Reprobados por tener mala memoria

Samuel Gregg | Sección: Historia, Política

¿Karl Marx es el filósofo más grande de todos los tiempos? Es lo que muchos oyentes de la BBC afirmaron cuando les pidieron que nombrasen a una persona que lo fuese.

El resultado de la BBC subraya la extraña ceguera acerca de Marx que persiste en las sociedades occidentales.

De alguna forma, esto no es nada nuevo. En la década de 1930, intrépidos occidentales viajaron a la URSS y regresaron diciendo que habían visto el futuro. Pero de alguna forma se las arreglaron para no ver las purgas, la colectivización y el Gulag, que resultaron en el encarcelamiento y la muerte de millones de personas. Se dice frecuentemente que el comunismo era un sistema sin Dios. Eso no es muy correcto, que digamos. El comunismo era un sistema sin Dios en la medida en que estaba basado en una visión atea del hombre. No obstante, el comunismo sí tenía sus dioses. Tenía sus deidades, a las que se les podía ofrendar en sacrificio todo y a todos.

Una de las respuestas es afirmar que la filosofía de Marx fue distorsionada por Lenin y Stalin. El mismo Marx, se oye a menudo, era un humanista que deseaba liberar de sus cadenas a la gente. Otros apologistas insisten en que uno puede distinguir entre el Marx joven y el Marx viejo, siendo el juvenil filósofo más humanista que el más canoso y cruel revolucionario político.

Hasta una mirada superficial a los escritos de Marx revela rápidamente lo vacías de tales defensas. Una consistente visión antihumana es lo que prevalece en todo el pensamiento de Marx. Para éste, el hombre es un ser cuyos orígenes son irrelevantes, cuyo futuro es la extinción y cuyo presente está más allá de su control. Incluso la gente que vive en la sociedad comunista de Marx no tiene la posibilidad de tener una existencia con sentido. Marx describió la sociedad comunista como una en la que sería posible “hacer una cosa hoy y otra mañana; cazar en la mañana, pescar en la tarde, criar ganado al atardecer y criticar después de la cena, tal y como uno quiera”.

Esto suena idílico, hasta que uno se da cuenta de que, desde la perspectiva del marxismo, ninguna de esas actividades puede tener valor alguno para los humanos. Para los verdaderos materialistas no puede haber diferencia cuantitativa entre leer y pescar, trabajar o dormir, vivir o morir. Todo tiene el mismo valor, por lo tanto no tiene valor. En este mundo no hay diferencia entre el trabajo de la Madre Teresa y el de un guardia de campo de concentración. Comparten por igual la irrelevancia general de todo y todos.

Esto nos dice que el marxismo no puede estar interesado en la justicia o la libertad. Insiste en que somos como madera flotante, que va de aquí para allá en las olas de la historia. En semejante mundo, nuestras vidas no valen nada. Nuestras muertes son irrelevantes. Sólo rescatamos cualquier satisfacción animal de la vida, antes de que nuestra insignificancia termine con nuestra aniquilación final como seres vivientes.

Tanto hablar del humanismo de Marx… Un problema más serio con la filosofía marxista es su legitimación de la criminalidad. Por “criminal” no sólo me refiero a infringir la ley ocasionalmente, también a una situación en que la gente decide que está por encima de la ley; que no está sujeta a la ley; que la ley es sólo otra arma de poder. Porque si el marxismo tiene razón y el materialismo es cierto, entonces la violencia sistemática para perseguir objetivos políticos es aceptable.

La ironía es que, mientras que hoy en día millones de personas saben de los atroces crímenes de los nazis, muy pocos saben de las atrocidades cometidas por Lenin, Stalin, Castro, Pol Pot y otros marxistas. Es como si hubiese un sutil acuerdo para no hablar sobre estos crímenes. Esta estudiada ignorancia se manifiesta cuando vemos agitando en las manifestaciones las banderas rojas adornadas con la hoz y el martillo. ¿Sabe la gente que las ondea lo que esa bandera roja significa para aquellos que fueron esclavizados y asesinados por los regímenes marxistas? ¿Por qué la bandera roja del marxismo no es tratada con la misma repulsa que, correctamente, despierta la esvástica?

Claro que Marx murió años antes de que sus seguidores lograsen obtener el poder. Pero uno sospecha que Marx habría aplaudido el uso comunista de la violencia. Él mismo era partidario de colgar a los capitalistas de la farola más cercana. “Cuando llegue nuestro turno –advertía a sus opositores– no disimularemos nuestro terrorismo”.

Se ha ejercido mucha violencia en nombre de filosofías y religiones, incluido el cristianismo. La diferencia está en que el cristianismo contiene un criterio moral de acuerdo al cual podemos juzgar y condenar ese comportamiento por parte de los cristianos. El marxismo jamás tuvo y nunca tendrá esos parámetros. Porque en la filosofía marxista no hay lugar para el amor a Dios y al prójimo. Quizá eso, por sobre todas las cosas, hace a Marx tan indigno de la admiración contemporánea.

(*) Traducido por Miryam Lindberg.. Publicado en LibertadDigital.com.

Tagged as: , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,