No os dejéis imponer el reino del dinero

Prensa | Sección: Política, Sociedad

La primera peregrinación apostólica de Benedicto XVI a África ha sido mucho más que un viaje: se ha convertido en el programa de justicia social a nivel global que presenta la Iglesia en una crisis financiera y económica que tiene entre sus primeras víctimas la solidaridad

Al recorrer las calles de Yaundé, la capital de Camerún, y de Luanda, capital de Angola, del 17 al 23 de marzo, el Papa no sólo ha podido ver con sus ojos y tocar con sus manos la tragedia del 70% de la población de estos países, que debe subsistir con 1,25 euros diarios, sino que se ha convertido también en portavoz del grito africano de justicia. El maratón de discursos y homilías a los que se ha sometido en su periplo, soportando con frecuencia un calor asfixiante, pasa a ser, de este modo, el primer borrador de la encíclica social que está preparando, cuya redacción ha retrasado con el objetivo de poder ofrecer pautas más adaptadas a la nueva situación general provocada por la crisis.

Si resumiéramos en una frase el mensaje que ha dejado en el continente olvidado, se podría citar el eslogan: La Iglesia en África, al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz, argumento que él mismo ha escogido para la segunda Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos, que se celebrará en octubre en Roma. De hecho, según repitió por activa y por pasiva, el problema endémico de la pobreza en África hay que afrontarlo eliminando las guerras o conflictos que siguen desangrando a este continente, algo que exige justicia y reconciliación.

Una nueva economía africana

En el acto más multitudinario que celebró en Camerún, el 19 de marzo, en el estadio Amadou Ahidjo, lleno hasta los topes, Benedicto XVI lanzó una advertencia a los africanos con estas palabras: «En una época en que tantas personas sin escrúpulos quieren imponer el reino del dinero despreciando a los más pobres, tenéis que estar atentos».

Según el Papa, no podrá haber auténtico desarrollo –desarrollo integral– en África, si éste no está basado en valores morales. Y, en esta nueva economía (etimológicamente, significa administración de la casa), que Benedicto XVI vino a traer a África, la familia tiene un lugar decisivo. De hecho –explicó al analizar el gran problema de África en estos momentos–, «algunos valores de la vida tradicional se han trastocado. Las relaciones entre las generaciones se han modificado de una forma que no favorece como antes la transmisión de los conocimientos antiguos y de la sabiduría heredada de los antepasados. Con demasiada frecuencia, somos testigos de un éxodo rural, pero no como el que se ha conocido en muchos períodos de la Historia. La calidad de los lazos familiares queda profundamente afectada. Desarraigados y frágiles, los miembros de las generaciones jóvenes, a menudo sin trabajo, por desgracia, buscan remedios para el mal de vivir refugiándose en paraísos importados, efímeros y artificiales, que, como sabemos, nunca garantizarán al ser humano una felicidad profunda y duradera».

Los jóvenes africanos, «frente al fenómeno de una urbanización galopante, abandonan su tierra, física y moralmente, no como Abraham para responder a la llamada del Señor, sino por una especie de exilio interior que les aleja de su mismo ser, de sus hermanos y hermanas de sangre, del mismo Dios», prosiguió el Papa. «¿Hay una fatalidad, una evolución inevitable?», se preguntó, para responder después: «Ciertamente no». La clave consiste en humanizar toda cultura, lo cual debe hacerse notar en todos los ámbitos de la vida social, comenzando por el respeto del derecho a la vida: «Cada ser humano, incluso el más pobre y pequeño, está creado a imagen y semejanza de Dios. ¡Toda persona debe vivir! ¡La muerte no debe prevalecer sobre la vida! ¡La muerte nunca tendrá la última palabra!», dijo el Papa.

Desde este planteamiento, cobra sentido el llamamiento a acabar con el hambre que lanzó, el 20 de marzo, Benedicto XVI al despedirse de Camerún: «Trabajad por eliminar la injusticia, la pobreza y el hambre allá donde las encontréis». Y así también se entienden las primeras palabras que pronunció en el aeropuerto de Luanda, en la ceremonia de bienvenida, cuando ante el Presidente José Eduardo dos Santos exigió que no se olvide a «la multitud de angoleños que viven por debajo del umbral de la pobreza absoluta».

Portavoz de África

Pero la visita papal no ha servido sólo para despertar la conciencia africana; se ha convertido también en un altavoz para que los países ricos cumplan con los compromisos adquiridos en la ayuda al desarrollo, empezando por la promesa de destinar a este objetivo el 0,7% del producto interior bruto (PIB). En su discurso a las autoridades angoleñas y a los embajadores acreditados en ese país, el Papa consideró que, para que la ayuda sea realmente útil, «las naciones africanas no deben ser consideradas sólo como destinatarias de los planes y las soluciones elaboradas por otros. Los africanos mismos, trabajando juntos por el bien de sus comunidades, han de ser los primeros agentes de su desarrollo». Esto –dijo– exige «transparencia, práctica comercial honesta y buen gobierno». También subrayó el Papa que la ayuda internacional a los países africanos es «más necesaria aún, con la tempestad financiera mundial que se ha desencadenado; el auspicio es que dicha ayuda no sea otra de sus víctimas».

Como se ha podido ver, Benedicto XVI ha dejado algunas pinceladas de una doctrina social para el nuevo contexto de la globalización. Ahora hay que esperar su próxima encíclica para ver cómo quedan articuladas.

Sida y preservativo, una polémica trasnochada

«No se puede solucionar este flagelo sólo distribuyendo profilácticos». Esta frase de Benedicto XVI, evidente para cualquier médico o experto en la lucha contra el sida, pronunciada en respuesta a la pregunta de un periodista, a bordo del avión que le llevó el 17 de marzo a Camerún, desencadenó una trasnochada polémica promovida por periodistas y representantes políticos.

El pecado original de los comunicadores estuvo, como de costumbre, en tergiversar unas palabras del Papa y censurar otras. Si hubieran ofrecido todas sus declaraciones, el gran público hubiera descubierto que el Papa ofrece una respuesta global al sida, que, por otra parte, es la única que hasta ahora ha dado resultados en la lucha contra el virus. «La solución puede encontrarse sólo en un doble empeño –afirmó–: el primero, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que traiga consigo una nueva forma de comportarse uno con el otro; y segundo, una verdadera amistad también y, sobre todo hacia las personas que sufren, la disponibilidad incluso con sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren».

Las estadísticas dan la razón al Papa. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), relativos al período que va de 1991 a 2001, aquellos países en los que se ha promovido un acercamiento educativo-global a la lucha contra el sida, el número de los afectados ha disminuido. Es lo que ha sucedido en Uganda, Burundi y República Democrática del Congo. Sin embargo, en los países africanos en los que las campañas de lucha contra el sida se centraron sobre todo y casi únicamente en la distribución de preservativos, los resultados han sido dramáticos, comenzando por Botswana y siguiendo por Suazilandia, Lesoto, Namibia y Zimbawe. Quizá no sea casualidad el que los católicos en los primeros casos tengan una cierta mayoría, mientras que en los segundos sean una exigua minoría.




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Alfa y Omega, www.alfayomega.es.