Dos años, treinta años

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Historia, Política

Pobre Cristina. Algún ex-montonero le sopló la tontería del minuto y ella, tan sutil, la repitió a los 30 años de la cuasi guerra. Hizo el loco.

Pobres medios chilenos, no todos, pero sí ésos que se han condecorado a sí mismos con la medalla a la mentira, al ocultar la decisiva gestión del presidente Pinochet en esa paz casi imposible del 78.

La Historia muestra la verdad. Incluso en los momentos de mayor encono hacia el Presidente y su Gobierno, la oposición reconoció su sensato liderazgo. Por eso, la DC y el PS declararon que respaldarían la posición chilena y pidieron la rápida intervención de las Naciones Unidas para evitar la guerra.

La Iglesia jugó también un rol importante, lo que llevó Pinochet a agradecer a los obispos chilenos: “Estamos conscientes de que en este trabajo de búsqueda de la paz los obispos chilenos han tenido un papel muy importante, no sólo por sus oraciones, sino también por su concentrada labor con sus hermanos del Episcopado argentino,” afirmó el Presidente.

Pero sin duda la postura más significativa fue la de Eduardo Frei M., quien declaró que aún reconociendo su oposición al régimen, apoyaba la gestión del Gobierno al señalar que Chile tenía jurídica y moralmente una posición indiscutible con respecto a su situación limítrofe austral.

Un año después, cuando la situación parecía encaminarse por un sendero de negociaciones, Pinochet le manifestó al entonces cardenal Silva H. que “en estos últimos días hemos tenido la buena noticia de que con la ayuda de Dios, nuestros constantes deseos de paz se van haciendo una realidad, el pueblo de Chile, como el Gobierno que presido, guardarán siempre una profunda gratitud al Santo Padre Juan Pablo II y a su enviado especial Eminentísimo Cardenal Antonio Samoré, por sus buenos oficios para encaminar las negociaciones con la hermana República Argentina. Sabemos que en las gestiones ante la Santa Sede, V.E. –junto a otros obispos de ambos países– ha intercedido patrióticamente, lo cual es fruto de su espíritu cristiano y de su amor por Chile, que merece el sincero agradecimiento del pueblo de Chile, del Gobierno y mío propio.”

Y el cardenal respondió señalando que agradecía “los amables conceptos de V.E. ante una acción que la Iglesia, consecuente con su misión de amor a Dios, al prójimo, a la patria, no podía ni podrá omitir; pensando siempre en los supremos intereses de Chile, hemos hablado con el Santo Padre y con nuestros hermanos , los obispos de Argentina y Chile, y hemos movilizado la oración de nuestro pueblo cristiano, para obtener de Dios la gracia de una paz duradera, basada en la justicia y la mutua comprensión; Dios querrá que la gestión tan felizmente comenzada concluya solidificando la amistad fraterna de dos pueblos, a los que la Providencia quiere unidos e integrados”; y agregó en noble frase: “Que Él también recompense a todos los que con su prudencia, serenidad y disposición a entendimiento razonables han hecho y harán posible el logro del paz.”

En el Segundo aniversario de su fallecimiento, que basten estos recuerdos para reconocer el eficaz celo que el Presidente Pinochet desplegó para evitar una guerra.

Millones de chilenos le debemos, también en esto, nuestro derecho humano a la vida.

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