Okupas, ¿anarquistas aislados o parte de un movimiento ideológico?

Mario Correa Bascuñán | Sección: Política, Sociedad

01-foto-1-autor1Periódicamente, oímos hablar de los okupas y son llamados por los medios de comunicación “anarquistas”. Da la impresión de que se trataría de unos grupos anti-sistema, aislados, que aprovechan el descuido en que se encuentran ciertos inmuebles para habitar en ellos gratuitamente.

Hace algunos días, se publicó la noticia de que, en el marco de una investigación en la búsqueda de los autores de más de un centenar de atentados con bombas que han tenido lugar en el último tiempo, se había allanado una casa okupa en Santo Domingo con Bulnes, en Santiago, encontrándose en su interior drogas y explosivos. Recién, hemos visto y oído que otros okupa fueron desalojados de una casa en la calle República, de propiedad del Estado de Chile.

¿Se trata de algunos locos antisistema que quieren romper las normas de convivencia de nuestra nación, como quijotes luchando contra los molinos de viento, o tienen un trasfondo ideológico y obedecen a un movimiento internacional?

Se los ha definido como un movimiento social consistente en apropiarse de terrenos desocupados, para utilizarlos como tierras de cultivo, vivienda o lugar de reunión.

Aparentemente, las primeras manifestaciones de okupaciones ocurrieron en Inglaterra, donde se los llama “squatters”, cuyas primeras actividades se habrían producido en los años ‘60. Posteriormente, a mediados de los años ’80 alcanza gran desarrollo en España, Holanda y Alemania, pasando más tarde a Hispanoamérica, en Chile, Argentina, Brasil, Colombia y Venezuela.

01-foto-2-llama-la-atenciLlama la atención el uso de la letra “k” en el término “okupa”, para denotar que no se trata de cualquier ocupación, sino que manifiesta el carácter político de la acción mediante la cual se toma un edificio desocupado con motivos “subculturales”, como un medio para denunciar las dificultades de acceso a una vivienda o simplemente para demostrar su rebeldía frente a la institucionalidad. El uso de la “k” nos lleva a pensar inmediatamente en el “descontruccionismo” de Michel Foucault.

Michel Foucault es un filósofo francés que nace en 1926 y muere en 1984 y que, siguiendo en la estrategia de hegemonía ideológica como base del poder político de Antonio Gramsci, y elaborando su filosofía a partir de los sofistas griegos y estudiando a Nietzsche, Heidegger, Freíd, Marx y Wittgenstein, desarrolla un discurso ideológico sobre el poder y su desconstrucción, constituyendo un curso de acción estratégica para la radical lucha político-revolucionaria. Para Foucault, la teoría de la lucha de clases de Marx es la guerra de poderes y contrapoderes, estado de guerra del que nunca se sale. En este contexto de acción vital y profunda, el uso del símbolo y la metáfora constituyen un arma estratégica en la lucha ideológica total por el poder político.

Foucault proclama el valor y significado estratégico de todos los fenómenos de ruptura, a partir de los cuales se inicia una nueva forma de pensar. Entonces, procede “subvertir el estado de alienación, esto es, la racionalidad y la norma que se impone desde el poder. Por tanto, cabe afirmar la locura y la sinrazón como medios de liberación política. Se debe liberar al loco y desatar la sinrazón en la sociedad, que no son sino sus propias contradicciones”. Foucault entiende que la locura y la sinrazón son formas de transgredir y provocar la ruptura con el orden establecido.

01-foto-3-focault-rescataFoucault rescata de Nietzsche el psicoanálisis, la teoría de las ideologías y la nueva lingüística. Por ello, “La idea de partir del lenguaje tiene como finalidad suplantar tanto el paradigma del ‘ser’ como el paradigma del ‘sujeto’”. Advierte, pues, la fuerza desdobladora de las palabras, por lo que no transparentan las cosas, sino que las ocultan. A través del discurso, entonces, se substituye el “cogito” cartesiano por el “hablo”. Y el discurso es un arma dentro de la lucha social, tanto del poder, que hay que derribar, como del contrapoder o, mejor dicho de los contrapoderes, porque hay una red de poderes y no un solo poder.

En resumen, hay que deconstruir, demoler, las relaciones de poder, la sociedad misma para construir una nueva. Para ello, se necesita un trastocamiento total de las nociones de razón y sinrazón, verdad y falsedad, y del mismo ser humano. Hay que rechazar todas las formas de la razón y de la moral como restricciones intolerables para la libertad creativa del individuo. De esta forma, el sadismo, el sexo, la violencia y la locura poseen un valor fundamental en sí mismos, pues no son sino crudas expresiones del instinto vital del hombre, que la sociedad burguesa trata de contener y reprimir.

Sostiene Foucault que “las estructuras masivas de la sociedad burguesa y sus valores: las relaciones familia-hijo, centradas en el tema de la autoridad paterna; las relaciones trasgresión-castigo, centradas en el tema de la justicia inmediata; las relaciones locura-trastorno, centradas en el tema del orden social y moral, son creaciones del poder desencadenado de la razón clasificadora, discriminadora y segregadora de la sociedad occidental”. Frente a esto, procede un proceso de cambio expresado en una estratégica y sistemática tarea de demolición, desmoronamiento o “deconstrucción” del sistema cultural de Occidente.

Entonces, volviendo a nuestros “okupas”, no cabe duda de que su acción se enmarca dentro de esta ideas de Foucault y sus secuaces, tales como Félix Guattari y otros, de formar contrapoderes, grupos subversivos de ese orden cultural y, entroncando con las ideas matrices de Gramsci, por esa vía, lograr la hegemonía sobre la sociedad civil, para hacerse de la sociedad política.

01-foto-41No es un movimiento homogéneo; pero no hace falta, en tanto se dediquen a desconstruir la sociedad burguesa. Desde luego, tienen una amplia red de contactos mediante internet; en muchas oportunidades actúan en conjunto en movimientos de protesta; e incluso, se sabe de reuniones internacionales de los movimientos “okupas” de Alemania, Holanda, España, Italia, Francia e Inglaterra, en Europa; y en Hispanoamérica, de Chile, Argentina, Brasil, Colombia y Venezuela.

Entonces, su acción no es casual, sino que obedecen a una ideología definida que persigue, en definitiva, el apoderamiento del poder por parte del marxismo, mediante la subversión cultural. Por eso, desarrollan actividades autodenominadas artísticas, aunque normalmente de pésimo gusto, dentro de la cultura del “feísmo”, que tanto les apasiona; pero lo más importante, es participar de la “agresión molecular” a la sociedad dominada por las ideas católicas, representadas para ellos por la Iglesia, la familia y las Fuerzas Armadas, como expresiones de un orden, que consideran agobiante.

No nos engañemos, pues. No se trata de unos locos espontáneos antisistema, sino de acciones que obedecen a una racionalidad, aunque cueste descubrirla detrás de tanta palabrería sin sentido, críptica y aparentemente anárquica.