sirven de necesario fundamento. ¿Por qué esta relación de causa a efecto?

Simplemente porque los CMO, y los planes y programas oficiales ESTAN MAL HECHOS, de una manera casi inimaginable, de modo que es imposible utilizarlos para enseñar con algún éxito.

Y esto se debe a que los CMO se hallan inflados de manera monstruosa, cubriendo tal cantidad y variedad de materias, que no cabe pasar, en el ramo y año lectivo correspondientes, sino una fracción de ellas… un 50%, a lo más un 75%. Algunos establecimientos o profesores se jactan de porcentajes mayores, pero los consiguen (o dicen conseguirlos) repartiendo a los alumnos «minutas» escritas, que apenas alcanzan el valor de los clásicos y humildes «torpedos».

04-foto-32Se observará que ni siquiera cabe al maestro SELECCIONAR entre los ítems del programa, pues –por definición– TODOS SON MINIMOS Y OBLIGATORIOS.

1. ¿Cómo se ha podido llegar a estos engendros?

Por la razón sencilla de que el ministerio carece de personal especializado, competente y con experiencia para elaborar CMO, planes y programas. Debió recurrir, pues, a expertos de fuera, elegidos a dedo y con los peligros correspondientes. A saber: influencia del «pituto» o compadrazgo en la elección; id. del sesgo ideológico; id. de la preferencia desorbitada por un tema.

2. Resultado: un adefesio, muchos adefesios.

En esta columna he dado muchos ejemplos, entre incontables.

Tenga el lector un minuto de paciencia.

En el 2º año medio, el programa incluye la Historia de Chile completa, desde los pueblos prehispánicos hasta el siglo XIX inclusive.

En el 3º medio, todas las civilizaciones universales, empezando por las más remotas y terminando por el siglo XX.

El acabóse de los CMO son las materias de la lingüística, que han invadido los programas con una jerga de pedantería, perogrulladas, etc., cuyo único común denominador es la total e irredimible inutilidad para un muchacho… o para una persona de cualquier edad.

04-foto-41Baste esa sola flor… cogida en una PSU REAL del año 2008:

Pregunta: “La frase «Este reloj está atrasado quince minutos», ¿es de función predominantemente expresiva, apelativa, referencial, fáctica o metalingüística?”.

El ministerio ni siquiera se da cuenta de la locura, digna del Té del Sombrerero Loco, en que vive y hace vivir con los CMO. Veamos su propia explicación de las novedades en Ciencias Sociales, séptimo básico:

“…El profesor YA NO TENDRA QUE ENSEÑAR TODA LA HISTORIA UNIVERSAL EN UN AÑO… Su área se acotará a la Prehistoria y a la Antigüedad” (El Mercurio, 14 de septiembre).

¿Esperará el ministerio grandes aplausos por tan sensacionales progresos? ¿Qué ha pasado, el decenio (y más) en que se ha debido “enseñar toda la Historia Universal en un año”?

Quisiera concluir este vuelo de pájaro sobre los CMO invocando el reciente testimonio relativo a Lenguaje y Comunicación de un entendido cuyos conocimientos, sensibilidad, prestigio y obra escrita y de maestro son, obviamente, muy superiores a los que pueda yo exhibir. Se trata de Hugo Montes, poeta, crítico e historiador literario, Premio Nacional de Educación. Juicio de Montes sobre el programa oficial de su especialidad: “pésimo”. La evaluación de sus lecturas, agrega, “ocurre a través de preguntas que no van a lo esencial y están formuladas en una jerga pseudocientífica, a veces vecina del ridículo y siempre distractora de la valía literaria y humana de lo leído” (El Mercurio, 2 de de septiembre).

3. La cereza de la torta ha sido la vinculación de los CMO con la PSU… ésta se rinde sobre aquéllos.

04-foto-0-portadaEl acceso a la universidad ha sido, de tal manera, férreamente atado al dominio de materias que un alumno de media NO PUEDE CONOCER. Salvo por estudios especiales (preuniversitarios, manuales, profesores ad hoc, «clarividentes», etc., todo carísimo) que han ensanchado implacablemente la brecha en el ingreso a la educación superior entre estudiantes de media ricos y estudiantes de media pobres.

Debemos esta última aberración a la obsecuencia del Consejo de Rectores que, por enésima vez, cedió en su momento ante el gobierno de turno, permitiendo se consumara el despojo de la juventud pobre, en beneficio de la rica, a través de la PSU. Peor aún, que las universidades del Consejo APROVECHARAN ECONOMICAMENTE ESE DESPOJO.

4. Con lo expuesto, deberíamos alegrarnos de que el ministerio, aunque fuese con diez y más años de retardo, hubiese visto el monstruoso error de sus CMO, planes y programas, y lo corrigiera.

Pero… ¿QUIEN ha hecho la corrección? ¿Qué personas, instituciones, han intervenido? ¿Cómo las ha escogido el ministerio, que no sabe nada de nada? ¿Serán –Dios nos pille confesados– los mismos genios de la primera vez?

Un fracaso anterior, tan grande, tan dañino, exigiría –la segunda vez– un proceso reposado, de mucha consulta a personas muy distinguidas Y EXPERIMENTADAS, con claridad y transparencia totales…
¿Se habrá hecho?

No lo sabemos, porque el ministerio, como es su costumbre, no lo explica. «El golpe avisa». Desgraciadamente, en su caso, generalmente no sólo avisa, sino que demuele.

Pero no podemos fallar dos veces seguidas en veinte años. Sería la sepultura de nuestra educación pública.




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Segunda.