¿Mentiras verdaderas?

Fernando Peña R. | Sección: Política, Sociedad

Fernando PeñaAclaro, primero que todo, que la intención de estas líneas es solo refutar la columna de mi tocayo publicada el día 13 de julio del 2008 en el Mercurio titulada “Mentiras Verdaderas”, por lo que, y esperando hacer un uso racional del espacio que se me asigna en este sitio, le sugiero leer antes dicha columna, siempre y cuando vuestro paladar no se conforme con la introducción y descripción que daré a continuación.

Carlos Peña es categórico: “la ficción en vez de alejarnos de la realidad, nos permite acercarnos a ella”, juicio que corona la crítica del columnista respecto a ciertos cometarios del Ministro Viera Gallo en torno al “Señor de la Querencia”, y en acto seguido, los dichos de un obispo criticando a “Lola”. Ambos personajes coincidieron en algo: “hay que separar la realidad de la ficción”, lo que al señor Peña no le parece, fundamentalmente por dos argumentos. El primero: el supuesto trato déspota y pedante que hacen tanto el Ministro y el Obispo respecto a su posición de las masas, “ambos creen que la relación entre los medios y las audiencias es unilateral. Los medios transmitirían un mensaje que las audiencias, indefensas e irreflexivas, asimilarían sin chistar como parte de la realidad”, asegura Peña, quien nos receta con mucho entusiasmo dedicar dicha tarea a personas sacras (como el Ministro y el Obispo) los contenidos y formas de mostrar la realidad, lo que acompañado de una cuota de loables ejemplos reivindicadotes, nos daría un acercamiento teleológico sobre la intención de ambas autoridades: “separar, con total claridad, la realidad de la ficción”.

Mi opinión es que está claro que dentro del barquito de Jakobson lo que falla no es necesariamente el Receptor, no porque dicho sujeto sea más o menos docto, o porque tenga más o mejores títulos académicos, sino porque sencillamente cuando a mi, receptor Peña, me dicen en “Media Noche” que se inaugura un hospital público en Curepto, yo receptor Peña no me dedico a juzgar la veracidad de dicha noticia. Si, es muy fácil para el señor Peña identificar las responsabilidades del sujeto pasivo del mensaje, lo en su esfuerzo intelectual se grafica en la apelación emotiva que hace al referirse a novelas y obras de peso indiscutido, […] “La gente sigue leyendo «La Metamorfosis» o «Madame Bovary» no para escapar, sino como una forma de acercarse a lo real […] La verdad es que yo, leí la Metamorfosis en el colegio por que alguien en el Ministerio pensó que dicha obra me acercaría a la realidad.

¿Cuál es la responsabilidad que tiene el emisor del mensaje?, para Carlos Peña al parecer ninguna, ya que no se hace cargo de aquello, solo se refiere a la importancia de confiar en el juicio de la gente, lo que no me extraña, porque él es de los que piensa que la realidad se configura a través del lenguaje, por lo que las verdades y las mentiras estarían determinadas por esto, el lenguaje, y su eventual característica subjetiva de democratizar la verdad (Allende el gran Chileno de Todos los tiempos), de embellecer la verdad (derecho sexuales y reproductivos, no Aborto), de inventar verdades (Hospital de Curepto). Por lo menos en el plano político señor Peña, el emisor importa, sin descuidar obviamente su interés por resaltar el plano hermenéutico de la discusión.

Jacques LacanEl segundo argumento, y creo, en mi opinión, el de mayor importancia, se refiere a la afirmación un tanto gratuita del columnista  respecto a su creencia epistemológica de que la las verdades no son verdades, ni las mentiras mentiras, sino que el problema sería algo mas complejo. No es mi intención ahora continuar la línea política de mis críticas, me alejaré de Habermas, para profundizar en la mención de un autor en particular que hace el señor Peña en su columna: Jacques Lacan.

Para Lacan la constitución del sujeto se hace a través de 3 nudos inseparables: Lo real, lo imaginario, y lo simbólico, los que poseen una relación inseparable y analítica.

Lo real es todo aquello que no se puede representar a través del Lenguaje, lo imaginario la proyección del yo diferenciado del otro, y en relación con el objeto a, y lo simbólico, en cuanto registro más evolucionado, constituye la reflexión comunitaria de las reglas de comportamiento en una cultura determinada.

De lo anterior, podemos desprender que al señor Peña, no le interesa mucho la realidad, ya que para él, al igual que para sus médicos de cabecera, la realidad no es más que un estadio de inconciencia, ininteligible, cuyo valor solo se hace verbo en cuanto materialización lingüística y práctica de fenómenos culturales en la sociedad.

Para terminar, solo recordar de K. Popper algo que hoy por hoy se considera añejo, inútil e inconsistente: “La configuración de la Realidad se realiza a través del Conocimiento, entendiendo este último como la busqueda de la verdad”, esa verdad, que según Jenófanes “nunca ningún hombre ha conocido, ni conocerá, e incluso, si por azar algún hombre pronunciase la verdad perfecta, él mismo no lo sabria”.

Claro está, que nadie se opone a que la imaginación del ser humano se abra paso entre dicha maldición Socrática, pero no me parece justo, que en nombre de la verdad se justifique, primero, la mediocridad y la estupidez que entregan los contenidos de los medios de comunicación, y segundo, que se haga caso omiso de la función política de los medios, que en su dimensión Gramsciana, por lo menos en Chile, tiene objetivos específicos sobre el dominio Simbólico de la Realidad.

(*) Licenciado Ciencias Políticas y Administración

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