Juventud, divino tesoro. Y la familia también.

José Luis Widow Lira | Sección: Familia

Dos jóvenes amigos se encuentran después de algunos meses sin verse.

Personajes:

Desiderio Amor (DA, Joven 1)
Basilio Confucio (BC, Joven 2)

DA — Supe que tus papás se separaron.

BC — Sí, pero estás atrasado de noticias. No fue recién.

DA — Lo siento. ¿Mejor así? ¿O habrías preferido que siguieran juntos?

BC — No lo sientas. Mejor así. ¿Para qué se iban a quedar juntos, si peleaban todo el tiempo? Era tan insoportable, que fue mucho mejor que cada uno siguiera su camino.

DA — Te entiendo, pero no puedo no sentirlo. Tú sabes que yo a mi papá casi ni lo conocí. Y creo que lo que más me habría gustado en la vida es vivir con él, con mi mamá. Poder conversar con ellos. Me habría gustado que mi papá alguna vez me ayudara con las tareas, igual que mis compañeros de curso. Por último, estar con ellos, salir con ellos, perder el tiempo con ellos. Yo no estoy seguro de que haya sido lo mejor para todos que cada uno se fuera por su lado. Me gustaría que ellos siguieran juntos, queriéndose y queriéndonos. Sin peleas ni conflictos, al menos, mayores. ¿No te gustaría lo mismo a ti?

BC — La preguntita. Así, obvio. Me habría encantado que mis papás no se separaran nunca.

DA — Ahora dime: ¿por qué te habría encantado que tus papás no se separaran?

BC — ¡Pucha, las preguntas que haces¡ Obvio, ¡porque los papás son los papás! Y si no pelearan, aunque no fueran perfectos, uno quisiera tenerlos siempre juntos y cerca.

DA — Perdona que te siga preguntando, pero me interesa por algo que te contaré. Si de da lata, no sigo. El asunto es ¿por qué uno quisiera tener siempre cerca de los papás?

BC — ¿Es que no te das cuenta que, al final, lo que yo soy viene no sólo de mi, sino de lo que cada uno de ellos me dio? Y no me refiero a lo material. Me refiero a los valores que tengo. A la manera de ver el mundo. A la educación. Incluso en religión, en la que ando medio flojo, pero que igual me marca. Yo se que tengo diferencias con ellos, pero si quieres que te diga la verdad, tengo que reconocer que después de mi adolescencia, en la que me puse medio estúpido, cada vez les encuentro más razón en lo que me decían. Y seguro que yo le voy a decir las mismas cosas a mis hijos… si algún día tengo hijos.

DA — Pero igual te pueden traspasar y decir esas cosas que me cuentas si cada uno anda por su lado. Si es que no desaparecen. Claro.

BC — Sí, es cierto. Pero no es tan fácil. No se como decírtelo, pero en realidad yo me refería a cosas que aprendes de los papás, más que escuchándolos, viéndolos, viviendo con ellos todos los días, porque al final, lo que realmente queda de ellos son aquellas cosas en las que fueron consecuentes. Esos detalles en las actitudes, en la disposición con la que hacen las cosas. A eso me refiero. No se si has visto un aviso que viene en los DVD que arriendas, donde aparece una mamá que compra un DVD pirata y le dice al hijo que no copie en el colegio. Obvio que el hijo no la pesca mucho. Ella se contradice. No se me va a olvidar nunca lo que un día me dijo mi mamá, cuando todavía estaba todo bien con el papá. Yo era más chico. Me dijo que ella todos los días al levantarse pensaba en alguna sorpresa para el papá y en otras para nosotros, para mi y mis hermanos. En realidad, le creí, no tanto porque me lo dijo, sino porque desde ese momento me fijé y vi que era cierto. No se si lo hacía todos los días, pero sí hartos. Igual eran cosas chicas. Quizá sin importancia. Incluso algunas le podrían parecer raras a alguien que las viera desde fuera. Pero entre nosotros, los de la familia, tenían sentido y eran simpáticas. Como que en algunas cosas teníamos códigos propios, a veces medios locos si tu los miras de fuera, pero súper simpáticos si los entendías desde dentro. Cuando yo tenga mi familia, me gustaría hacer algo parecido. Pero volviendo a lo de antes: tu aprendes de los papás cuando ves que hacen lo que predican. Cuando ves que lo que hacen y dicen es con cariño, aunque a veces se enojen (porque en realidad, con las tonteras que a veces hace uno, sería como mucho que no se enojaran). Ahora me pasa, por ejemplo, que cuando nos vemos con mi papá, él me da consejos e incluso me da muestras de cariño, cosa que es medio rara, porque antes no era demasiado demostrativo. Yo se que igual me quiere, pero veo como una inconsecuencia: si tu quieres a tu hijo, lo lógico es que vivas con él, mientras no sea grande.

DA — Pero –te insisto– ¿no crees que igual pueden traspasarte cosas, aunque se hayan separado?

BC — De verdad creo que algo sí, pero no es lo mismo. Hay cosas que como que tienen que venir de los dos. No es que te lo da tu papá o tu mamá. Te lo da tu papá con tu mamá. Es medio raro lo que te voy a decir, pero incluso creo que hay cosas que te da uno, la mamá, por ejemplo, pero a través del otro. Quizá por eso, cuando se separaron, me dio tanta rabia. En realidad, la rabia me había empezado antes, cuando ellos comenzaron a discutir fuerte y delante de nosotros; cuando me di cuenta que ya no se querían. Mmmh, no, te estoy mintiendo. En realidad la rabia es de cuando se separaron. Antes, como que andaba con la guata apretada. Antes de que se separaran, lo que tenía era angustia y junto con ella como una esperanza de que se arreglaran. Fue un tiempo espantoso. Yo andaba con un genio de perros y me fui para adentro. Me cargaba que me preguntaran que qué me pasaba. Me llené de tics nerviosos. Por eso te decía que al final fue hasta mejor que se separaran de una vez. No podía entender las tonteras por las que discutían. Como que ya no se soportaban. Yo pensaba, cuando los veía, que cómo era posible que ninguno cediera, que ninguno de los dos hiciera un esfuerzo –que seguro que era grande, pero que igual podía hacerse– por agradar al otro. Si igual se quisieron mucho. El asunto es que cuando se separaron me dio mucha rabia. La verdad es que lloré y, aunque me da vergüenza decírtelo, lloré harto. ¡Si me hubieras visto! Parecía Magdalena. Yo me quedé viviendo con la mamá y la verdad es que no tengo nada que decir. Se porta de maravillas. Pero igual noto que no es la misma que antes. Además, se nota la falta de la mano del papá en la casa, porque él era el que ponía más orden. La mamá nos deja hacer casi todo. Pero, de verdad, te digo que, aunque sea entretenido, no se si sea tan bueno. La mamá siempre puso comprensión, cercanía. Con ella teníamos más confianza para preguntarle algunas cosas. El papá, que igual a su modo era cariñoso pero sin demostrarlo, era el que ponía orden. Él era el que daba o no algunos permisos. Cuando uno sospechaba que el papá diría que no, le pedíamos permiso a la mamá. Ella casi siempre nos decía que sí. Aunque a veces, no había caso. Ahora me doy cuenta que igual hablaba con el papá para ponerse de acuerdo, aunque a nosotros no nos decían. Se complementaban súper bien. Cada uno tenía su papel que era como una pieza de puzzle que enganchaba perfectamente con la otra.

DA — Me estás contando de una familia casi ideal. Y el resultado es que terminaron separándose… Es casi para no creerlo.

BC — Te prometo que no se lo que pasó. En cualquier caso, no es que mi familia fuera ideal. Yo creo que eso no existe. Pero tu familia es tu familia y, la verdad, es que nada es lo mismo cuando se destruye. Como que el mundo se te viene abajo. De hecho, me acuerdo como si fuera hoy –igual no ha pasado tanto tiempo– que yo, y también mis hermanos, empezamos a tener problemas en el colegio. Es que por un lado uno andaba con rabia adentro; con pocas ganas de hacer cualquier cosa, menos de estudiar; en realidad uno andaba en otra, medio rebelde.

DA — Pero a ti se te ve bien, recuperado.

BC — Sí. Ahora estoy bien. Por lo menos, mejor. Ahora como que entiendo más la decisión que tomaron mis papás. Aunque igual a veces siento que los que más perdimos en la pasada fuimos nosotros los hijos. Obvio que los papás se necesitaban. Pero ellos eran grandes y parece que ya no se necesitaron más. Nosotros dependíamos en todo de ellos: en la educación, psicológicamente, materialmente. Incluso yo que soy el mayor y ya estoy grandecito, te digo que todavía echo de menos estar con los papás. Igual los necesito ene.

DA — Pareciera que es un poco egoísta tu visión.

BC — No, nada que ver. Te prometo. No se trata de que uno quiera a los papás, porque le dan cosas. Pero el hecho, y eso no lo puedes cambiar, es que la humanidad avanza porque los papás se preocupan de sus hijos y les transmiten valores, educación, cultura y otras cosas.

DA — Te pusiste filósofo.

BC — Nada que ver. Es así y punto. Cuando tú te casas y tienes hijos, no es solo para pasarlo bien. No estás con tu señora y con tus hijos, solo porque es divertido. Si te casas, es porque adquieres un compromiso con ellos. Si no, no te cases. Sí, ahora que lo pienso, de verdad creo que es así. Quizá por eso me dio rabia. En el fondo, aunque los papás no lo quieran, lo que de hecho sucede es que dejan de cumplir un compromiso. Ya se que no son papás por puro compromiso. No es que se preocupen de sus hijos solo porque es un “deber” hacerlo. Lo hacen porque les nace, porque los quieren y por eso desean preocuparse de ellos. Pero eso es lo normal. Sería tremendo que los papás se preocuparan de sus hijos sólo cuando les nace. Si así fuera, el resultado de tu vida sería como el de la ruleta rusa: Si les nació cuidarte, bien; y si no, que te pudras.

DA — Dijo el filósofo… Pero entonces, ¿tu reprochas a tus papás que cuando se separaron dejaron de darles lo que ustedes necesitaban?

BC — Yo no les reprocho nada. Incluso pienso que ellos no tenían ninguna intención de herirnos o dañarnos. Para nada. Pero sí creo que más allá de sus intenciones, para mí y mis hermanos fue súper difícil. Y quizá más para el que sigue de mí. No se si porque estaba en una edad más difícil. No se. Pero él, hasta el día de hoy quedó con problemas. Le cuesta ene confiar en la gente. Como que tiene temor al compromiso. Yo creo que es porque quisiera que los compromisos se cumplieran, pero no confía en que se cumplan. Quizá estoy racionalizando mucho, pero de verdad creo que hay algo de eso. Ojalá algún día se le pase. Si no, lo va a pasar re mal en la vida. Yo creo que él todavía tiene rabia con los papás. Como que siente que lo traicionaron. No te lo dice, pero yo me doy cuenta igual.

DA — ¿Y crees que tenga solución?

BC — No se si tenga solución en el sentido de que ellos vuelvan a juntarse. Ojalá que sí. Hasta rezo para que así sea. Te prometo. De verdad que sería lo mejor. Obvio que si fuera como dices tú: sin peleas ni discusiones. Yo creo que igual podrían hacer un esfuerzo. Al final, que se lleven bien o no, es una cuestión que depende de ellos. No es una fatalidad. Si ellos quieren, lo pueden hacer. Se que no siempre es así. De repente alguno tiene una ralla y no hay nada que hacer. No se como fue en el caso de tus papás. En el de los míos, no hay rallas especiales. En todo caso, con mis papás, por ahora no hay nada que hacer.

DA — Imagina lo que pasa con los míos. Mi papá desapareció cuando yo tenía como tres años. Nunca más volvió. Hizo borrón y cuanta nueva, no sólo con la mamá, sino también conmigo y mi hermana. Pero, no puedo creer que uno no pueda hacer nada.

BC — Yo sí puedo creer. No hay nada que hacer. Ya está hecho y chao. Y si sonaste en el camino, acostúmbrate. No le des más vueltas al asunto.

DA — Sí, en eso estoy de acuerdo, pero no estoy pensando en eso. Estoy pensando en lo que voy a hacer con mi vida. Me voy a casar, voy a tener hijos –es más, voy a tener hartos hijos–, y no voy a repetir lo de mis papás. Si yo sufrí con este cuento, no voy a hacer pasar a mis hijos por lo mismo. Mi señora me va a tener siempre y mis hijos también. Y cuando ellos se casen, van a poder llevarme mis nietos a la casa.

BC — Güeeeena. Te pusiste abuelo chocho. Hay que hacerla primero. Si no es tan fácil. ¿Tú crees que mis papás no pensaban lo mismo cuando se casaron? Yo creo, y te lo digo porque ahora lo se por experiencia muy directa, que un día te enamoras, otro te casas y a veces resulta y otras no. Incluso, no se si casarse tenga mucho sentido. Claramente el matrimonio no es un papel. No vas a ser mejor marido, porque tengas un papel que te dice que estás casado. Tampoco por eso vas a ser más feliz.

DA — Yo no digo que sea fácil. Pero sí creo que puedo casarme y ser feliz toda la vida con mi mujer. No creo que sea como lo planteas tú. Tu mismo recién dijiste que el resultado del matrimonio no era una fatalidad. Dijiste que el que quiere, puede.

BC — Si es cierto. Lo dije. Pero en realidad no estoy muy seguro de que sea así.

DA — Espérate un poco. Déjame seguir. El matrimonio no es un asunto de suerte. A no ser, claro, que te cases con la primera que te hizo “ojitos” y te hizo latir el corazón. Lo que yo he pensado es que sí puede resultar, si buscas a una mujer que crea en que el matrimonio y la familia es para siempre; que esté de acuerdo contigo en tener niños; que quiera darles una educación como la que tu quieres, de acuerdo contigo en los puntos fundamentales, como la educación religiosa, los valores morales, la cultura.

BC — Y dónde vas a encontrar a alguien así. Yo creo que tu rollo te hizo ponerte idealista.

DA — No creas tanto. No te había contado, pero creo que ya encontré alguien así. No hallo la hora de terminar de estudiar y empezar a trabajar para poder casarme. Y no creas que es la única. Hay más niñas así de las que tu crees. Si quieres, te presento a una amiga de la Carola. La Carola es mi polola. En todo caso, por esto es que te he preguntado tanto. Igual para mí es un tema. Pero de verdad, creo que el matrimonio es para siempre. Que eso es lo mejor para todos, pero sobre todo para los hijos. Igual, al final, uno se casa y se complementa con la mujer no solo para pasarlo bien, sino para darle lo mejor a los hijos.

BC — Yo no se. Ojalá te resulte. También creo que es lo mejor que los papás no se separen. ¡Te lo digo yo! Que recién pasé por este cuento. Pero en realidad creo que hay mucho de suerte. Además, un papel que dice que estás casado no es garantía de felicidad.

DA — Obvio que no. Si el matrimonio no es un papel. El papel es lo que tú firmas para que quede constancia. Pero lo importante aquí es que tú quieras casarte para siempre. El cuento es que si prometes amor eterno (me puse romántico para hablar), no sean puras palabras vacías. Y no son palabras vacías si tú tomas la decisión de querer a tu mujer y vivir con ella “hasta que la muerte los separe”. ¿No te das cuenta que si lo haces así, no es que no vayan a tener problemas, pero en el fondo tomaste una decisión respecto de cómo los vas a enfrentar? El problema de uno es de los dos. “Todos para uno y uno para todos”, como decían los tres mosqueteros. Y si hay problemas entre tú y tu señora, la decisión que tomas al casarte es que vas a hacer TODO para solucionarlos. Cuando hay voluntad y amor, se puede hacer.

BC — ¿Y si se acaba el amor? Eso pasa y tú lo sabes.

DA — Se acaba, si dejas que se acabe. Pero si cada día te preocupas de que no, no se acaba. Ese es el punto. Es que si te casas pensando que es una cuestión de suerte, estás reventado desde el minuto uno. Ese matrimonio no va a funcionar. Yo he conversado harto con la Carola qué debiéramos hacer para que, si nos casamos, nuestro matrimonio no sea una ruleta. Lo que te puedo decir ahora es que hemos decidido que siempre vamos a conversar mucho. También que, aunque después no pueda ser igual, vamos a darnos nuestro tiempo para “pololear”, aunque ya seamos viejos de 45 o 50. Que vamos a rezar juntos y también con los niños.

BC — Mmmmh, no se. Puede ser. Pero no se. Suena bonito, pero es súper difícil. ¿Cómo saber que la que va a ser tu señora piensa igual que tú?

DA — ¿Y para que es la boca? Convérsalo. Y convérsalo harto antes de casarte para que después no sea una sorpresa. Si lo haces así, seguro que vas a tener problemas igual, ¡quién no!, pero tu matrimonio no va a ser una ruleta. Vas a poder solucionar los problemas. Además, por supuesto, de que lo vas a pasar bien con tu señora y tus hijos.

BC — Quisiera pensar como tú. Por un minuto así lo creí mientras conversábamos. Pero de verdad, viendo lo de mis papás, no se si es posible.

DA — Que quieres que te diga. Es lo que yo pienso y quiero para mi vida. Tú no sabes lo que es no haber tenido papá. Se sufre harto. No quiero, por ningún motivo, que mis hijos pasen por lo mismo que pasé yo.

BC — En eso, sí te encuentro razón. Tampoco quisiera que los míos lo pasaran mal, como lo he pasado yo.

DA — ¿Has escuchado esa canción que dice “Depende…todo depende”. En este caso, es cierto, pero depende de ti.

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