Los límites de la moral…y el cigarrillo

Joaquín Reyes Barros | Sección: Sociedad

Durante las últimas semanas he asistido a un ciclo de conferencias organizado por la Revista Humanitas y dictadas por el profesor Antonio Amado, acerca de la “visión cristiana del mal”. Las conferencias han tratado acerca de la naturaleza del mal y sus relaciones con Dios, la libertad y la Redención. No es mi propósito exponer lo que allí se ha dicho –ni siquiera me atrevería, considerando lo brillante que han sido las explicaciones del profesor Amado–, sino sólo poner énfasis en un aspecto acerca de la visión cristiana del mal que, por muy conocido, a veces perdemos de vista. Dicho aspecto tiene que ver con la “naturaleza” del mal: el mal NO EXISTE.

“El mal no existe”, nos ha enseñado claramente el conferencista, explicando a San Agustín y la doctrina cristiana. El mal, se enseña, no es otra cosa que la privación de un bien debido por naturaleza, es decir, una ausencia de perfección en un sujeto que debiera poseerla. Si de algo se dice que es malo, es porque le falta algo, no por lo que sea o lo que tenga. Así, por ejemplo, decimos que la ceguera es un mal, porque consiste en la ausencia de visión en quien debiera poseerla por naturaleza. La piedra no es ciega (porque no le compete ver). El hombre sí puede estar ciego, pues tiene la facultad para ver y, sin embargo, no ve.

06-foto-23Pues bien: si el mal no posee naturaleza propia –pues, aunque se da en un ser, el mal es una ausencia de ser, no es; y si no es, no posee naturaleza– no es ni accidente ni substancia. Es decir: todo lo que es, es bueno. No hay cosas malas. Y en esto quisiera detenerme.

Efectivamente, no hay cosas malas. La marihuana, la cocaína, el alcohol, el cigarro, y un largo etcétera, no son malos por naturaleza, a pesar de lo que pudiera pensarse. Por ello es que nadie peca por fumarse un cigarro, ni por tomar un vaso de vino. La maldad está en el exceso, en beber hasta perder la razón, en fumar fuera de los límites de lo razonable, en usar de la marihuana y la cocaína para exacerbar los sentidos y perder el control de las facultades (aunque en estos casos la intención que informa al acto del que fuma por motivos “recreacionales” está siempre viciada, lo que no ocurre con otras substancias), etc. Y es que la sociedad actual, tan liberal en lo moral, es también, y paradójicamente, puritana. El puritanismo actual tiene su raíz precisamente en esto: en considerar que existen substancias malas por naturaleza. Es la vieja herejía del maniqueísmo, que se encuentra todavía presente en el mundo, luchando contra la verdad cristiana.

06-foto-32Y es que pareciera que, en una sociedad donde se promueve la tesis teórica de que nada hay bueno o malo por naturaleza, igualmente la razón exige poner el límite entre lo bueno y lo malo en alguna parte. ¿Y dónde ponemos ese límite, si es que renegamos de la ley natural? Una opción es poner ese límite en la salud física, absolutizándola. Así, cualquier cosa que produzca un efecto nocivo para la salud, bajo cualquier aspecto, se convierte en una substancia dañina, y su uso constituirá un mal. Y si la autoridad política ya no busca fomentar las virtudes de los ciudadanos (pues eso supondría que existe un bien moral objetivo que el hombre debe alcanzar), sí que busca promover que no fumen. Para una sociedad materialista, la muerte resulta el peor de los males: es mejor creer que podemos permanecer en esta vida para siempre. Así, creemos que viviremos para siempre si no fumamos. “El cigarro mata”, dicen algunas propagandas antitabaco. Ahora bien, si nos ponemos rigurosos, el cigarro no mata. Mejor dicho: si el cigarro mata, es porque todo mata en cierto sentido. Claramente puede producir un daño a la salud, pero ¿es que acaso el café no lo produce?, ¿y la carne?, ¿y las hamburguesas del McDonalds?, ¿y las pizzas?, etc. Si siguiéramos el mismo razonamiento según el cual se dice que fumar es de suyo algo malo, tendrían que prohibirse un sinnúmero de substancias que ingerimos diariamente y que a nadie se le ocurriría prohibir. Lo malo está en el exceso o el defecto, pero no en la substancia misma.

No se trata de hacer una apología del cigarro (yo ni siquiera fumo). Lo que digo del cigarrillo podría decirse también de este afán moderno por considerar como un mal moral cualquier atentado contra la “naturaleza”, la “capa de ozono” o cualquier cosa del estilo. En estos casos también existe un cambio en el criterio para discernir sobre lo bueno y lo malo: cualquier cosa que uno haga y produzca un daño al medioambiente, será un mal moral, pues el único criterio para juzgar la bondad o maldad de un acto, será el beneficio o el daño que se le provoca a la naturaleza.

06-foto-42En resumidas cuentas, lo que intento hacer con estos ejemplos es llamar la atención sobre dónde se pone el criterio para decidir acerca de la moralidad de un acto, y cómo este criterio, que tradicionalmente ha sido el orden de la razón, la ley natural (y el análisis acerca del objeto, fin y circunstancias del acto), se va poniendo en otros lugares, que a veces poco tienen que ver con la moralidad. A veces ni siquiera nos damos cuenta de que el criterio que utilizamos para juzgar un acto es completamente alejado de la consideración recta del objeto moral, y sólo nos dejamos llevar por ciertas impresiones que se van repitiendo por todas partes. ¿Anticonceptivos? ¿Aborto? ¿Relaciones sexuales fuera del matrimonio? ¿Homosexualidad? Todo vale. ¿Un cigarrillo? ¡Por ningún motivo! Es la salud física por sobre la salud moral. El animal por sobre el hombre.

Curioso maniqueísmo el de la sociedad liberal. Pareciera que lo único que no tolera el liberalismo es el catolicismo (porque es de la esencia del catolicismo ser intolerante con la tolerancia absoluta), y el cigarrillo. Católico ya soy. Dan ganas de fumar…