Por un relato conservador en la derecha: Alberto Edwards V.

José Tomás Hargous F. | Sección: Historia, Política

Alberto Edwards Vives (1874-1932) vivió durante el período de nuestra historia conocido como parlamentarismo, que con la Guerra Civil de 1891 había sepultado el modelo implantado por Diego Portales sesenta años antes. Los gobiernos no lograban mantener a sus ministros en sus carteras, eran rotados, censurados, destituidos. El Presidente de la República no tenía real autoridad, quedando a merced de los designios del Congreso Nacional.

De profesión abogado, lo conocemos por sus aportes como historiador -integró la Sociedad Chilena de Historia y Geografía-. Según Mario Góngora en su Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, Edwards sería “el mejor historiador de la época republicana” que habría formado esta nuestra Patria (país de historiadores). No ejerció su trabajo como se conoce hoy, con investigaciones y papers, sino que principalmente a través de sus columnas en El Mercurio, base de lo que fue su obra culmen: “La Fronda Aristocrática en Chile”.

Por medio de su tribuna realizó una interpretación de la historia de Chile del siglo XIX, y del parlamentarismo, adaptando uno de los conceptos de Oswald Spengler al proponer que Diego Portales habría instituido un “Estado en forma”. En este Estado no sólo destacaría la fuerza de las instituciones, principalmente la del Presidente de la República -el gobierno fuerte sería “el resorte principal de la máquina” en palabras de Portales-, sino que éste sería cabeza de la nación, y tendría como responsabilidad dirigir sus destinos.

Esta institución -la Presidencia-, tendría a juicio de Edwards, un  carácter impersonal, heredado de la monarquía. Esa restauración del orden monárquico -interrumpido entre 1810 y 1830- sería, a su juicio, la que hizo grande a Chile hasta 1891, cuando José Manuel Balmaceda es derrotado por el bando parlamentarista en la Guerra Civil:

La obra de Portales fué [sic] la restauración de un hecho y un sentimiento, que habían servido de base al orden público, durante la paz octaviana de los tres siglos de la colonia: el hecho, era la existencia de un Poder fuerte y duradero, superior al prestigio de un caudillo o a la fuerza de una facción; el sentimiento, era el respeto tradicional por la autoridad en abstracto, por el Poder legítimamente establecido con independencia de quienes lo ejercían. Su idea era nueva de puro vieja: lo que hizo fue restaurar material y moralmente la monarquía, no en su principio dinástico, que ello habría sido ridículo o imposible, sino en sus fundamentos espirituales como fuerza conservadora del orden y de las instituciones”. (Edwards, Alberto. La Fronda Aristocrática en Chile, Ercilla, 1936, pág.39. El destacado es del original).

Alberto Edwards también tuvo una carrera política, primero en el Partido Nacional como parlamentario por Valparaíso y, una década más adelante, como secretario de estado:

Interesado en política, al comienzo posiblemente por influencia familiar, ingresó muy joven al Partido Nacional, el que si bien plenamente adaptado al estilo lánguido y frívolo que caracterizó los asuntos públicos de nuestra República Parlamentaria, conservaba en sus programa y discursos algo de lo que había sido en la época de Montt y Varas. En 1909, Edwards fue elegido diputado por Valparaíso, cargo que ejerció con entusiasmo participando en los más diversos debates hasta 1912. Particular interés ofrece un proyecto de ley destinado a modificar el sistema electoral existente, eliminando el caciquismo. Pero el funcionamiento del Parlamento chileno en esa época lo desengañó; nunca más sería parlamentario, definiría al Congreso como ‘un número de hombres que deben su sitio a su dinero’”.  (Gazmuri, Cristián. “Alberto Edwards y la Fronda Aristocrática”, Historia N°37, Vol. I, enero-junio 2004: 61-95).

Desilusionado del sistema, buscó un líder que encarnara el espíritu de un nuevo Portales, que devolviera a Chile al sitial que le correspondía. Siguiendo el itinerario trazado en “la Fronda”, Edwards vio en Carlos Ibáñez del Campo, la persona indicada para representar esos valores que él pedía para Chile, y trabajó por su éxito político, como ministro de Hacienda y de Educación:

La consecuencia con sus principios doctrinarios la demostraría Edwards cuando fue ministro por tercera vez, esta vez del propio general Ibáñez, convertido en dictador. En efecto, el 21 de octubre de 1930 fue nominado Ministro de Educación en reemplazo del general Bartolomé Blanche, permaneciendo en el cargo hasta el 28 de abril de 1931, cuando la administración Ibáñez estaba a punto de derrumbarse, principalmente como consecuencia de las repercusiones de la depresión económica mundial iniciada en 1929”. (Gazmuri, Cristián, Op.Cit.).

¿Por qué recurrimos a Alberto Edwards, cuando clamamos por un relato conservador  para la derecha? Justamente, por el aporte que hizo para su época. De hecho, desde el punto de vista de la historiografía, fue su visión sobre la República Conservadora la que perduró en la mayoría de los chilenos hasta nuestros días. Como historiador, hizo una interpretación global de su pasado, y como político, trabajó en la articulación de un proyecto: primero a través del Partido Nacionalista, fundado junto al también historiador Francisco Antonio Encina, y después trabajando en el Gobierno de Ibáñez para que fuera él quien restaurara la República Portaliana.

Por supuesto, no pedimos que se aplique hoy “textualmente” lo que propuso Edwards. De hecho, él clamó explícitamente por un cambio de régimen político -según Renato Cristi y Carlos Ruiz, pasó de conservador liberal a conservador revolucionario-, y trabajó en un Gobierno instalado luego de un golpe de estado.  Como conservador tengo muy claro que las recetas aplicadas al pie de la letra no sólo por lo general no funcionan, sino que incluso pueden generar grandes daños, peores que el problema a resolver. Además, el hecho de que Ibáñez haya tenido que renunciar por no poder sortear la crisis de 1929, es una razón más para no aplicarlo al pie de la letra.

Edwards vio en su época una falta del principio de autoridad, ausencia que también podemos ver en el gobierno del actual presidente de Chile. Un presidente que no dirige los rumbos de la nación, sino que navega en los vaivenes de la discusión política. ¿Y qué hizo Edwards? Acudió a la historia, encontró a uno de los grandes de nuestra Patria como Portales, y se subió a sus hombros para realizar su propuesta política. Eso es lo que tiene que hacer la derecha: escarbar en su historia y desenterrar a los gigantes de cada época, aprender de ellos y elaborar un proyecto y un relato político que clarifiquen el rumbo para un Chile más justo.