La moral sexual católica no son normas restrictivas

Monseñor Livio Melina | Sección: Familia, Religión, Sociedad

Es una eminencia en el ámbito de la moral sexual. Y no sólo por presidir el Pontificio Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia, sino porque su forma de exponer la doctrina católica en el espinoso asunto de la sexualidad es valiente y meridianamente clara.

El Papa ha manifestado que muchos católicos están alejados de la Iglesia en el terreno de la moral sexual. ¿Por qué se produce esta distancia?

Porque los católicos comparten las tentaciones del mundo, y muchos asumen su mentalidad. Y porque, frente a la cultura que gobierna, tienen complejo de inferioridad a la hora de hablar de sexualidad. Muchos católicos se sienten acomplejados porque entienden su propia propuesta moral como normas prohibitivas que impiden hacer algo. Sin embargo, Benedicto XVI ha subrayado que la propuesta cristiana es un buen anuncio, un evangelio sobre la grandeza de la vida, también en lo que afecta a la sexualidad. Frente a una revolución sexual que separa la sexualidad de la donación de uno mismo, de la transmisión de la vida, de las relaciones en el matrimonio e, incluso, de la diferencia sexual hombre-mujer, el mensaje cristiano presenta la sexualidad humana desde el interior del amor. Es una vocación a darse a sí mismo y construir una unión fecunda, abierta a la transmisión de la vida.

En la época del ‘Yo no corono rollo con bombo’, ¿cómo se puede transmitir la propuesta cristiana a los jóvenes?

Tenemos que albergar una gran esperanza, porque la verdad de la sexualidad humana no es algo impuesto a los jóvenes desde fuera, sino que está grabada en su corazón y sólo tenemos que ayudarles a descubrirlo. Cierto que hay influencias contrarias, además de las tentaciones propias de la vida, pero nuestra visión está profundamente grabada en cada uno. Ésa es nuestra primera baza. La segunda es la del testimonio: el mejor argumento para los jóvenes es realizar la propuesta cristiana desde el testimonio alegre, por novios y matrimonios que están realmente felices con su vida.

¿Entonces es que a los católicos nos falta valor?

Sí, pero también ocurre que muchos jóvenes, cuando escuchan por primera vez el anuncio cristiano, se preguntan: ¿Esto es realmente posible en mi vida? Si no encuentran respuesta, esta grandeza se vuelve resentimiento. Por eso es importante realizar un anuncio de la misericordia de Dios, que nos acompaña durante el camino; y decirles que éste no es un ideal lejano, sino que, por la gracia de Dios, y dentro de las fragilidades humanas, es un camino posible.

Una de las críticas que se hace a la Iglesia es que no es posible vivir el celibato, ni la castidad, ni la continencia…

Castidad no es lo mismo que continencia. La castidad es una virtud del amor y, por tanto, no es contener los instintos, sino modular, desde la afectividad, los impulsos que surgen en las relaciones entre hombre y mujer. Lo que tenemos que hacer es enseñar a amar. Hacer que el propio cuerpo, el encuentro con el otro, los deseos y las ilusiones de la persona se armonicen en la construcción de la vida. Una vida entendida como comunión de personas, como un don de sí mismo a otro.

Ante eso, muchos jóvenes responden que toda forma de controlar la sexualidad coarta la libertad…

La razón no tiene que controlar con normas restrictivas un mundo que sería confuso y anárquico, sino dar forma al don de uno mismo que está inscrito en la sexualidad humana. Uno de los mayores problemas para el anuncio cristiano es que tenemos que pasar de una idea de la educación sexual como control a través de normas (las normas son importantes, pero secundarias) a una educación en la virtud. Hemos de reconocer el significado que está inscrito en el cuerpo, en las pasiones humanas y en la sexualidad, y llevarlo a la virtud. La moral sexual católica no es un conjunto de normas restrictivas.

¿Falta que ciertas voces dentro de la Iglesia se formen mejor y, sobre todo, acordes al Magisterio?

Hay que conocer mejor la enseñanza de la Iglesia, sobre todo las catequesis de Juan Pablo II, que liberó la visión cristiana del amor humano de toda impresión de rechazo a la corporeidad. Faltan personas que acompañen a los jóvenes y a las parejas. Debemos ofrecer los medios adecuados para ese camino, que no son sólo información, sino formación en la virtud, y una enseñanza sobre los métodos naturales para el control de la fecundidad. Y, sobre todo, hay que propiciar vivir juntos en una comunidad cristiana, porque solos no podemos. Antes se enfatizaba la sexualidad como fuente de problemas que deben ser reprimidos. Está muy difundida la idea de que la Iglesia no debe hablar de sexualidad, aunque se hable de ello en todos sitios, porque la Iglesia respeta la conciencia de los fieles. Pero es que los fieles tienen que ser iluminados en este asunto. La sexualidad no es el tema principal de la evangelización, pero sí lo es el anuncio de Jesucristo, que salva al hombre en su totalidad, incluida su dimensión sexual.




Nota: Esta entrevista fue realizada por José Antonio Méndez y publicada originalmente por Alfa y Omega, www.alfayomega.com.

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