Reflexiones a propósito de la “píldora”

Antonio Ruiz | Sección: Nos han escrito

Desde que ciertos candidatos a la Presidencia de la República tuvieran la polémica idea de apoyar la distribución de la llamada píldora del día después, he seguido con atención el debate generado por esta situación. Hay un par de temas, sin embargo, que he echado de menos en la discusión, y su importancia me mueve ahora a escribir sobre ello.

Discutiendo personalmente con algún que otro conocido, me han dicho que no “creen” que sea abortiva, por lo que favorecen su uso: la cuestión no es que uno crea o no crea que ésta sea abortiva: los científicos no se han puesto de acuerdo; sin embargo, serios estudios se han hecho demostrando que si lo es (de hecho, la misma compañía que es su principal fabricante no niega que lo sea, porque arriesga demandas por publicidad engañosa). Ahora, el punto es que existe duda razonable: Si yo quiero destruir una casa en la que se ha refugiado un terrorista, pero no estoy seguro si el dueño, inocente, está dentro, quizás de rehén, simplemente no lo hago, porque hay duda razonable, y me arriesgo a cometer asesinato.

En el caso de un no nacido, el asunto es aún peor: me dicen que se trata de un ser de un día de vida, sin corazón ni cerebro, pero así mismo reconocen que es un ser humano, no importa lo insignificante que parezca, y lo terrible es que al matar a ese ser humano, se le está negando la posibilidad del Bautismo, que es el Sacramento que borra el pecado original y nos permite ir al cielo. Es cierto que Dios, en su infinita Sabiduría y Misericordia, contempla medios extraordinarios para salvar a la gente que no tiene la oportunidad cierta de conocerlo, pero no es resorte nuestro entregarnos a ellos: nuestro deber es asegurar la salvación utilizando los métodos ordinarios que Dios mismo instituyó para ello: los Sacramentos.

De lo anterior se puede concluir que el aborto (y con el, la píldora) no sólo constituye un asesinato, sino que un acto de suprema cobardía: se le está quitando la vida a una persona que no puede defenderse, y además se le niega la posibilidad de salvación, dentro de lo humanamente posible. Algunas personas podrían decirme que mis argumentos sólo valen para los católicos, baste para ellos entonces el hecho de que sea el asesinato de un ser inocente e indefenso, pero creo que mis razonamientos son necesarios, ya que gran parte de los personajes más influyentes en la vida política del país se autodeclaran creyentes y defensores de la vida, y sin embargo apoyan su distribución.

De los argumentos legales se ha escrito suficiente, y no me queda nada mas que agregar, salvo apuntar a la falacia que ha sido constantemente usada (y disimulada) por el gobierno para justificar sus acciones: se apunta a una supuesta discriminación por poder adquisitivo, ya que la mencionada píldora está disponible en farmacias. ¿Acaso debemos olvidar que su presencia allí fue impuesta por el mismo gobierno, so pena de millonarias multas? La venta de este supuesto medicamento es económicamente contraproducente, por su escasísima demanda, sin embargo, el Ministerio de Salud lo ha colocado en la lista mínima de medicamentos que deben estar disponibles en farmacias, forzando su venta, y violando la determinación del Tribunal Constitucional, que prohibió a los organismos públicos inmiscuirse en el asunto. Una verdadera vergüenza, en que se busca engañar a la gente fomentando la ignorancia, destruyendo los principios morales y fomentando el odio entre clases. Una vez más, Gramsci dice presente.

Antonio Ruiz