Amor en la verdad

Jesús Colina | Sección: Religión, Sociedad

06-foto-1La crisis, de hecho, explica el retraso en su publicación. En un primer momento, el Papa quería publicar esta encíclica a finales de 2007 o inicios de 2008, para recordar los cuarenta años de otra histórica encíclica social, la Populorum progressio, escrita por Pablo VI en 1967. Pero, a medida que el Papa iba redactando el texto, ayudado por sus colaboradores –entre otros, el Presidente y el Secretario del Consejo Pontificio de Justicia y Paz, respectivamente el cardenal Renato Raffaele Martino y el obispo Giampaolo Crepaldi, así como otros cardenales, teólogos y prestigiosos economistas–, fue quedando claro que la nueva coyuntura mundial provocada exigía respuestas articuladas.

Desde un primer momento, el Papa tuvo muy claro el criterio desde el que afrontaría este texto: el amor, tema de su primera encíclica (Deus caritas est), base de las relaciones humanas. Pero para que este amor pueda afrontarse de manera concreta y articulada, para que sea real, necesita estar armonizado por la verdad, a la que Benedicto XVI no sólo consagró su vida de teólogo, sino también su ministerio como obispo y Papa (su lema es Cooperatores veritatis, cooperadores de la verdad). San Pablo, en la carta a los Efesios, dice que hay que vivir la verdad en la caridad. El Papa ha intercambiado el orden de los términos. De este modo, no quiere negar la importancia del amor, sino recordar el hecho de que el amor al prójimo es auténtico amor cuando le respeta en su ser, en sus profundas exigencias humanas, dentro del proyecto de Dios. «Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo –explica–. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente». Sin verdad, la solidaridad se convierte en asistencia egoísta o incluso en un insulto cuando las ayudas se someten a la lógica de los intereses, en ocasiones políticos. La historia de la ayuda internacional al desarrollo, en particular en África, está llena de este tipo de casos. Además –dice el Papa–, no se ayuda a los países pobres si no se respeta la verdad de las reglas económicas, si no se tiene en cuenta la manera en que se gestionan las ayudas, si no se promueve el desarrollo en todas sus vertientes, no sólo las materiales. Por este motivo, el Papa ha escogido este subtítulo para la encíclica: Sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad.

06-foto-21La encíclica no constituye una receta para las reformas económicas y políticas que la comunidad internacional y los países deben adoptar para salir de la crisis. Esta labor corresponde más bien a los políticos y economistas. Lo que hace es presentar los ideales del Evangelio, en particular, el mandamiento del amor, como luz para afrontar los retos que la economía y la política plantean en estos momentos.

Stefano Fontana, director del Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân para la promoción de la doctrina social de la Iglesia, explica que, al presentar la caridad dentro de la verdad, Benedicto XVI está eliminando muchas confusiones sobre el desarrollo. Está desenmascarando «las nuevas ideologías que se convierten en fardos sobre el desarrollo: desde el ‘tercermundismo’, que sigue ligado a una obsoleta contraposición entre Norte y Sur, hasta el ecologismo desviado, que condena las ‘culpas’ contra la naturaleza y habla de ‘derechos de la naturaleza’, cuando tanto las culpas como los derechos son sólo propios del hombre». Con su encíclica, prosigue, el Papa propone «la sabiduría que se deriva del realismo cristiano. A la Iglesia le preocupa el hombre, el hombre concreto, pecador y justo, es decir, el hombre verdadero ». Lo que el Papa hace, en último término, es promover la civilización de la economía en estos tiempos de globalización. No niega el capitalismo, ni la economía de mercado, pero rechaza que puedan operar «sin injerencias morales».

Por otra parte, el Papa constata que, a causa de la globalización, es urgente tanto la reforma de la Organización de las Naciones Unidas, como de la arquitectura económica y financiera internacional. «Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial», asegura el Papa, citando la reivindicación de Juan XXIII. Esta Autoridad –asegura– «debe tener la facultad de hacer respetar sus propias decisiones a las diversas partes, así como las medidas de coordinación adoptadas en los diferentes foros internacionales». Pero la principal conclusión a la que llega la encíclica es ésta: «La fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano, que vivifique la caridad y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios».