Disfrazado de sotana

Pedro Beteta | Sección: Religión

08-foto-1El Santo Padre Benedicto XVI ha decidido dedicar el próximo año a profundizar en el sacerdocio. Desea que esté dedicado de manera especial a él, con objeto de que la Iglesia entera redescubra la belleza que se encierra en este Sacramento. Un Sacramento que capacita a hombres, con defectos como los tienen todos pero con vocación divina pese a ello, a servirles como lo hizo Cristo; de hecho, es Él mismo que actúa en la Iglesia a través de los sacerdotes para conducirlos a la santidad.

Cuentan que en una ocasión debía dar una conferencia un teólogo en los salones del Ayuntamiento de una pequeña ciudad y, al llegar y bajar del tren, desorientado, preguntó a unos niños que estaban jugando, qué camino debía seguir para llegar. Un chaval de los interpelados le preguntó: “para que quiere ir al Ayuntamiento”. Algo molesto el conferenciante le contestó: “voy a enseñar el camino que lleva al Cielo”. El pequeño le respondió: “entonces, ¿usted sabe cómo se va al Cielo y no sabe cómo se va al Ayuntamiento que está más cerca?”. Hasta aquí la anécdota que si es o no real está bien traída como dicen en Italia, al menos eso espero. Porque en definitiva, la vida del sacerdote, consiste en ir, enseñar y conducir a otros hombres a llegar al Cielo.

08-foto-2Los defectos de los sacerdotes, sus ignorancias en muchas materias no menoscaban su misión. Y ya que sale lo del Ayuntamiento, el sacerdote ha de tener –como Cristo en la Cruz– los brazos y las manos abiertas de par en par para que quepan todos: los de un lado y los de otro. No es su misión, pues, hablar de política, de sociología, de economía, etc., sin un grave peligro de decir majaderías pero la mayor de todas es hablar de un tema que no sea Dios. Si son de derechas, izquierdas o de centro no ha de importarle pues para todos Dios se hizo Hombre y nos compró a gran precio, su Sangre, en la Cruz. Todos valemos lo mismo, un altísimo precio y todos tenemos reservada una morada en el Cielo que puede quedar eternamente vacía. Así pues, el sacerdote, es un hombre con defectos que quizás nunca llegue a vencer y, sin embargo, camina, conoce y también puede conducir a otros a alcanzar el Cielo.

La convocación de Benedicto XVI de este “año sacerdotal” comienza el 19 de junio próximo, días antes de que concluya el año paulino que tantos bienes a reportado a los fieles cristianos durante este año. La “oportunidad” quizá sea un poco forzada pues el motivo es el 150 aniversario de la muerte de san Juan María Bautista Vianney, el santo cura de Ars. Lo que tiene muy claro el Papa es que necesario rezar mucho para que en estas horas amargas de egoísmo en el que la familia está vilmente atacada y deteriorada, siendo como es la iglesia doméstica de la que surgen las vocaciones, y movilizarse descaradamente para promover crisis sacerdotales. No hay que temer al término crisis. Las crisis humanas son frecuentes –no son más que ocasiones en las que hay que tomar grandes decisiones de cualquier tipo–, unas veces será la elección de carrera, de trabajo, de estado, de una compra, etc.

08-foto-3Junto con la oración para acertar y superar generosamente estas crisis hemos de rezar también por la santidad de los que ya se han decidido: seminaristas y sacerdotes, a fin de que perseveren y crezcan ininterrumpidamente en amor de Dios. Pidamos con insistencia al Señor que envíe muchas vocaciones sacerdotales de jóvenes inteligentes, doctos, con espíritu deportivo, piadosos, etc. Al santo cura de Ars le costó mucho acabar los estudios de teología y al Papa actual nunca se le dio bien el deporte, pero la humildad y la tenacidad en la oración suplen otras cualidades. No son un obstáculo para la elección de este camino, cuando se es idóneo, la vida pasada; la vocación manifiesta el amor de Dios por ellos y el esfuerzo del candidato por adquirir las virtudes sacerdotales, que no son distintas de las propias de cualquier buen cristiano, sanan sin dejar cicatriz heridas pasadas.

Las miserias personales de los eclesiásticos no ensucian a la Iglesia como muchos piensan, porque Ella es santa y sin mancha al margen de ellos ya que la Iglesia es Cristo presente en el mundo. Y si tampoco hizo ascos Cristo a las miserias de sus Apóstoles, ni le importó que a Él le llamaran comilón, bebedor y amigos de los pecadores ya que: “no es el médico para los sanos sino para los enfermos”, e incluso dirá: “¿quién me argüirá de pecado?”, se comprende que las miserias de algunos eclesiásticos ¡muy pocos, gracias a Dios!, haga que no sean razonables esas calumnias. Pero para servir al Señor no hay que ser sacerdote evidentemente. El sacerdocio es un modo de servir a Dios distinto al del seglar y que no puede faltar, ni nunca faltará, a pesar de las perspectivas agoreras como aducen algunos a la vista de cómo está occidente. Esto no quita que sea preocupante en esas regiones. En la parte sur de África hay tantas vocaciones que no pueden construir suficientes seminarios para acoger a esos jóvenes que quieren llegar a ser sacerdotes. Aunque en parte pueda haber un afán de promoción social, hay también un gran entusiasmo de fe, porque se encuentran en un momento determinado de la historia en que las religiones tradicionales resultan insuficientes.

08-foto-4La dignidad de la vocación sacerdotal tiene una grandeza y dignidad que nunca valoraremos suficiente. A Santa Catalina de Siena le dijo el Señor: “no quiero que mengüe la reverencia que se debe profesar a los sacerdotes, porque la reverencia y el respeto que se les manifiesta, no se dirige a ellos, sino a Mí, en virtud de la Sangre que yo les he dado para que la administren. Si no fuera por esto, deberíais dedicarles la misma reverencia que a los seglares, y no más… No se les ha de ofender: ofendiéndolos, se me ofende a Mí, y no a ellos. Por eso lo he prohibido, y he dispuesto que no admito que sean tocados mis Cristos”. Una familia que es verdaderamente cristiana anhela que haya vocaciones sacerdotales en su seno y para alcanzar este don rezan sin cesar.

Es una vocación de servicio “y este es el misterio de la llamada, de la vocación; misterio que afecta a la vida de todo cristiano, pero que se manifiesta con mayor relieve en los que Cristo invita a dejarlo todo para seguirlo más de cerca. El seminarista vive la belleza de la llamada en el momento que podríamos definir de ‘enamoramiento’. Su corazón, henchido de asombro, le hace decir en la oración: Señor, ¿por qué precisamente a mí? Pero el amor no tiene un ‘porqué’, es un don gratuito al que se responde con la entrega de sí mismo”.

Los sacerdotes han de ser respetados de manera especial por todos los fieles por la dignidad de que han sido revestidos, y ellos, humildemente, no deben dejarse servir ya que no son más que los demás. Sí son más sacerdotes pero no son más fieles que los demás bautizados. Todos los cristianos, participamos por el Bautismo del sacerdocio real de Cristo, pero el sacramento del Orden proporciona a los sacerdotes un nuevo y distinto sacerdocio. No es un grado más intenso al sacerdocio del Bautismo sino algo esencialmente distinto. Un ejemplo. Si el Bautismo fuera un color, por ejemplo, “azul celeste”, el sacramento del Orden no intensifica el azul celeste hasta hacerlo “azul marino”; no, eso sería un grado mayor de azul y no es eso. El sacerdote posee, además del azul celeste del Bautismo, “otro” color absolutamente distinto, por ejemplo, el amarillo, por continuar el ejemplo de los colores.

08-foto-0-portadaUna vez alabaron mi disfraz unos jóvenes que iban vestidos de superman en un día de carnaval porque me vieron ir con sotana. Evidentemente me limité a poner cara de… “original”. El sacerdote tiene un servicio público y, como tal, posee un uniforme normalizado. Los pilotos, las azafatas de eventos o de medios de transporte, la policía municipal, los médicos en el Hospital, etc., van diferenciados en los lugares donde ejercen su tarea. Los sacerdotes ejercen en cualquier momento del día y de la noche y si cuando van por la calle no se les distingue ¿cómo acudirán a él? Recuerdo que junto a la Capelinha, en la explanada de Fátima, en varias ocasiones he sabido que varios sacerdotes que iban “de paisano” han acudido a otros “con clergyman o traje talar” a confesarse y recomenzar una vida sacerdotal nueva. ¿Por qué ese camuflaje? ¿Por qué esa actitud camaleónica? Porque quieren ser como los demás…, ¡pero si no lo son! Ya ha pasado esa época, corta pero llena de deserciones, debido a la angustia de ignorar la identidad sacerdotal. La identidad es clara: la de ser Cristo. Porque si bien es cierto que todos los cristianos podemos y debemos intentar parecernos a Cristo e identificarnos con Él mediante la lucha y los Sacramentos, en el sacerdote esto se da inmediatamente, con el Sacramento del Orden sacerdotal. Esa es la grandeza de la identidad sacerdotal: ser el mismo Cristo desde la misma ordenación sacerdotal. No sería un propósito pequeño que los sacerdotes nos decidiéramos a ir elegante y orgullosamente vestidos por la calle mostrando nuestra condición y despertando con ello ya en los niños una pequeña “crisis” de vocación.