Las rarezas de nuestro mapa político

Claudio Alvarado | Sección: Nos han escrito

Durante las últimas semanas se ha discutido bastante sobre el eventual programa de gobierno del senador DC Eduardo Frei, candidato presidencial de la Concertación. Esta vez el debate se concentró en las exigencias realizadas por el PPD y los sectores más “progresistas” del oficialismo, especialmente respecto del mal llamado “aborto terapéutico”.

Esta discusión ejemplifica claramente lo que sucede en general con los partidos y movimientos políticos de nuestro país: mientras Frei dice estar “dispuesto a estudiar todos los temas”, el diputado democratacristiano Jorge Sabag responde enfáticamente que “si Frei incluye el aborto terapéutico en el programa de Gobierno, muchos DC vamos a votar por Adolfo Zaldívar, quien ha estado más cerca del humanismo cristiano que del humanismo de Pilatos” y que su partido no puede ser tibio ante éste tema porque “la izquierda quiere meter el aborto terapéutico para aprobar después el aborto sin apellido”.

Sabag y Frei, ¿parecen de un mismo partido? Estas contradicciones en temas fundamentales no son nuevas en la DC, es cierto (más bien son como su ADN). Pero ojo, tampoco son exclusivas de ella. Basta recordar cómo reaccionaron los dirigentes históricos de la UDI ante el requerimiento presentado al Tribunal Constitucional sobre la “píldora del día después”. Con matices y alguna que otra rectificación posterior, los senadores Longueira, Novoa, Coloma y Larraín criticaron y/o discreparon públicamente del grupo de diputados que lideró esa iniciativa por la defensa de vida desde el instante mismo de la concepción.

Obviamente más de alguien dirá que no es necesario compartir una misma visión sobre todas las cosas para formar parte de un conglomerado político, especialmente si las discrepancias afloran en los denominados “temas valóricos”, en los que cada uno tiene “su verdad”. Sin embargo, son precisamente esos temas los que más directamente se conectan con la razón de ser un referente político, con sus principios y fundamentos doctrinarios más profundos, con la visión de hombre y de sociedad que se intenta promover mediante la dirigencia política.

Porque si bien es cierto que un partido o un movimiento político también se encuentra unido por definiciones contingentes, razones históricas e incluso lazos afectivos y personales, el núcleo básico y primordial de ideas e ideales que iluminan las decisiones más importantes de la vida social y política sí se vinculan con cuestiones éticas o morales, como son las definiciones de fondo que se adoptan sobre la vida humana, la familia, la educación, la dignidad de los trabajadores, entre tantos otros.

Por eso no deja de sorprender y de preocupar que una de las principales características actuales de la política chilena sea la imposibilidad de identificar, salvo en la izquierda (por desgracia), a conglomerados que uniformemente defiendan y promuevan acciones desde sus propias ideas matrices. En cambio, y esta es la principal rareza, sí se pueden observar grandes coincidencias sobre los temas “valóricos” en diputados o alcaldes con nombre y apellido, pero de distintos partidos. Da la impresión, por mencionar algunos ejemplos, que José Antonio Kast (UDI), Manuel José Ossandón (RN), y el mismo Jorge Sabag (DC) comparten entre sí, más que en comparación con varios de sus respectivos compañeros de partido, una visión de hombre y de sociedad, al menos en los temas fundamentales. Y a la inversa, cuesta imaginar cuestiones realmente importantes en las que estén de acuerdo, por ejemplo, Carlos Larraín con Karla Rubilar (ambos RN), o Patricio Walker (DC) con sus “camaradas” pro aborto. Por contraparte, sí debería ser fácil suponer (aunque en realidad hoy por hoy no se sabe) que pensaron muchos adherentes de la UDI –partido de inspiración cristiana, que en su declaración de principios habla de un orden moral objetivo y de la dignidad espiritual y trascendente del hombre– cuando la diputada Evelyn Matthei dio a entender explícitamente, a propósito de la polémica sobre el sueldo ético, que un Obispo no puede hablar de temas económicos, como si la actividad económica fuera totalmente ajena a la moral.

Más allá de los ejemplos –que son inagotables: ayer divorcio, hoy píldora, mañana uniones civiles homosexuales, etc.–, es importante señalar que las implicancias de este grave problema trascienden la mera disquisición teórica. Porque así como algunos creen que la apatía de la juventud respecto de la política se soluciona automáticamente con inscripciones del mismo tipo, votos voluntarios y otros cambios estructurales que motivan poco o nada a participar de verdad, existen muchos otros jóvenes que no sólo no son apáticos, sino que muy interesados en las problemáticas sociales y políticas, pero que ante la falta de ideales y sueños claros o coherentes no ven motivos ni espacios para trabajar por el bien común.

Claudio Alvarado