Los jóvenes buscan mensajes verdaderos y proyectos humanizadores, aunque sean sacrificados
Mons. Ricardo Blázquez | Sección: Religión, Sociedad
“Los jóvenes detectan los movimientos de la cultura y la sociedad. Es necesario ofrecerles razones para creer, vivir y sufrir por la verdad y el bien”. Así lo afirmó Mons. Ricardo Blázquez, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española y obispo de Bilbao, que clausuró el XXX Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra dedicado a “La communio en los Padres de la Iglesia”.
“Los jóvenes –agregó– responden a las demandas del trabajo por la paz, la solidaridad y las causas de la libertad; pero necesitan que esos valores arraiguen en el Evangelio y la fe en Jesucristo. Su corazón se sacia con mensajes verdaderos y proyectos humanizadores, aunque sean sacrificados”.
Para el obispo de Bilbao, la Iglesia debe “recordar las verdades inscritas en la condición humana y ayudar a que en la familia la fidelidad y entrega mutua, y la educación en la fe y los grandes valores humanos sean una realidad”. También consideró que el intento de redefinir el matrimonio en la legislación y los llamados modelos de familia “han introducido cierto oscurecimiento sobre su estructura fundamental y han debilitado el sentido de la familia constituida por padres e hijos como referente básico”. A su juicio, el mejor regalo que los padres pueden ofrecer a sus hijos es “su amor vivido en unidad y perseverancia”. Así, “brotan las mejores condiciones para madurar los niños y jóvenes”.
Ante los debates abiertos en nuestro país sobre el aborto se preguntó si “¿tiene una persona el derecho de privar a un ser humano del derecho fundamental a la vida? ¿No se devalúa así la dignidad y el valor de la persona humana?”. En este sentido, explicó que “la mujer que tiene dificultades para llevar adelante el embarazo debe ser acompañada, pero no tiene derecho a abortar eliminando al ser humano que está gestando”.
Mons. Blázquez destacó que confía en que la próxima Jornada Mundial de 2011 en Madrid “sea cima e impulso de itinerarios pasados y futuros en la maduración humana y cristiana de los jóvenes. Estos encuentros resultan estimulantes y quienes participan son testigos de su personal experiencia.”
Por último, se refirió a los cuatro años de pontificado de Benedicto XVI: “Doy gracias a Dios por su persona, su ministerio papal y las tareas desarrolladas. Pues, en una hora delicada de la historia, anuncia con amor, humildad, paciencia, lucidez y valor la verdad sobre Dios, el hombre y el mundo a la luz del Evangelio”. Una constante en su magisterio consiste en “unir la fe y la razón en la vida y el servicio de la Iglesia”.




