Igual me gusta Chile

Fernando Peña R. | Sección: Política, Sociedad

Fernando PeñaHace dos días atrás me invitaba con mucho entusiasmo un amigo de Concepción a votar por Arturo Prat en la tonterita esta de los “Grandes Chilenos”, frente a lo cual me rehusé, sencillamente por el recto y sano convencimiento de que mi voto podía contribuir a esta idea absurda de que la historia es “democratizable”, y de que los héroes se eligen por mail.

Hace exactamente dos horas atrás, me entere sin nada de sorpresa que el Presidente Salvador Allende había sido elegido el más grande de todos los tiempos, y fue en ese instante, cuando me embargo una idea desesperada de escribir estas líneas, las que básicamente se inspiran en recuerdos no muy gratos, de esos a los que uno lee hace el “quite”, porque incomodan, porque marcan, no con la verdad, si no con esa suave advertencia de “te lo dije, viste”.

Mi mejor amigo se fue a España hace tres semanas, a estudiar. Mi mejor amigo no quiere volver a Chile, dice que Chile sufre de un mal silencioso, que no tiene nada que ver con la política (por eso aún me tiene Fe), o las empresas, sino con lo que nosotros orgullosamente denominamos nuestras “virtudes” patrias: el chileno “pillo”, el chileno “vivo”, “el simpático”, que nunca queda mal con nadie, que goza fingiendo, aún cuando sepa que todo es una farsa, un circo. Obviamente lo anterior no es gratuito, porque siendo yo un indio muy sociable y “simpático”, converso harto de estas cosas con mis amigos sociólogos en la Universidad de Concepción, y me dicen que consulte con Foucault, quien justamente lo explica todo, ya que “el poder, al estar disperso en todas partes, atraviesa también a los sujetos, los que se hacen parte también de estas relaciones de poder, por lo que el poder dejaría de ser un agente de represión, para convertirse ahora en una fuente de verdad y saber”. Siendo mi mejor amigo un convencido (aparte de ser una persona muy culta) de que Lévi –Strauss estaba equivocado al afirmar de que existen patrones antropológicos en común entre las diferentes culturas, sus esquemas lingüísticos, ritos religiosos, formas de producción, etc., no me queda otra que aceptar con resignación la tesis de mi amigo.

Claro está cual es una de las fases más complicadas, pero a la vez más astuta del proyecto Gramsciano (o ciudadano como lo llama Bachellet) del actual gobierno, y es justamente lo anterior: empoderar a la ciudadania de simbologías y construcciones emotivas que respalden y hagan parecer racionales decisiones como las que acaba de tomar el pueblo chileno al elegir a Salvador Allende como el más grande de toda la historia patria.

Yo me quedaré en Chile, y aún cuando me negaré siempre a ser parte de este tipo de chantajes colectivos, no descansaré nunca en denunciar el macabro proceso de ingeniería social que pretende hacer la izquierda en nuestro país.

Fernando Peña es Licenciado Ciencias Políticas, UDEC

Tagged as: , , , , , , , , , , , , , , ,