No le tengo temor a la muerte

Entrevista a Alexander Solzhenitsyn | Sección: Historia, Política, Religión

Entrevista a Alexander Solzhenitsyn (*)
 

Pregunta:
Alexander Isayevich, cuando llegamos lo encontramos trabajando. Parecería que incluso a la edad de 88 años usted sigue sintiendo la necesidad de trabajar, a pesar de que su salud ya no le permite moverse libremente por su casa. ¿De dónde saca esa  fortaleza?

Solzhenitsyn:
Siempre he tenido esta fuerza interior, desde que nací. Siempre me he dedicado con alegría al trabajo –al trabajo y a la lucha.

P:
Solo en esta habitación usted tiene cuatro mesas para trabajar. En su libro “Mis años en América”, que será publicado durante el otoño en Alemania, usted recuerda que escribía incluso cuando caminaba por el bosque.

Solzhenitsyn:
Cuando estaba en el Gúlag, había veces en las que escribía en los muros de piedra. Acostumbraba escribir en trozos de papel, cuyos contenidos luego memorizaba y destruía.

P:
¿Y su fuerza no lo abandonó ni siquiera en esos momentos de gran deseperación?

Solzhenitsyn:
En efecto. A menudo pensaba: Cualquiera que sea vaya a ser el resultado, que lo sea. Y luego las cosas resultaban bien. Parece que algo bueno salió de todo eso.

P:
No estoy seguro si usted era de la misma opinión cuando en febrero de 1945 el servicio secreto del Ejército arrestó al Capitán Solzhenitsyn en Prusia Oriental. Porque, en sus cartas desde el frente, Solzhenitsyn no se comportaba como un adulador con Josef Stalin, y la sentencia por ello fueron ocho años en campos de prisioneros.

Solzhenitsyn:
Eso fue al sur de Wormditt. Habíamos roto recién el cerco alemán, y estábamos marchando a Königsberg (hoy Kaliningrado) cuando fui arrestado. Fui siempre optimista. Además, fui fiel a mis ideas, y dejé que fuesen ellas las que me guiaran.

P:
¿Cuáles son esas ideas?

Solzhenitsyn:
Es cierto que mis ideas se han ido desarrollando a medida que pasa el tiempo. Sin embargo, siempre he creído en lo que hice, y nunca actué en contra de mi conciencia.

 

La Unión Soviética y el comunismo

P:
Durante toda su vida usted ha hecho llamados a las autoridades para que se arrepientan de los millones de víctimas del Gúlag y del terror comunista. ¿Fueron realmente escuchados estos llamados?

Solzhenitsyn:
He crecido reconociendo el hecho de que, sin importar el lugar del mundo en que uno se encuentre, el arrepentimiento público es siempre la opción menos aceptable para los políticos modernos.

P:
El actual presidente ruso dice que el colapso de la Unión Soviética fue el mayor desastre geopolítico del siglo XX. Él dice que ya es tiempo de terminar con estas cavilaciones masoquistas respecto del pasado, especialmente porque hay intentos “foráneos” –como él lo dice– para provocar remordimientos injustificados entre los rusos. ¿No es esta una postura que solo quiere ayudar a quienes quieren que el pueblo ruso olvide todo lo que ocurrió en el país durante su pasado soviético?

Solzhenitsyn:
Bueno, en todo el mundo hay una preocupación creciente respecto de la forma en la que los Estados Unidos van a manejar su nuevo papel como la única superpotencia mundial, al que llegó como resultado de una serie de cambios geopolíticos. En cuanto a “seguir cavilando sobre el pasado”, es decir, ese intentar fundir lo “soviético” con lo “ruso”, en contra de lo cual me manifesté contrario tantas veces en la década de 1970, no se ha terminado en Occidente, en los antiguos países socialistas ni en las ex repúblicas soviéticas.
La generación mayor en los países comunistas no estaba preparada para arrepentirse, mientras que las nuevas generaciones solo se han dedicado a quejarse y hacer acusaciones, siendo Moscú, en su estado actual, un blanco muy conveniente para ellas. Ellos se comportan como si se hubiesen liberado muy heroicamente y ahora vivieran una nueva vida, mientras Moscú sigue siendo comunista.
Sin embargo, yo sinceramente espero que esta etapa tan poco sana se acabe luego, y que toda la gente que vivió el comunismo entienda finalmente que es precisamente él, el comunismo, el culpable de las páginas más amargas de su historia.

P:
¿Incluyendo a los propios rusos?

Solzhenitsyn:
Si todos pudiésemos mirar con objetividad nuestra historia, ya no veríamos esta actitud nostálgica hacia el pasado soviético que hoy parece predominar entre aquellos menos favorecidos de nuestra sociedad. Tampoco los países de Europa del Este ni las antiguas repúblicas soviéticas sentirían la necesidad de buscar en la Rusia histórica el origen de sus problemas.
Uno no debería atribuir los actos malvados de líderes individuales o regímenes políticos a una falla innata del pueblo ruso. Uno no debe atribuir estos actos a una “sicología enferma” de los rusos, como a menudo se hace en Occidente. Todos esto regímenes en Rusia solo pudieron sobrevivir imponiendo un sangriento terror.
Todos deberíamos ser capaces de entender que solo la aceptación voluntaria y consciente de las culpas individuales puede asegurar la verdadera sanación del alma de una nación. Los reproches permanentes por parte de otros, por el contrario, resultan ser contraproducentes.

 

La Revolución Rusa

P:
Hace 90 años Rusia fue golpeada, primero por la Revolución de Febrero y luego por la Revolución de Octubre. Estos eventos constituyen verdaderos temas recurrentes (“leitmotifs”) en sus obras. Hace pocos meses atrás, en un largo artículo, usted volvió a reiterar su tesis: el Comunismo no fue el resultado del régimen político existente anteriormente en Rusia; la revolución Bolchevique solo fue posible por el mal gobierno de Kerensky en 1917. Si uno sigue su línea de argumentación, entonces Lenin fue solo un actor accidental, quien pudo ir a Rusia y tomarse el poder con el apoyo alemán. ¿Lo hemos entendido correctamente?

Solzhenitsyn:
No, no lo han hecho. Solo una persona extraordinaria puede convertir una oportunidad en realidad. Lenin y Trotsky fueron políticos excepcionalmente ágiles y vigorosos, capaces de usar en su favor, en un lapso muy breve, las debilidades del gobierno de Kerensky.
Pero permítanme corregirlos en su errónea conclusión. La “Revolución de Octubre” es un mito originado por los ganadores, los bolcheviques, y tragado completo por los círculos progresistas de Occidente. El 25 de octubre de 1917 hubo un violento golpe de estado, y que duró 24 horas, en Petrogrado. Éste fue planificado por León Trotsky de manera brillante y detallada –Lenin todavía estaba escondido, para evitar ser llevado frente a la justicia por traición. Lo que nosotros llamamos “la Revolución Rusa de 1917” fue en realidad la Revolución de Febrero.
Las razones que dan origen a esta revolución sí tienen sus raíces en las condiciones prevalecientes en Rusia con anterioridad, y nunca he sostenido lo contrario. La Revolución de Febrero tiene profundas raíces –como lo he demostrado en mi obra “La rueda roja”. La primera de ellas fue la larga desconfianza mutua entre quienes estaban en el poder y la sociedad más educada, una amarga desconfianza que significó la imposibilidad de cualquier compromiso o de cualquier solución constructiva. Y, por lo tanto, la mayor responsabilidad la tienen, por supuesto, las autoridades. ¿Quién, si no el capitán, es responsable cuando naufraga la nave? Por lo tanto, efectivamente ustedes pueden decir que en sus orígenes de la Revolución de Febrero fue “el resultado del régimen político existente anteriormente en Rusia”.
Pero esto no significa, de ningún modo, que Lenin solo fue un “actor accidental”; o que la participación financiera del Emperador Guillermo no tuvo consecuencias. No hubo nada natural para Rusia en la Revolución de Octubre. Por el contrario, la revolución rompió la columna vertebral de Rusia. El Terror Rojo desatado por sus líderes, su voluntad de ahogar a Rusia en un baño de sangre, es la primera y principal prueba de ello.

P:
Su reciente trabajo de dos tomos “200 años juntos” fue un intento de terminar con el tabú en contra de discutir la historia en común de rusos y judíos. Estos dos tomos han generado más bien perplejidad en Occidente. Usted dice que los judíos son la fuerza que lidera el capital global y que ellos están entre los principales destructores de la burguesía. ¿Debemos concluir de la importante recopilación de fuentes que presenta en su obra que los judíos tienen una responsabilidad mayor que otros por el fallido experimento soviético?

Solzhenitsyn:
En mi obra evito precisamente aquello que usted implica en su pregunta: no hago llamados a ningún tipo de contabilidades o comparaciones entre la responsabilidad moral de un pueblo u otro. Es más, yo excluyo por completo incluso la noción de que existan responsabilidades de una nación respecto de otra. Todo lo que hago es un llamado a la reflexión personal.
La respuesta a su pregunta la puede encontrar en el mismo libro: “Cada persona debe responder moralmente de todo su pasado –incluyendo aquel pasado que es vergonzoso. ¿Responder de qué forma? Intentando comprender: ¿cómo algo como eso pudo ser permitido? ¿Dónde está nuestro error? ¿Podría pasar de nuevo? Es en este espíritu, específicamente, que sería provechoso que los judíos respondieran por los asesinos revolucionarios y los grupos dispuestos a seguirlos. Pero no es una respuesta que deban dar a otros, si no que a ellos mismos, a la conciencia de cada uno, y frente a Dios. De la misma forma que nosotros los rusos debemos responder –por los pogroms, por aquellos crueles e incendiarios campesinos, por esos enloquecidos soldados revolucionarios y aquellos salvajes marinos.”

P:
En nuestra opinión, de todos sus trabajos, “El Archipiélago de Gúlag” fue el que tuvo mayor resonancia. En este libro usted mostró la naturaleza misántropa de la dictadura soviética. Mirando en retrospectiva, ¿puede decirnos en qué medida contribuyó a la caída del comunismo en el mundo?

Solzhenitsyn:
Usted no debería hacerme esa pregunta a mí. El autor nunca puede hacer ese tipo de evaluaciones.

P:
Parafraseando algo que usted dijo en alguna oportunidad, la oscura historia del siglo XX tuvo que ser sufrida por Rusia para el bien de la humanidad. ¿Han aprendido los rusos las lecciones de dos revoluciones y sus consecuencias?

Solzhenitsyn:
Pareciera que están empezando a hacerlo. Un gran número de publicaciones y películas sobre la historia del siglo XX –si bien de calidades bastante disparejas– son evidencia de una demanda creciente. Recientemente, el canal estatal de televisión –Rusia– presentó una serie basada en la obra de Varlam Shalamov, mostrando la terrible y cruel verdad de los campos de prisioneros de Stalin. En ella, la realidad no fue disfrazada.
Otro ejemplo de este interés es que desde febrero pasado he sido sorprendido e impresionado por un importante, acalorado y prolongado debate al que ha dado origen la re–impresión de mi artículo sobre la Revolución de Febrero. Me reconfortó ver un amplio espectro de opiniones, incluyendo aquellas opuestas a la mía, puesto que ellas demuestran las ansias por entender el pasado, sin el cual no puede haber un futuro que tenga sentido.

 

Religión

P:
La idea de la influencia del cristianismo ortodoxo en el mundo ruso puede ser seguida a lo largo de todas sus obras. ¿Cuál es la calificación moral de la Iglesia Rusa? Nosotros creemos que se está convirtiendo en una iglesia del Estado, de la misma forma que hace siglos atrás –una institución que, en la práctica, legitima a la cabeza del Kremlin como representante de Dios.

Solzhenitsyn:
Por el contrario, debemos sorprendernos que nuestra iglesia ha ganado una posición relativamente independiente en un lapso muy breve desde que fue liberada de la completa subyugación del gobierno comunista. No olviden el horrible costo en vidas humanas que la Iglesia Ortodoxa rusa sufrió durante prácticamente todo el siglo XX. La Iglesia recién se está levantando de sus rodillas. Nuestro joven estado post–soviético está recién empezando a aprender a respetar a la Iglesia como una institución independiente. La “doctrina social” de la Iglesia Ortodoxa rusa, por ejemplo, va mucho más allá de los programas del gobierno. Recientemente, un importante miembro de la Iglesia ha realizado repetidos llamados a reformar el sistema tributario. Su opinión es muy distinta a la del gobierno, pero la ha hecho ver públicamente.
En cuanto a “legitimar la cabeza del Kremlin”, ¿se refiere a la misa de responso por Yeltsin en la catedral y la decisión de no celebrar una ceremonia civil?

P:
Sí, también a ese hecho.

Solzhenitsyn:
Bueno, probablemente fue la única forma de mantener a raya el enojo de la gente, que todavía no ha desaparecido del todo, y evitar posibles manifestaciones de esa rabia durante el funeral. Pero no veo ninguna razón para ver esta ceremonia como el nuevo protocolo para los funerales de todos los presidentes rusos en el futuro.
En lo que respecta al pasado, nuestra Iglesia mantiene cadenas de oración permanente por las víctimas de las masacres comunistas en Butovo, cerca de Moscú, en las Islas Solodetsky y en otros lugares de asesinatos masivos.

P:
En una entrevista en 1987 usted dijo que le resultaba muy difícil hablar de religión en público. ¿Qué significa la fe para usted?

Solzhenitsyn:
Para mí la fe es el fundamento y el soporte de la vida.

P:
¿Le teme usted a la muerte?

Solzhenitsyn:
No, ya no le temo a la muerte. Cuando era joven, la temprana muerte de mi padre –murió a los 27 años– me produjo una sombra de dudas, y tuve miedo de morir antes de que todos mis planes literarios se realizaran. Pero entre los 30 y 40 años de edad mi actitud frente a la muerte pasó a ser bastante más calmada y balanceada. Siento que ella es algo natural, pero de ninguna forma final, en la existencia de cada uno.

P:
De todas formas, le deseamos muchos años de vida creativa.

Solzhenitsyn:
No, no. No lo haga. Ya ha sido suficiente.

 

(*) Extractos de la entrevista realizada por Christian Neef y Matthias Schepp y publicada en Spiegel. La versión completa de la entrevista, en inglés, puede encontrarse en http://www.spiegel.de/international/world/0,1518,496211,00.html.

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