Terapia mortal

Jesús Ginés Ortega | Sección: Sociedad, Vida

08-foto-12¿Le suena rara la expresión? Pues tiene usted toda la razón. La terapia se refiere a salud, sanación, curación. En cambio lo mortal es lo aniquilado, lo definitivamente fallido en el orden de la vida. Es una contradicción verbal y por lo que se refiere a un posible acto humano, una contradicción moral. Va en contra del ser mismo en cuanto ser viviente. Es bueno para el hombre vivir, mientras su naturaleza mantenga la capacidad de subsistir en el cuerpo.

Se me ocurre que esta expresión, terapia mortal –que los maestros del lenguaje conocen con el nombre de oxímeron–, es o puede ser una buena explicación de lo que en estos días está en boca de muchos: el aborto terapéutico. Tema puesto sobre el tapete de la actualidad por algunos políticos que a sí mismos se califican de progresistas, pluralistas y consensualistas. A estos señores democráticamente elegidos para realizar el bien común nos están proponiendo una fórmula que no calza con la inteligencia media. O es terapia o es aborto. O vida o muerte. Ambas cosas a la vez, imposible.

Vamos por partes: El aborto es simplemente extirpación por cualquier medio de un feto vivo, sin importar la calidad de vida que este tenga y menos aun sin preguntarse sobre el origen de su factura, en el vientre materno.

La terapia es cualquier forma de arte de sanación que puede venir de medicamento, tratamiento o ejercicio dirigido por un experto en materia de salud a persona que se encuentra enferma.

Muerte o mortal es la condición de cadáver o ser que fue viviente y que deja de serlo por cualquier procedimiento que conduzca directamente al estado de tal. La muerte es el final de la vida. Mortal es el sujeto corporal que ha perdido toda su animación intra corporal.

¿Quedan claros todos los conceptos? Entonces, ahora vayamos construyendo frases lógicas tales como: la terapia es un camino que va de la vida con deficiencias a la vida con normalidad y por lo tanto nada tiene que ver con la muerte o sea con el aborto.

El aborto es, simplemente, la causa inmediata del final de la vida y el comienzo de la muerte. Aquel que hace o se hace un aborto, mata o ayuda a matar a alguien que habita en su seno maternal. Toda otra expresión morigeradora del concepto es irracional, ilógica o simplemente mendaz.

08-foto-23Por lo tanto, terapia –que es trabajo de sanación– se opone totalmente a aborto que es acto de muerte.

Cualquier otra consideración de tipo histórico, psicológico, legal o de otra ciencia conexa nada tiene que ver con la razón lógica de la moral filosófica que afirma que el hombre está para vivir, mientras su naturaleza se encuentre en condiciones bioquímicas normales. La muerte, para la filosofía natural no es otra cosa que la cesación natural de la bioquímica de todo ser humano. En sí misma, la muerte no tiene propiamente moralidad, ya que el que muere deja de ser sujeto de finalidad espiritual, mientras que el que vive, aunque lo haga en condiciones deficitarias, sí tiene una finalidad espiritual que nadie tiene derecho a interrumpir o cortar. Esto y solamente esto es lo que ha dicho, dice y seguirá diciendo la razón.

Moralmente hablando matar es malo para el que mata y también para el que muere. Por eso nadie puede invocar el derecho a matar a otro, mientras que sí deberíamos considerar la universal misión humana de contribuir a una cierta terapia de los demás, mientras tengan un hálito de vida.

Algunos dirán que aquí se trata de salvar a la madre, dejando de lado la vida del hijo. Afirman que no buscan directamente el mal del feto, sino la curación de la madre. Si la cosa fuera así, que parece que no es el caso en la medicina actual, no se trataría de hacer un aborto, sino de realizar una intervención en la madre que tendría como consecuencia no querida, la inanición del feto. Y si esto fuera así podríamos hablar de terapia uterina, pero en ningún caso terapia abortiva.

En temas complejos y delicados, donde se enfrenta la vida y la muerte, más vale que hasta los legisladores entiendan y escriban lo que cualquier persona medianamente ilustrada entiende y acepta. Nada más. Y nada menos.