Monarquía Boliviariana

Padre Luis Ugalde, sj. Rector UCAB. | Sección: Política, Sociedad

El Presidente sabe bien que es anticonstitucional volver a preguntar en referéndum (dentro del mismo período) sobre el mismo tema de su reelección indefinida, ya respondido negativamente hace un año. Su justificación va por otro lado: cuantas veces se presente una contradicción entre lo que quiere el Jefe de la Revolución y la Constitución, ésta debe ser cambiada, por contrarrevolucionaria. Siguiendo uno de los argumentos cómicos del Presidente, sugiero la reforma constitucional de República por Monarquía: “Venezuela es una Monarquía bolivariana”. Su brevedad le permite acurrucarse dentro de una humilde “enmiendita” y expresa mejor la realidad actual, con todos los poderes en manos del Presidente, de uno solo. Monarquía significa gobierno de uno.

Las constituciones democráticas se inventaron para poner límites al Poder (derechos civiles individuales, división de poderes, descentralización, libre iniciativa, pluralismo, alternancia…). El gobernante jura acatar la Constitución, respetar los límites, aceptar la alternabilidad y ser servidor público y no tirano.

Por el contrario en la “Revolución” (y en dictaduras de todo pelaje) la constitución –con minúscula– es un papelito utilitario que será cambiado por los serviles cuantas veces le venga en gana al Jefe. Por eso, el inefable Carlos dejó de lado sus retorcidos bizantinismos constitucionalistas, que no alcanzan a demostrar que dos y dos son cinco, y se fue por donde es: “No se trata de un problema de legalidad, ni de juridicidad. Es un problema de soberanía”. Que el soberano actual Chávez se perpetúe en nombre de la futura feliz soberanía del pueblo. Con frecuencia éste es torpe y vota contra sus propios intereses revolucionarios, lo que es comprensible luego de tantos años de deformación imperialista, oligárquica y de manipulación mediática. Pero el Jefe protege al pueblo de sí mismo y, como padre amantísimo, vuelve a pedirle (con amenaza, coacción y engaño) que le apruebe una Constitución que le dé todo el poder, sin límites de atribuciones ni de tiempo.

El Poder tiene sus propias tentaciones. Cuando se posesiona de alguien (de derecha o de izquierda) le mete en la cabeza que es insustituible salvador de su pueblo frente a amenazas inminentes. Bolívar vivió la tentación y terminó rechazándola, gracias a su conciencia republicana y a las resistencias. Lo expresó con claridad envidiable en el muy citado discurso de Angostura (1819): la perpetuación en el poder es una maldición para los pueblos y lleva a la tiranía. Pero, para ganar la guerra y domar la “anarquía” interna, Bolívar quería un poder central fuerte. Luego, en los días del Congreso de Cúcuta (1821), dolido por las acusaciones de usurpador y de tirano, le confiesa a Gual lo que quiere que la historia diga de él: “Bolívar tomó el mando para libertar a sus conciudadanos y, cuando fueron libres, los dejó para que se gobernasen por las leyes y no por su voluntad”.

Mientras los triunfos militares avanzaban, la Gran Colombia se desmoronaba y El Libertador veía que la anarquía devoraría a la República. El temor a la ruina lo llevó a idear (1826) la Constitución de Bolivia (también para la Gran Colombia y otras repúblicas) con presidencia vitalicia y con derecho a nombrar su sucesor. En este tiempo confesaba que “su corazón siempre latía a favor de la libertad, pero su cabeza siempre se inclinaba hacia la aristocracia”. Afortunadamente, no prevaleció esta Constitución y Bolívar pasó a la historia como Libertador y no como tirano.

Los sueños socialistas predicados por Chávez son imposibles, con él o sin él. Él no será el inventor de una nueva economía imposible (pregúntele a Raúl Castro) que elimine de raíz la desigualdad y la injusticia; éstas seguirán siendo la mayor responsabilidad política-moral de las sociedades (son mucho más que la economía) y de los estados, con sus leyes e instituciones.

Chávez está en el dilema de terminar como tirano y fracasado guardián de la miseria de su pueblo (al igual que Fidel Castro hoy) o gobernar en la realidad de 2009 con sus posibilidades. El peligro de Chávez y su mal gobierno no está en 2013, sino ahora, cuatro años antes. El referéndum anticonstitucional, lo gane o lo pierda, consagrará la pérdida del rumbo democrático y social de su gobierno.

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