Soy la mujer más feliz del mundo

Sor María Ruah | Sección: Héroes Anónimos, Religión

10-foto-1-autorRuah, Espíritu en hebreo, es el segundo nombre de sor María Dolores Toraño López, tras ingresar en las Misioneras de la Caridad. Segunda de nueve hermanos, tiene 46 años, es médico y ha estado destinada, hasta hace pocos meses, en la leprosería de Santinagar (Calcuta, India), donde la persecución a los cristianos es una cruda realidad.

«El objetivo específico de nuestra congregación es la asistencia a enfermos, moribundos, niños de la calle, mendigos…, trabajar por la conversión y salvación de los pobres… Convertir y santificar son obra de Dios… Para llevar la luz de Cristo a las tinieblas de las chabolas en los suburbios, tenemos que llevar a nuestro Señor donde Él no ha estado nunca antes… Ésta es nuestra misión: hacer presente a Dios en el mundo de hoy con nuestra vida y testimonio», explica la Beata Madre Teresa Calcuta en Escritos esenciales, recopilación de sus escritos.

María Ruah ha experimentado en carne propia este objetivo: llevar a Cristo a los más pobres de entre los pobres, siempre con el testimonio y nunca con el proselitismo. Ser de Cristo está trayendo graves consecuencias en la India. Los fundamentalistas del hinduísmo destruyen iglesias, lugares de culto, escuelas, casas y vehículos de cristianos, conventos, albergues, hospitales y sedes institucionales. Y no sólo eso, sino que llegan, incluso, al asesinato.

La India es un país con 1.117 millones de habitantes, de los cuales el 74,5% son hinduistas, el 12,1% musulmanes, y los cristianos son el 6,2%, según el Informe sobre Libertad Religiosa en el Mundo 2008, de la asociación eclesial Ayuda a la Iglesia Necesitada.

10-foto-2Los cristianos huyen, se refugian y, como otros tantos, las Misioneras de la Caridad permanecen, porque el sentido de sus vidas es Cristo, son «sus leprosos» como los llama María Ruah. Esto es lo que da sentido a sus vidas, porque Dios las ha llamado a esta misión concreta. Los riesgos y la inseguridad son tremendos, cuentan Antonio y Toñi, los padres de esta misionera. Ellos relatan que su hija vivía a cinco horas de Calcuta en un transporte que circula con lentitud. Aun en medio del peligro, ellas tienen que ir allí, donde recogen niños para ser adoptados; niños que en varias ocasiones les han arrebatado. Incluso a ellas mismas las han expulsado del tren, empujándolas a las vías.

María Ruah, como el resto de sus Hermanas, no podía salir a la calle sin otra compañera. El peligro es manifiesto. Viven cerca del Estado de Orissa, donde comenzó la persecución, y de donde los cristianos han comenzado una diáspora hacia otros Estados del país. Ante todo esto, el Gobierno mira hacia otro lado.

Las Misioneras de la Caridad están preocupadas por la situación, tienen que tener mucho cuidado, y la oración es su esperanza. Un día paralizaron todos sus centros para dedicarse exclusivamente a rezar. Toñi, como madre cristiana, y siguiendo el ejemplo de santa Mónica, asegura que la oración es poderosa, pues por ella «se arrancan gracias del Señor para que el corazón de piedra se transforme en un corazón de carne. ‘Pedid y recibiréis’, dice el Evangelio: pedir, creyendo de verdad que se va a recibir».

Una entrega generosa

10-foto-0-portadaMaría Ruah fue una joven que llevó una vida normal y que, en un determinado momento, se vio llamada a ser religiosa. Luchó con ella misma cinco años, pues no se hacía a la idea. Sin embargo, el Señor pudo más, y decidió, a los 36 años –edad límite para entrar en su congregación–, ingresar en las Misioneras de la Caridad. El primer año estuvo destinada en Londres; posteriormente, dos años en Roma, y, hasta hace poco, en India, donde ha estado 5 años. Allí los pobres han sido sus pobres, los leprosos sus leprosos, los niños sus niños. En ellos ha visto reflejada la calma, la paz y la serenidad.

Ella dejó todo por su vocación: su familia, su novio, su país, su trabajo… Descubrió que a Dios no se le puede decir que no cuando te busca. Vive en el extremo opuesto de la opulencia, pero es feliz en medio de la pobreza, en medio de los pobres y enfermos. Los leprosos han sido su vida. Sus padres cuentan que su hija tiene «una fe tremenda. Una fortaleza enorme, pues ha tenido problemas físicos y es difícil vivir en otra cultura distinta. No ha tenido miedo, pues dice que dar la vida por Cristo es lo mejor, porque conduce directamente a la santidad».

Toñi relata que está orgullosa de su hija porque «ha sufrido por Cristo. Porque ella dice que ha estado allí por Cristo». A su madre le ha dolido el sufrimiento de María Ruah, pero indica que «lo más importante son las almas, y los hijos son de Dios». Antonio, su padre, también ha sufrido con la situación, pero recuerda que «estamos en manos de Dios y el martirio es semilla de otros cristianos. Además, lo más grande que se puede recibir, es Dios. El martirio te lleva directamente al Cielo».

María Ruah asegura que es «la mujer más feliz del mundo» y que «no lo cambiaría por nada».




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Alfa y Omega, www.alfayomega.es. Su autora es María del Pilar Blázquez.